El oficio de periodista se ha convertido en uno de riesgos extremos, donde se juega la vida. Los comunicadores de profesión, en particular los que ejercen en naciones donde no hay garantías para su labor, suelen ser perseguidos, hostigados y asesinados demanera impune tanto por fuerzas legales, estatales como del bajo mundo.
En el Día Mundial de la Libertad de Prensa 2019, que se conmemora cada tres de mayo, las cifras de bajas en el mundo son escalofriantes para un sector de la sociedad cuyo aporte al progreso, al conocimiento de la verdad y a la transparencia han sido incuestionables en el devenir de la historia moderna.
Como afirmara la presidenta de la Sociedad Interamericana de Prensa, María Elvira Domínguez, del diario El País, de Cali, Colombia, los periodistas y comunicadores “no podemos celebrar” en virtud del cuadro sombrío y nefasto que afecta a la libertad de prensa, a la libre opinión y el derecho a la reunión en el hemisferio y en el resto del planeta. Y es que las cifras no mienten.
Brasil es un ejemplo escalofriante. En los últimos 20 años han muerto o desaparecido 64 periodistas. Y en el resto de las Américas –de mayo de 2018 a mayo de 2019–, el total de víctimas ha sido de 26 periodistas en México, Brasil, Colombia, Honduras, Nicaragua, Rusia y los Estados Unidos.
Los hechos han sido perpetrados por funcionarios corruptos, el crimen organizado y delincuentes comunes, destacando Asia y América Latina como las regiones de más alto riesgo para desempeñar la profesión, en particular en lugares donde no hay conflictosarmados, siendo el periodismo televisivo el de mayor riesgo.
Sólo en 2018 murieron 118 periodistas en 30 países en el mundo, precedidos por las amenazas a la libertad de prensa, entre ellas la censura a los medios como la que impuso hace poco el régimen dictatorial de Nicolás Maduro, en Venezuela a las redes y plataformas informativas en ese país.
La impunidad en los asesinatos, persecución y acoso a periodistas que afecta a más de 60 comunicadores continúan en el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua, que retiene de manera ilegal en prisión a Miguel Mora y a Lucía Pineda, del diario 100%.
Persisten las presiones y amenazas del régimen de Evo Morales a periodistas críticos en Bolivia; así como la polarización y los insultos en el debate de las ideas en las redes, alimentados por robots y cibermilitantes, o el control estatal absoluto de los medios y la represión a los periodistas independientes como impone Miguel Díaz Canel, en Cuba.
Como si fuera poco, a dichas amenazas de regímenes autoritarios contra la prensa se suman los esfuerzos de gobiernos y líderes democráticos que pretenden restar credibilidad a los medios, controlar la tinta, el papel y la publicidad oficial, comprar, coartaro cooptar la opinión independiente, legalizar la censura y el control de los medios y el ejercicio de la profesión con propuestas de leyes “blandas” en Colombia y en República Dominicana.
De igual manera, la difusión de noticias falsas o tendenciosas para desviar resultados electorales, afectando el derecho ciudadano al libre acceso a la información, mientras México continúa siendo el peor lugar del mundo para ejercer la profesión al totalizar124 periodistas asesinados en 19 años, la mayoría de ellos por el bajo mundo, pese a los objetivos plasmados en los principios de la Declaración de Windhoek, para la defensa de la libertad de prensa de 1991 suscrito en Sudáfrica.
Lo cierto es que el ejercicio del periodismo en el mundo enfrenta un futuro incierto, en medio de la impunidad y de una justicia que no protege a los periodistas ni captura, juzga y condena a los culpables. Lo confirma el asesinato de Jamal Kashoggi, de Arabia Saudita, en 2018; y mucho antes, en 2006, la muerte a balazos en una calle de Moscú de la periodista rusa Anna Poliatskova. En ambas casos, al igual que en muchos otros, reina el manto oscuro de la impunidad.
En conclusión, cerca de 2,271 periodistas han muerto en el mundo en las últimas dos décadas. Ello impone el miedo, disminuye el ejercicio del periodismo y reduce su aporte a la democracia y a la sociedad. Inquieta percibir que no hay en el horizonte un destello de que pueda ser revertido a favor de la protección y garantías de su ejercicio en el mundo, por falta de la voluntad política y la indiferencia de las autoridades y de los gobiernos. Tal parece que la verdad no cuenta ni el mensajero tampoco… por tanto es necesario que ambos sean eliminados.