Siempre he dicho, como Cuquín Victoria, que somos un país muy especial y también que si algún día se descubre la cuarta y hasta la quinta dimensión, no será en Instituto Tecnologico de Masachussets, o en los laboratorios espaciales de Huston o en las aulas de Harvard, sino aquí nuestro querido patio, en cualquier barrio de la capital o del interior. Asimismo nuestra curiosa República debe ser incorporada entre las principales maravillas del mundo, pues las cosas que suceden aquí son únicas no solo en el planeta que vivimos, sino en todas las galaxias o constelaciones que puedan existir.

Nos referimos al caso del llamado Quirinito personaje siniestro que ocupa ahora las páginas de los diarios, y los principales comentarios del pueblo, acostumbrado éste a seguir cada escándalo como si de una novela de lloriqueos que dan por televisión se tratara.

Esta vez, el guion es nada menos que un impresionante caso de resurrección, un señor asesino que está preso en la cárcel se chequea con los médicos, le diagnostican un cáncer, lo envían a su casa para morirse, se muere, lo registran como tal, y a los varios meses aparece no se sabe aún dónde, vivito y coleando. No me digan que no es un escape bien original y simpático. Desde la resurrección de Lázaro, que sepamos, no habíamos tenido noticias sobre casos de esta naturaleza, pero como somos tan singulares y unos maestros en el arte burlar leyes, autoridades y salidas prohibidas, aquí se puede fallecer y volver a la vida, y no hacen falta sofisticados medicamentos ni experimentos complicados con máquinas y energía como los del famoso Frankenstein, sólo hacen falta un poco de ingenio y unos cuantos fajos de billetes para que el milagro vuela a suceder, los cuartos aceitan de maravilla las máquinas de la corrupción con impunidad garantizada, si son bastantes.

Y es que a falta de diversiones, la gente se entretiene con lo que más abunda, los líos, los robos, los tumbes de narcos, las cogiocas indebidas, los intercambios de disparos, las comisiones de funcionarios, etc. Estos temas nuca faltan y se suceden continuamente, sin fin, como el dicho popular de un clavo saca otro clavo. Algunos chuscos, entre fría y fría, ya están entonado aquella canción cuya estribillo decía “Que no estaba muerto, no, no, que estaba de parranda”.

Y de seguro el Quirinto debe estar de parranda lejos de aquí y riéndose con las dos muelas de atrás de todas las autoridades dominicanas. ¡Ah! que tenemos que ver fenómenos extraños por aquí… ¡y los que faltan!