A principios de diciembre de 2019 dije en una entrevista de televisión y en un artículo que era difícil que se produjera una segunda vuelta en las elecciones presidenciales de 2020.

En ese momento, hacer este planteamiento era una aberración porque prácticamente todos los comentaristas y muchos dirigentes políticos de la oposición hablaban de una segura segunda vuelta y establecían sus estrategias en función de eso.

De ahí, por ejemplo, que el PRM cediera una docena de candidaturas senatoriales a la coalición de partidos que postulaba a Leonel Fernández, como una manera de ganar su apoyo en segunda vuelta. Así, el PRM perdió la oportunidad de llevar gente suya que hoy fuera congresista electo.

Mi argumento en ese entonces fue que había cuatro factores que inclinaban la balanza en contra de una segunda vuelta y debían ser tomados en cuenta (no hablaba de datos de encuestas porque en ese momento no había ninguna encuesta al respecto).

¿Cuáles son esos factores?

Primero: los votantes dominicanos tienden a concentrar el voto, no a dispersarlo; es decir, el electorado apuesta por una de las dos alternativas punteras. Por eso, aunque la segunda vuelta se estableció en la reforma constitucional de 1994, solo se ha producido una vez, en el año 1996, un momento en que Joaquín Balaguer estaba impedido de participar en las elecciones, y el partido puntero (PRD) no tenía la posibilidad de construir la mayoría de 50+1 que se había establecido en 1994.

Ahora ni siquiera la presencia de Leonel Fernández en la boleta de varios partidos, presidente tres veces, inclinaría la balanza hacia una segunda vuelta, porque, lo que él haría sería quitarle una tajada de votantes al PLD, quedando entonces la posibilidad de que el PRM ganara.

Segundo: el hastío electoral de la ciudadanía. Con elecciones primarias celebradas en octubre de 2019 y municipales en febrero (luego marzo por la suspensión), al llegar las elecciones presidenciales-legislativas en mayo (luego en julio por la pandemia), el electorado dominicano estaría cansado de elecciones, y, se inclinaría una vez más por concentrar su voto entre las dos opciones punteras en las encuestas más creíbles que se publicaran justo antes de las elecciones.

Tercero: las elecciones actualmente son muy costosas y una parte importante de los recursos tendría que venir del sector privado, sobre todo, para los partidos de oposición que tienen menos acceso a los recursos públicos. Por tanto, los financiadores de candidatos se resistirían.

Cuarto: para que en el sistema electoral dominicano irrumpiera una tercera opción con fortaleza (al margen del PLD y PRM), tendría que ofrecer algo realmente nuevo, lo que no hacía Leonel Fernández.

Por ejemplo, en el 1996, única vez que hubo doble vuelta, el PLD emergió con un proyecto novedoso (el llamado Nuevo Camino) y no había gobernado anteriormente. Además, Balaguer tenía alrededor del 30% del electorado y se lo transfirió al PLD para que Peña Gómez no llegara al poder. Ahora no había una tercera fuerza política novedosa.

A esos cuatro factores, que, como dije, señalé a principios de diciembre de 2019 para explicar por qué era poco probable una segunda vuelta, se agregaron luego dos más: la suspensión de las elecciones de febrero y la pandemia. Estos dos eventos empujaban aún más la situación hacia una resolución en primera vuelta.

Me alegra que mi pronóstico se cumpliera, no por el pronóstico, sino porque tres semanas más de campaña electoral hubiese sido altamente desgastador para el pueblo dominicano.

 

Artículo publicado en el periódico HOY