El empresariado, como dije antes, está obligado a disputarle su cuota de poder al PLD-Medina. No es cuestión de elección por disgusto, malacrianzas ni celos; es asunto de supervivencia, de sentirse vulnerables, amenazados y de saber que no pueden ni quieren seguir como están. No es lo que hubieran preferido ni para lo que están preparados pero tienen que enfrentar ese poder construido a sus expensas, en competencia con ellos, convertido en amenaza para ellos y con el espectro de terribles consecuencias económicas.
El empresariado, para no echar pleito perdido ni hacer el ridículo necesitará tres cosas: Una plataforma teórica, un instrumento partidario y una figura carismática o al menos de amplia aceptación que encarne lo primero, dirija lo segundo y triunfe en lo tercero. Hoy día no tiene ninguna de las tres.
Transitoriamente, el empresariado necesitará un foro, una instancia que haga de puente, una persona o grupo capaz de conectarlos con la vida que ellos no conocen, con temas que no han visto debatidos, con dificultades de las que no se han percatado y el concurso de un equipo para retroalimentarlos como ya empezaron a hacer con el almuerzo en “El Vesuvio”.
Si existiera una plataforma de amplia aceptación en la población podrían aceptarla o adaptarla, pero no existe tal. Discursos, denuncias, estadísticas, propuestas, sugerencias, críticas y promesas no hacen ni suponen ni conforman un programa de gobierno creíble ni una plataforma partidaria con capacidad de convocatoria. Por lo tanto, empezar a acumular, decantar, medir, evaluar información y datos, analizar tendencias, arribar a conclusiones y elaborar un producto que llamaremos PLATAFORMA. Los peligros que acechan la creación de esa plataforma son enormes. Los empresarios deberán vencer la tentación de confiar la labor a gente complaciente de su confianza no necesariamente equipada con la visión, la cultura o la estatura para entender el encargo ni la coyuntura que lo desata. Nadie sabe si los empresarios piensan como Juan Manuel Santos o Sebastian Piñera y la diferencia no es casual. El país dominicano necesita una plataforma y una gestión de gobierno progresista pero – otra paradoja- la ejecución de esta encomienda, por razones que sería tedioso enumerar ahora, no puede recaer, en esta etapa, en los llamados sectores progresistas.
A primera vista, sería mas fácil para los empresarios apropiarse de un instrumento (léase partido político) que disponerse a crear uno nuevo, pero esta imagen puede ser engañosa. El que adquiere un partido político se parece un poco al que compra una compañía de carpeta, es decir, para los que no están familiarizados con el término, que usted puede disponerse a bregar con la creación de una Sociedad de Responsabilidad Limitada (SRL) o simplemente comprar a una oficina de abogados una que ya esté constituida. Naturalmente, cuando usted compra una compañía, por definición y por ley está comprando los activos y los pasivos adscritos a la misma. Es temprano para precisar por donde se irán los empresarios si es que logran mantenerse unidos y rechazar los intentos del gobierno por sobornarlos, dividirlos y neutralizarlos. Si echan el pleito, van a necesitar UN PARTIDO con capacidad y potencial para ganar no le quepa duda a nadie y vale precisar que el desarrollo de esta iniciativa no anula ni disminuye la importancia de concebir, desde el principio, una política de alianzas, coaliciones, convergencias y acuerdos tanto tácticos como estratégicos.
Finalmente, los empresarios necesitarán CANDIDATOS que puedan ser postulados a posiciones electivas incluyendo, por supuesto, presidencia y vice-presidencia de la república. David Collado es uno de ellos pero no el único. Varios empresarios aspiran en privado a la presidencia y eso hasta de moda está pero nunca, ninguno de ellos, se lanzarían a una campaña electoral sin haber hecho su tarea porque no quieren ni tienen intención de hacer el ridículo. Pero en un país embrutecido, envilecido y donde la gente tiene la cabeza llena de ruidos y vive con un pánico permanente al silencio esa no es tarea ni encomienda fácil.
La primera dificultad a la que se enfrenta el empresariado en su inevitable confrontación con el poder PLD-Danilo deriva de la ausencia de opciones adoptables y respaldables. Los candidatos presidenciales que comparecieron al pasado certamen no son elegibles por los empresarios como “su candidato” sin embargo, esa carencia no se extiende, necesariamente, a los instrumentos o partidos políticos que los postularon.
Minou Tavarez, Guillermo Moreno, ni Luis Abinader satisfacen las expectativas de un empresariado que se apresta a librar una guerra difícil, una que hubieran preferido evitar pero a la cual han sido empujados por sus propios errores y tolerancias así como por la glotonería de los peledeistas. El problema con estos candidatos no es que hayan fracasado, sino que rehúsan aprender, innovar y transformarse y esa incapacidad y/o renuencia los condena a nuevos fracasos. Los propios empresarios no están libres de similar riesgo y fracaso y tampoco han dado señales de que hayan aprendido de las torpezas y limitaciones de los dirigentes políticos.
Ninguno de esos candidatos estuvo a la altura de las circunstancias. Su posicionamiento ético, sus credenciales personales, su grado de seriedad y compromiso no tienen nada que ver con la ineptitud mostrada en la conducción y desempeño de la campaña electoral pasada. Los empresarios dominicanos, sumarían a sus propios errores pasados uno nuevo si trataran de arar el futuro inmediato con estos bueyes lo cual no quiere decir ni implica que la historia no reserve un papel para esos dirigentes-candidatos objeto de la presente crítica.
Otras dos figuras del pasado reciente tampoco resultan apetecibles para el empresariado relanzarlas. Leonel Fernández porque, no obstante una popularidad residual a su favor y algunas destrezas todavía vigentes sigue siendo preso de confianza de Danilo Medina y reo de sus propios errores que lo hacen extremadamente vulnerable; a tal punto que es difícil resolver satisfactoriamente la ecuación costo-beneficio de pensar en él. Hipólito Mejía por su parte, sigue disfrutando de popularidad y aceptación, tiene carisma, conecta con la gente; y en la pasada campaña hubiera hecho mejor papel que Abinader pero, para el empresariado hay dificultades: Los empresarios se dicen modernos mientras que Hipólito es percibido como una reliquia, un tipo listo, campechano, simpático y auténtico pero sin luces de futuro ni asociable con la modernidad.
Habida cuenta de las tres carencias, habiendo visto ya la respuesta inicial del PLD a la iniciativa de los empresarios cabe formular la primera advertencia a empresarios, políticos, movimientos y sociedad civil: El PLD-Medina lanzará todas las noticias, temas, debates, escándalos, proyectos, mamotretos, promesas y simuladores con la intención única de evitar, posponer toda discusión sobre el pacto social propuesto por los empresarios, buscarán descarrilar la iniciativa, sabotearla, confundirnos porque, el poder PLD-Medina sabe que su gestión fraudulenta no sobrevive a un pacto social que obligue a reformar, democratizándola, la JCE, el TSE, la SCJ etc. Por tanto os digo, a manera de imploración: no le hagáis el juego.