1.- Núñez de Cáceres entre la ocupación haitiana y su partida a Venezuela (Febrero 1822- abril 1823). 

La vida de Núñez de Cáceres se fue erizando de dificultades, tras la ocupación haitiana del 9 de febrero de 1822. No obstante, permanecería   en el país más de un año, antes de su definitiva partida al extranjero. 

¿Abrigaba acaso todavía la esperanza del auxilio de la gran Colombia?  No es mucha ni consistente la documentación de que se dispone en torno a estos meses oscuros y accidentados de su vida, como no pocos los infundios que sus detractores se encargaron de propalar, como es el caso de los vertidos por el historiador haitiano B. Ardouin, quien no tuvo embarazo alguno en afirmar que Núñez de Cáceres había recibido sueldos de Boyer y la oferta del cargo de Senador, calumnia que Morillas, Max Henríquez Ureña y otros se encargarían de desmentir con argumentos contundentes. 

 Una carta autógrafa que el 6 de agosto de 1822 dirige al  entonces Vicepresidente e intendente del departamento  de Venezuela, general  de división Carlos Soublette, pone de manifiesto, no sólo cuan dramática era su  situación, sino también los auxilios que esperaba recibir en momentos tan aciagos. 

Confiesa estar “asediado por la censura y el espionaje”. Y le expresa: “…el tiempo corre, la urgencia crece, y mi reputación sufre en lo más sensible…

Le expone, además: 

José Núñez de Cáceres

 Conviene igualmente que V.E tenga entendido que la independencia de Colombia que proclamamos aquí fue bien recibida en todos los demás lugares de la Parte Española, sin que ni uno ni otro siquiera la hubiese repugnado; más, como sobrevino tan inmediatamente la irrupción de nuestros bárbaros vecinos, ahora todos le atribuyen esta desgracia, porque tal es la rutina del vulgo en las calamidades públicas, y algunos serviles aprovechándose de esta enfermiza disposición del pueblo han comenzado a levantar partidos   por la bandera española otra vez, contando con auxilios de Puerto Rico y otros recursos, que  aunque remotos o del todo imposibles, tienen la fuerza necesaria para ganar terreno”. (Clío, Julio- Agosto 1933: pág. 102). 

Arriba a Venezuela el 22 de abril de 1823  por el puerto de la Guiara, desde donde, con carácter inmediato, se dirige al general José Antonio Páez- a la sazón comandante general del departamento de Caracas-, mostrándose  confiado en la generosidad con que Vuestra Excelencia acoge a todos los amantes de la independencia de Colombia”. 

Páez le ayudaría a encaminar diligencias ante el Vicepresidente Santander, pero las mismas no resultaron eficaces. Tal era su empeño en conseguir ayuda para la patria desvalida, que a decir de José Gabriel García: “…no cesaba de hostigar al General Páez, para que de cualquier manera le proporcionara seis mil hombres, mandados por buenos jefes, y provistos de los elementos necesarios, a fin de emprender cuanto antes la reconquista de Qusiqueya”. 

Al tiempo que iba encaminado sus contactos políticos, se dedicó en Venezuela tanto a la abogacía como al periodismo, fundando el periódico “El Cometa”, siendo célebre  la polémica entablada con  su contrincante y antiguo condiscípulo suyo en la Universidad de Santo Domingo, Doctor Cristóbal de Mendoza, catalogado como “príncipe de las ciencias y de las letras”, y quien para adversarle en las lides periodísticas, fundaría el periódico “El Astrónomo”. 

Objeto de juicios encontrados entre los estudiosos de la vida de Núñez de Cáceres, constituye su decisión de unirse a la causa de Páez, abogando con su verbo y su pluma por la causa separatista, adversando a Bolívar y la gran Colombia.

No sin cierta ligereza, se ha querido atribuir a Núñez de Cáceres, que al actuar de este modo obraba por despecho contra quien, conforme su criterio, había dado la espalda a sus propósitos políticos. 

El asunto, no obstante, parece más complejo y no es desdeñable conjeturar que, amén de la amistad con Páez, como sostienen varios historiadores, cifrara la esperanza en los ofrecimientos de  apoyo que este le hiciera  para coadyuvar a la causa de la libertad en Santo Domingo. 

