En la actualidad la calidad de la educación dominicana sigue siendo una aspiración, porque a pesar de los esfuerzos en mejorarla, específicamente después de los años de la aplicación del 4% del PIB a los niveles educativos preuniversitarios, el estudiantado continúa aprendiendo poco. Además, parte del contenido a aprender es irrelevante, o se descuidan otros necesarios que la sociedad reclama, pero que instituciones o sectores no dan su visto bueno para incorporarlos.
La mala calidad de la educación no es percepción. Está certificada por pruebas internacionales en las áreas de Lectura, Matemática y Ciencias, pues las puntuaciones que ha obtenido el estudiantado de la muestra que representa al país lo sitúa por debajo de la media regional en el Nivel Primario, aplicadas por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) y de la media mundial en el Nivel Secundario, conducidas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), conocidas por el acrónimo PISA. También lo indican los resultados de las pruebas nacionales y diagnósticas a la que deben someterse los estudiantes en las escuelas públicas y privadas del país en ambos niveles educativos. Así lo reseña el autor de esta columna en la nota publicada el 28/11/2019.
En el ámbito de la educación, las teorías educativas intentan explicar cómo se enseña y cómo se aprende. Por tanto, existen muchas teorías, y cuando surge otra es porque introduce elementos distintos. Tal vez no esté de más decir que saber teorías no asegura ser un buen docente, ya que es necesario llevarlas a la práctica, adaptarlas a cada grupo de alumnos y a cada uno de ellos en particular, pues “cada estudiante es único e irrepetible, en su modo de ser, de sentir y de actuar”, pero un buen docente debe conocerlas, pero también debe usar su propia experiencia, su lógica y su sentido común, para verificar, tras su aplicación, si conviene seguir en esa dirección o probar con otra teoría (Fingermann, 2018).
Conocer las teorías educativas constituye un elemento central, que ayuda a entender y a encontrar respuestas a problemáticas recurrentes que plantean la enseñanza y el aprendizaje, además de que sustentan las estrategias, enfoques y metodologías educativas que se utilizan en las aulas. Pero ojo, pues Paulo Freire dijo que en la medida en que la educación no es y no puede ser neutral, desde el momento en que quien enseña, sea o no consciente de ello, toma posición respecto al sentido de su enseñanza y lo materializa en las decisiones que toma, sobre los contenidos, las bibliografías, el tipo de actividades que propone a sus alumnos, los criterios de evaluación. Desde ese punto de vista los docentes transmiten ideología. Hay que ser o no conscientes de eso, porque tantas veces se describió a la escuela como una institución neutral, una especie de “templo laico del saber” que todavía perdura esta imagen (Marucco, 2015).
Tres paradigmas han influenciado la educación en los siglos XX y XXI: el conductismo, el constructivismo y la educación basada en competencias.
La teoría conductista, desarrollada entre los años 1920 y 1950 en EE.UU., ha tenido una gran influencia en la enseñanza que valora la adquisición de conocimientos, habilidades y competencias. Esta teoría enfatiza el cambio en la conducta como el principal objetivo de los procesos de aprendizaje. De sus planteamientos básicos aquí se cita: a) El aprendizaje es algo que se produce como consecuencia de la respuesta a estímulos externos; y b) El aprendizaje se produce en pasos progresivos que avanzan en complejidad y que necesitan un refuerzo constante para ser adquiridos (Moral Santaella, 2010). La enseñanza denominada tradicional estuvo basada en este paradigma y aún continúan muchas de sus prácticas en la educación nacional. Entre las críticas hay que destacar que omite el componente afectivo-emocional al concebir los estudiantes como agentes pasivos, los cuales son vistos como recipientes que han de ser llenados con información nueva, presuntamente neutral, encima de la información vieja. Paulo Freire le llama educación bancaria. Ese modelo es reflejo de una educación conservadora, autoritaria, positivista y no participativa.
En la reforma educativa dominicana ocurrida en la última década del siglo XX, la cual se proyectaba al siglo actual, se basaba en la nueva pedagogía constructivista, ya que muchos de los países en desarrollo emprendieron importantes reformas educativas para preparar a sus ciudadanos para un mercado global y las nuevas tecnologías de información.
La mayoría de estas reformas recurrieron al constructivismo como un instrumento crucial para llevar a cabo estos cambios educativos, presentando esta noción como inherentemente democrática (Rodríguez Pérez, s/f).
