“El ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, Juan Temístocles Montás, reveló ayer que la República Dominicana ocupa el lugar 146 de una lista de 148 países con peor calidad en la educación”.
La noticia, que apareció prácticamente en todos los medios, hace algunos días, es elocuente evidencia de:
1ro.- El señor Danilo Medina invierte muchísimo dinero en construir edificios sobrevaluados, en solares igualmente sobrevaluados donde un paquete de maestros todos mal pagados y muchos peor educados van a seguir enseñándole a los niños con el mismo desgano y falta de imaginación que ha caracterizado la educación pública en este país y razón por la cual ocupamos una posición tan destacada a tal punto que solamente dos países en el mundo entero tienen una educación peor que la dominicana.
2do.- Al señor Medina se le ha dicho una y mil veces que la escuela no es un edificio sino la articulación de una planta física, un profesorado motivado y dignificado y un estudiantado disciplinado y entusiasta. Si cualquiera de estos componentes falta, no hay progreso en la educación. Al señor Medina deberían explicarle que cuando John Kenneth Galbraith el luminoso pensador y economista norteamericano era embajador en la India del gobierno del Presidente Kennedy, fue testigo, y por ello quedó muy impresionado, de que la alfabetización de los niños en regiones muy pobres se hacía usando, a falta de papel y lápiz, la arena y la arcilla. Hoy la India es una potencia que produce millones de profesionales, científicos, dirigentes y se da el lujo de exportar una parte considerable de estos.
3ro.- Además de las carencias mencionadas, la República Dominicana de hoy atraviesa un periodo de descomposición agudo que se manifiesta, entre otras maneras, en la ruptura emocional de jóvenes y niños con la cultura de los progenitores, el abandono de cualquier noción de ética laboral o profesional y en la erotización masiva y desordenada de todo el cuerpo social, desde antes de la adolescencia hasta la vejez temprana.
4to.- Ante la evidencia presentada por el Sr. Montás, ministro permanente en todos los gobiernos peledeistas, uno se pregunta donde está y que hace el país de los ultra nacionalistas, de los patriotas de mentira, de los que reclaman a voz en cuello una soberanía que solamente invocan por conveniencia. Si la patria futura la construyen los que hoy están en las escuelas, sencillamente nos jodimos.
Anoche -porque escribo estas notas la mañana del viernes 31 de julio- mientras veía la película sobre el asesinato en México, en 1994, de Luis Donaldo Colosio entonces candidato presidencial del PRI, no pude menos que, abrumado, concluir que el grado de degeneración de las élites y del ejercicio político y público demandan una limpieza radical de los establos de Augias. Pero y para no llamarnos a engaño, esa degeneración de las élites es conmensurable, desgraciadamente, con el comportamiento y la condición de una buena parte del cuerpo social.
A veces pienso que Fidel Castro llegó antes de tiempo y cada vez me cuesta mas trabajo imaginarme una solución reformista, rectificadora, parcial, democrática y bien intencionada desde dentro. Para esta sed justicia reclamada y de derechos pisoteados no parece haber espacio en el ámbito de los procedimientos democráticos. El apego de los pueblos a estos procedimientos envalentona a los corruptos y los confirma en su intocabilidad y en su impunidad. De hecho, emocionalmente, la sed de justicia me hace desear y anhelar con frecuencia que una fuerza moral redentora restableciera los tribunales revolucionarios incluso con su cuota de arbitrariedades y a sabiendas de que mas adelante esa misma violencia se volcará sobre mi. Esta mierda ha ido demasiado lejos y cada día me convenzo de que no se redimirá sin sangre y ya ni siquiera me importa si esa misma sangre me salpicará después.