Conforme lo antes expuesto, habría que matizar las consideraciones de Larrazábal Blanco, cuando al referirse a esta actitud de Núñez de Cáceres, le enrostraba el hecho de que: “nunca supo comprender la grandeza de Bolívar. No tuvo, pues, la grandeza de que hablaba Carlyle: la de comprender cuando un hombre es más grande que uno”. 

Durante su estadía venezolana,  aunque le sirvió como secretario privado, Núñez de Cáceres rehusó aceptar de  Páez el cargo de asesor de la Intendencia de Maturín, posición  que, a decir de Morillas,  no se hallaba a la altura de sus merecimientos”, como tampoco aceptó que Bolívar, tras su retorno a Venezuela, le designara presidente de la Corte Superior de Justicia de Cumaná, muy probablemente advirtiendo que el móvil oculto tras dicha designación consistía en  granjearse su favor o, en su defecto, alejarle de Caracas.

2.- La etapa mexicana de Núñez de Cáceres (1827-1846). 

Gracias, especialmente,  a los encomiables esfuerzos de los hermanos Rafael y Eduardo Matos Díaz, Emilio Rodríguez Demorizi, Fernando Pérez Memén, entre otros destacados investigadores e historiadores, es posible conocer hoy más en detalles los últimos 19 años del  periplo  vital de Núñez de Cáceres.

Los mismos  corresponden a su intensa estadía en México, plena de significación para quien se proponga biografiarle, pues como ha puesto de relieve  Pérez Memén, de ser un liberal moderado, en esta significativa etapa de su vida,  se fue transformando su pensamiento político, convirtiéndose en un abanderado de la causa revolucionaria mexicana,  como podrá advertirse en lo adelante. 

Núñez de Cáceres

Sabedor de que no gozaba de la confianza de Bolívar y decepcionado con Páez, en 1827 decirse marchar  a la república confederada de México. Le acompañaba su hijo José, que poco después sería también figura de alto significación  política e intelectual en México y su discípulo Simón de Portes, otro dominicano de grandes luces, que alcanzaría bien ganada fama y quien fuera el abuelo del Ex. Presidente de México Emilio Portes Gil. 

Arriba primero a la ciudad de San Luis Potosí, donde el gobernador de dicho estado le expidió sin demora la carta de ciudadanía.

A este respecto afirma su biógrafo José María Morillas: “…el haber sustraído a la dependencia de la metrópoli la parte española de la Isla de Santo Domingo era un distinguido mérito en aquellos países que habían seguido la misma suerte”. 

Su estancia definitiva la fijaría Núñez de Cáceres en Ciudad Victoria, capital del Estado de Tamaulipas. Durante los tres primeros años de su arribo ejerció  la abogacía, pero ya en 1830 sería nombrado fiscal de la Corte Suprema de Justicia.

Un dato significativo para calibrar la importancia que en México tuvo la figura de Núñez de Cáceres, es el  hecho de que, apenas seis años después de su llegada, específicamente el  26 de septiembre de 1833, el Congreso Constitucional del Estado Libre  de Tamaulipas, encabezado por Francisco Vital Fernández, emitía  el decreto No. 16, el cual,  en su artículo 1, consignaba:

Es ciudadano y benemérito del Estado el Doctor José Núñez de Cáceres, por los distinguidos servicios que ha prestado a éste, y a la Federación”, distinción que, de igual manera, le fue concedida a su hijo José y a su discípulo y coterráneo Simón de Portes. 

En el mismo año, fue declarado Senador en dicho Estado y en el Congreso General de la Confederación. Lucha con denuedo a favor de la causa de los federalistas, sirviendo con su elocuencia y su pluma a los planes del general José Esteban Moctezuma que con sus seguidores rebeldes, se  enfrenta  a las tropas conservadoras encabezadas por el general y Vicepresidente conservador Anastasio Bustamante. 

En 1834 fue designado fiscal de la Corte Suprema de Justicia  y  de Hacienda Pública. Varios de sus biógrafos destacan la probidad, inteligencia,  celo y respeto por las libertades públicas con que desempeñó tales funciones, además de dedicarse, cuando las posibilidades se lo permitían, al ejercicio de la abogacía. 

