A unas pocas horas de terminada la impresionante marcha ciudadana contra la corrupción y la impunidad del pasado domingo 22, el ministro administrativo de la presidencia J.R. Peralta escribió un mensaje por su cuenta de Twitter que decía: “Cuando el pueblo habla, el gobierno escucha”. También la vicepresidencia Margarita Cedeño, puso un mensaje aprobando y valorando positivamente el ejercicio ciudadano realizado en las calles de Santo Domingo, el pasado domingo.
Al mismo tiempo que se desarrollaba la marcha en Santo Domingo, se realizaban otras actividades similares organizadas por dominicanas y dominicanos en New York y en París. Además, se realizó una impresionante marcha de mujeres en Washington demandando del nuevo gobernante de USA, D. Trump, respeto a las conquistas históricas y las prácticas liberadoras, éticas y ciudadanas del movimiento feminista, que lucha históricamente por la igualdad y los derechos de las mujeres.
No debemos ser ingenuos y creer en las declaraciones del ministro Peralta, ni esperar que el gobierno vaya a escuchar tan fácilmente los reclamos que exigen transparencia, castigo a los culpables de sobornos, de corrupción y de impunidad. Pues estamos ante una corporación, económico-partidaria, ante un partido cartel cómplice, formado fundamentalmente por gente históricamente autoritaria, por personas que en su mayor parte perdieron su identidad original de ser un partido al servicio del pueblo como lo proclamó su fundador J. Bosch.
Una muestra de la falta de disposición para dialogar y escuchar las inquietudes populares se puede apreciar en algunas de las recientes intervenciones públicas del presidente D. Medina. Cuando recientemente un periodista le preguntó sobre el problema de la corrupción en los más de 4 años de gobierno, retó a quien le preguntaba a mostrar un solo caso de corrupción. Cuando en la semana pasada otra periodista le preguntó su opinión sobre la marcha que se organizaba para el día 22, simplemente se quedó callado. Además, después de la marcha no ha dicho ni esta boca es mía.
Los antiguos romanos tenían un famoso refrán que decía: “Voz del pueblo, voz de Dios” (vox populi, vox dei) para significar que cuando el pueblo habla debe ser escuchado. No obstante, es necesario definir en el contexto de lucha por los derechos populares qué entendemos por el término “pueblo”; pues al mismo se le pueden dar diferentes acepciones. Desde nuestro punto de vista entendemos como “pueblo” a un colectivo popular que tiene unos niveles mínimos de conciencia ética y política y una práctica transformadora. Y lo diferenciamos de la masa, que es un colectivo desarticulado y manejado ideológica y políticamente por los poderosos, por sus partidos, por sus ejércitos, por sus iglesias y por sus medios de comunicación.
El pueblo con conciencia y dignidad está generalmente formado por gente empobrecida y por gente de clase media comprometida con su causa, que ha logrado romper con el tipo de relaciones corruptas, clientelares y asistenciales que promueven los poderes fácticos –gobiernos, líderes partidarios, religiosos, empresariales, militares…-, para mantener a la gente subyugada y dependientes de sus intereses corporativos y bastardos.
En la sociedad dominicana es poco común que los que tienen poder escuchen y dialoguen con el pueblo consciente, con el que se resiste a ser masa, que exige y demanda de los que tienen poder político prácticas éticas y ciudadanas respetuosas, lo que conlleva el rompimiento de relaciones clientelares, asistencialistas y dependientes.
El famoso educador brasileño Paulo Freire ha dicho que un pueblo puede demostrar su conciencia crítica y ciudadana solo cuando es capaz de establecer en sus instituciones, con sus comunidades, con las instituciones públicas y con sus gobernantes relaciones dialógicas, que permitan re-crear y transformar una realidad de inequidad e injusticia. Por eso afirmó: “No es en la resignación en la que nos afirmamos, sino en la rebeldía frente a las injusticias”.
Para que haya diálogo es necesario que exista el real deseo de comunicarse entre las personas que entran en el proceso dialógico. Mientras no se da ese proceso, al pueblo empobrecido y pisoteado, pero con conciencia de su dignidad, sólo le queda el camino de la organización, la articulación, la lucha constante, para hacer una presión continua que haga posible el logro de sus objetivos.
En los últimos años el pueblo consciente y organizado es el que ha hecho escuchar su voz ante la indiferencia y complicidad de quienes gobiernan, con los depredadores de los bienes públicos y del ambiente o Casa Común. Por eso fue con mucha presión popular que se detuvo la instalación de una cementera en las inmediaciones del Parque Nacional los Haitises, que se logró detener la explotación de Loma Miranda por Falcondo, o el reparto clientelar de las tierras de Bahía de las Águilas, o la actual lucha por la preservación del parque nacional Juan Bautista Rancier (Valle Nuevo). Fue esa presión popular organizada la que logró el aumento de la inversión pública en educación al 4%, o la que logró parar el desalojo de los moradores de los Tres Ojos, luego que una institución del Estado vendiera a particulares el terreno en donde habían hecho sus casas y habitado por décadas.
Estamos en el momento oportuno para retomar las calles y los espacios públicos, los callejones y los caminos vecinales, así como las casas del pueblo y las instituciones populares para organizarnos y proclamar que no hay otra desafío más urgente que transitar por el camino de la decencia, de la cordura y la honestidad, de la lucha consciente y organizada por la creación de unas sociedades justas, y equitativas, donde sea sostenible un proyecto colectivo de vida digna en el territorio isleño, en el Caribe, en América Latina y el Mundo; por el bien de las presentes y futuras generaciones.