Muchos dicen que a las personas mayores poco les importa su país porque ya están cansados. Y tampoco a los jóvenes porque están distraídos. Sin embargo, la actual rebelión cívica que unos y otros  libran en Nicaragua demuestra que la dignidad y la libertad no envejecen y que todo intento de violentarlas puede despertar la solidaridad y la conciencia colectiva en jóvenes y viejos para defenderlas.

Desde hace unos tres meses Nicaragua está pasando por una profunda crisis económica, política y social. En las calles  se libra una lucha encarnizada entre los  ciudadanos armados  de dignidad y ansias de libertad y los soldados y policías que con sus armas  mortíferas  que ya han dejado  más de 300 muertos y más de 2 mil heridos.   

La confrontación comenzó cuando en el mes de abril de este año el gobierno   sorprendió a los envejecientes con  la aprobación sin consenso de las reformas a la seguridad social que contemplaba un 5% de reducción mensual de las pensiones y un aumento de las cotizaciones desde el 6.25% al 7% para el trabajador y del 19% al 22.5% para el empleador.

Los abuelos jubilados salieron a la calle a defender sus derechos y a condenar el atropello que los empujaba al abismo de la  precariedad. A su lucha se sumaron sus nietos. Por un doble motivo: luchar contra el abuso a sus mayores y contra otras grandes calamidades a que es sometida la población.   

Y también se sumaron otras rebeldías silenciadas y convertidas en una resistencia cívica caracterizada por la pérdida del miedo a la fuerza bruta aniquiladora de vidas y libertades.

Pese a que  la reforma fue retirada poco después por el presidente Daniel Ortega,  la represión indignó a la ciudadanía que lanzada a las calles desafiaba pacíficamente a los cuerpos armados  y policiales convertidos en opresores del pueblo  en nombre de una revolución traicionada que hoy encabeza matanzas y crueldades contra envejecientes y jóvenes que luchan por la reivindicación de una justica social y económica que les son usurpadas.

Pero las protestas no se deben solamente  a la reducción de la pensión de los jubilados. También son impulsadas  por  la censura a los medios, por la corrupción, por la censura de la libertad de expresión, por el derecho a la protesta y el respeto a la vida de los nicaragüenses. 

Los jóvenes han sido la clarinada para que el resto de la población despertara. Asumiendo el dolor de sus abuelos y los suyos propios,  los jóvenes de Nicaragua han iniciado una rebelión cívica histórica con marchas pacíficas, que han inspirado al pueblo nicaragüense para alzar la voz contra los atropellos a las más elementales libertades y derechos que el actual gobierno  viene realizando.

Tal como expresa Nora Habed, psicóloga de la Universidad Centroamericana de Managua: "Esta es una lucha que apela sólo a la justicia y a la fuerza de la razón sobre la razón de la fuerza y del poder. Tiene un potencial revolucionario porque arrastra a jóvenes, adultos y ancianos, ya que une este sentido ético que va más allá de todo partido político porque apela a la conciencia sobre el valor de la vida con dignidad”.

Por su parte, el laureado escritor nicaragüense Sergio Ramírez reconoció el valor de la lucha de los jóvenes porque constituye “el reclamo  de los estudiantes  sin caudillos ni aprendices de caudillos, encabezado por jóvenes lúcidos y transparentes, dichosamente inexpertos en artimañas”.  Que, además,  han puesto los muertos, en una resistencia cívica sin precedentes, y de esta manera, aunque con dolor y sufrimiento, y sacrificio, le abren al país la oportunidad de un cambio político: el paso de la dictadura a la democracia, sin que medie una guerra civil.

En Nicaragua queda más que demostrado que los abuelos no están cansados ni los nietos distraídos cuando el  decoro de su patria lo reclama. Y que hay un eco que conecta al “pasado revolucionario” de los abuelos con el presente de los nietos en una lucha que aún no termina y que los hace permanecer unidos para participar activamente en las posibles salidas colectivas al conflicto.   

Los abuelos están dejando una huella imborrable por la cual sus nietos y los que pudieran serlo deberán continuar la defensa de la dignidad y la libertad. Su rebelión, en tanto expresión de solidaridad y dignidad,  queda plasmada como pedagogía libertaria para los demás pueblos latinoamericanos. Y esta voz de alerta  suena también para nosotros los dominicanos. ¡Aquí existen sobran razones  para nuestras propias rebeliones cívicas!