 En importante carta que dirige a su discípulo y coterráneo Simón de Portes, en fecha 31 de marzo de 1834, deja traslucir su compromiso político con la lucha revolucionaria en México, cuando le escribe:

“ Las Cámaras, hasta aquí, han trabajado en vano, sin plan ni concierto, pero tengo fundadas esperanzas de que ese mal va a ser remediado prontamente, y he tomado parte en la empresa de muy buena fe, bajo la protestación de mi fe política, reducida a un sólo artículo, a saber: que soy hombre de la revolución, pero de ningún partido, y de consiguiente que aunque no me llamen a la lucha, me lanzaré a ella para hacer triunfar la revolución y sus principios, no para ensalzar a nadie ni para el padrinazgo de las personas”.

Su hijo, Lic. José Núñez de Cáceres, fue electo Senador de la República en el año 1834  por la capital de México, “en cuyo destino se hizo notable por el buen juicio y aplomo de sus opiniones liberales y decisión por la causa pública”.

Para entonces iban ya declinando considerablemente  sus fuerzas, no obstante lo cual, al enterarse de que había triunfado en nuestro país la causa de la independencia, escribiría en la prensa mexicana destacando la importancia del hecho.

El 24 de abril de 1845 escribe a su amigo, el Vicepresidente de México Valentín Gómez Farías, indicándole: “…me atacó un ataque cerebral que me privó de todo sentido corporal…”, los que le repitieron en mayo de 1845: “he sufrido dos ataques cerebrales,  y  el ultimo me ha dejado enteramente tullido que no puedo moverme de casa ni con muletas”. 

Prueba de su gran probidad es el hecho de que, a pesar de prestar tan eminentes servicios  públicos  y de su  ejercicio profesional, no atesoró bienes de fortuna. No disponía de medios para solventar los gastos de sostenimiento y medicina, razón por la cual, a pesar de las dificultades del erario, ya cercana la lucha contra la invasión norteamericana, el gobierno del Estado de Tamaulipas y la Junta Departamental, se vieron precisados a  asignarle  una pensión.  

Anciano, pobre y enfermo, se produjo su deceso a los 74 años de edad,  al atardecer del  11 de septiembre de 1846. El  acta de defunción certificaba como razón de su fallecimiento  cangos en la cabeza” (abscesos?),  larga y cruel enfermedad”, como la llamaría  Simón de Portes, quien a su deceso pronunció en sus honras fúnebres un memorable panegírico, destacando con brillantez inigualable los grandes méritos de este dominicano eminente. 

Afirmaría, entre otras cosas: “no dudó en 1821 en sacrificar su fortuna y brillante posición social a la causa general de américa, proclamando la independencia de la república, hoy dominicana…tuvo que sufrir los rigores de la expatriación, pues no hay patria donde manda un tirano”.

El 14 de septiembre de 1846, Januario Álvarez escribe al Vicepresidente Valentín Gómez Farías, indicándole:

Núñez de Cáceres

Con el más profundo dolor participo a V.E que el día 11 del actual y a las 6 de la tarde falleció en esta capital el honrado y virtuoso ciudadano Don José Núñez de Cáceres, dejando en este país una memoria eterna por su decisión a la libertad de la República”. 

En digno reconocimiento a su memoria, el Congreso Local de Tamaulipas, en  octubre de 1848, ordenó, mediante decreto, grabar su nombre  en letras de oro en su recinto, pero, a no dudarlo, tal vez el más sentido homenaje rendido por su agradecida patria de acogida, es el epitafio inscrito en su tumba, en  el viejo cementerio de Ciudad Victoria, el cual rezaba así: VICTORIA TE LLORA DOLIENTE. 

97 años después de su muerte, durante el régimen de Trujillo,  vísperas de la celebración del primer centenario de la independencia y el 80 aniversario de la Restauración, sus restos fueron traídos desde México, a petición del gobierno dominicano, en fecha 9 de agosto de 1943, siendo inhumados en la capilla de los inmortales, de la Basílica Metropolitana, el 16 de agosto del mismo año, conforme lo había dispuesto el decreto No. 1331 del 13 de agosto.

Junto a él, fueron inhumados los restos de los  próceres José Joaquín Puello, Gabino Puello, Félix María Ruiz y Juan Nepomuceno Ravelo. 

 

 

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