En su artículo Constructivismo y educación escolar: ni hablamos siempre de lo mismo ni lo hacemos siempre de la misma perspectiva epistemológica, César Coll expresa que en las últimas décadas del siglo XX la teoría y la práctica educativa fueron enriquecidas o encorsetadas, por una serie de planteamientos que tienen su origen en la explicación del psiquismo humano, conocida genéricamente como constructivismo, debido a la creencia de que las relaciones entre el conocimiento psicológico, la teoría y la práctica educativa eran las claves fundamentales para mejorar la educación en general y la educación escolar en particular.
La enseñanza bajo el constructivismo se concibe como un proceso a través del cual se ayuda, apoya y dirige al estudiante en la construcción del conocimiento; se trata de ir de lo simple a lo complejo. Por eso, la enseñanza desde este enfoque no centra su esfuerzo en los contenidos, sino en el estudiante, lo cual significaba un cambio conceptual en la educación tradicional.
Para algunos autores el constructivismo aparece como una idea intrínsecamente buena. Se presenta como un concepto ideológicamente alineado con las fuerzas más progresistas y democráticas en la educación. Sin embargo, otros autores confrontan este culto internacional a las pedagogías centradas en el niño como garantes de los ideales democráticos y plantean el rol ideológico del constructivismo en las reformas educativas, ya que el mismo sirvió como el agente de la agenda neoliberal de la época al “psicologizar” al aprendiz y al conceptualizar el cambio educativo como un proceso confinado a los límites del estudiante.
Asimismo, se reconoce que algunos/muchos profesores de aquí y otros países nunca creyeron ni se comprometieron con una enseñanza constructivista, pese a las demandas de la nueva reforma curricular. La dominicana se inició en el año escolar 1995-1996.
Al parecer, la segunda reforma planteada como una Revisión y Actualización Curricular porque al enfoque constructivista de la primera le agregaron el de la educación basada en competencias. Sin embargo, tanto uno como el otro enfoque han sido una piedra en el zapato de muchos maestros y profesores, en vista de que ninguno fue estudiado a profundidad en los centros educativos del país, simplemente las autoridades los decretaron y solo se realizaron cortas jornadas para para darlos a conocer.
Jordi Planas-Coll (2013) en El contrasentido de la enseñanza basada en competencias afirma: “El uso del término ´competencia´ en la gestión de recursos humanos y en la investigación social emergió hace décadas con la finalidad de disociar las capacidades productivas de las personas, de su educación formal. En la Enseñanza Basada en Competencias (EBC) se da un paso atrás, se pretende asociar las competencias a la educación formal y a sus certificados, con lo cual se contradice el significado para el que se creó esta noción”.
Por su parte, Leticia Sesento García, en: EL CONSTRUCTIVISMO Y SU APLICACIÓN EN EL AULA – Algunas consideraciones teórico-pedagógicas (2017), especifica Ahora este modelo vuelve con la educación basada en competencias, a través de las reformas educativas iniciadas en este siglo, recomendadas por organismos internacionales. En su afán de lograr mejores rendimientos, los gobiernos están transformando la formación de los sujetos, no en alguien que piense, que sea crítico, sino en aquel sujeto que se adapta mejor a las condiciones de un mercado basado en un neoliberalismo salvaje,
La reconocida mala calidad de la educación dominicana, la situación que plantea la pandemia provocada por el COVID-19 y la coyuntura de que en pocos días se habrá elegido un nuevo Gobierno, anima a creer y plantear la necesidad de repensar la educación nacional. En la literatura especializada se plantea que una educación reproductora de los valores del mercado fomenta la pasividad ciudadana frente a una educación que intenta transformar y fomentar la participación para hacer realidad que otro mundo es posible. Hoy el desafío educativo ya no se reduce simplemente al acceso a la cultura, la capacitación para el desarrollo en la sociedad tecnológica o en la sociedad de la información. Los retos educativos de hoy son mucho más amplios.
La educación que merece y necesita el país ha de ser más eficaz y crítica que la actual, más realista, más creativa, más emocional y mucho más humana. Una educación que enseñe a analizar, proyectar, decidir, cuestionar. Es hora de encontrar caminos que orienten y den respuestas con Otra Educación, pues urge repensar Ia Educación Dominicana con profundidad.