Un presidente de re­pública es simplemen­te un empleado del Es­tado a quien se contrata por un tiempo deter­minado para que administre la cosa pública. El contratado puede, con sus actos, ganar y perder legitimidad (del balance final depende que se le contrate nuevamente). Pero una cosa es un presidente y otra un estadista: aquel que protagoniza saltos de calidad en la historia; que toma decisiones perdurables y trasciende el interés personal en aras del interés general…¡Cuánto desea este pueblo que Danilo “se vuelva loco” y estremezca este país! (Por ejemplo, diciéndole al Procurador: “Francisco, dale con todo el pie y tranca a los corruptos”).