La humanidad está viviendo nuevos tiempos, no solo porque las redes sociales cambiaron el acceso a la información y la globalización acercó todos los puntos haciendo que lo que ocurre en un lugar repercuta de alguna manera más allá de sus fronteras como ha quedado comprobado con la presente pandemia, sino porque las nuevas generaciones de la Y a la Z, tienen otras perspectivas de la vida.
Y este cambio se ha sentido en muchas sociedades como fue el caso en nuestro país, cuando jóvenes que decidieron protestar por la suspensión de las fallidas elecciones municipales del 16 de febrero de 2020 generaron una ola de repudio que provocó un giro inusitado en la situación política, el cual no fue apreciado en su justa medida por las autoridades del momento a quienes su salida del poder aparentemente les tomó de sorpresa, y naturalmente fue aprovechado por su principal opositor, lo que en parte selló su triunfo electoral.
Recientemente en Chile ese fenómeno no solo forzó un cambio a la Constitución sino que llevó de las protestas en las plazas al gobierno a uno de sus líderes, convirtiéndose Gabriel Boric no solo en uno de los presidentes más jóvenes de ese país y del mundo con apenas 35 años, sino en uno de los que más rápidamente ha accedido al poder luego de que en el año 2011 se diera a conocer como uno de los estudiantes que salieron a las calles a demandar educación de calidad y gratuita en el primer gobierno de Sebastián Piñera, a quien precisamente sucederá, después de dos períodos como diputado.
Aunque miles de personas aclamaron su elección, esta ha causado enorme preocupación en múltiples sectores en Chile y fuera de allí, y su gran reto será mantener el justo equilibrio entre intentar cumplir con sus promesas de mayor inclusión social y de llevar a cabo reformas estructurales a los fines, y sortear la incertidumbre que ha generado su elección en el sector financiero y una parte importante de la sociedad chilena que recela de los cambios prometidos y teme que sus consecuencias sean echar por la borda el desarrollo económico alcanzado.
En su discurso el día de su elección Boric expresó que el muy halagado progreso económico chileno, “tiene pies de barro” porque “no llega a los más necesitados”, y entre otras cosas prometió honrar los reclamos del estallido social de 2019 por una salud y educación “que no discrimine entre ricos y pobres” y “pensiones dignas para quienes trabajaron para hacer grande Chile”, expresando que las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones) que “ganan cifras absurdas a costa del trabajo de los chilenos, son parte del problema”, y que defenderá “un sistema público y autónomo sin fines de lucro”, posiciones que desde algún tiempo han generado una onda expansiva de inconformidad en los países de la región que adoptamos el modelo chileno y que nos obliga a reflexionar sobre los cambios necesarios, sin olvidar las amargas experiencias anteriores como el quebrado Instituto Dominicano de Seguros Sociales (IDSS).
La salud más que nunca ha sido valorada a lo largo de esta larga pandemia y el acceso universal a la misma en condiciones de calidad es cada vez más necesario y exigido por la ciudadanía, pero precisamente el covid-19 ha puesto al descubierto las debilidades e injusticias de muchos sistemas de salud e importantizado el rol del Estado, pues este ha debido asumir principalía para atender las necesidades de la población, y en nuestro caso por ejemplo ha debido cubrir costos de atenciones, de pruebas diagnósticas y medicamentos ante la falta de cobertura del seguro de salud de nuestro sistema de seguridad social.
En estos nuevos tiempos ya no bastan cifras positivas de crecimiento económico, estabilidad macroeconómica o salarial, las nuevas generaciones están más conscientes de sus necesidades y más dispuestas a reclamarlas, exigen mayores oportunidades y mejor calidad de vida, y esto debe provocar un cambio de visión a todos los niveles, de los actores políticos, empresariales, sociales, académicos, porque si las respuestas no son apropiadas buscarán dónde encontrarlas, y la incidencia de las calles es cada vez más fuerte y su paso al poder cada vez más corto, para bien o para mal, lo que todavía está por verse.