Muchos dominicanos que quieren mejor destino para su país miran a México con esperanza y, si allá López Obrador tuvo una formidable victoria, aquí debería poderse también. Pero nuestra realidad es otra.
Demográficamente México es muy homogéneo, lo cohesiona una identidad nacional sólida construida a lo largo de casi dos siglos de existencia; tiene un vecino poderoso al norte que, por sus propias actuaciones contra el pueblo mexicano, y también usado por las elites como chivo expiatorio ha contribuido a cohesionar la nación. Los dominicanos en cambio ni son demográficamente homogéneos ni han logrado antes establecer una identidad nacional equiparable a la mexicana. Millones de dominicanos viven en el extranjero y extranjerizándose. México tiene otros tantos millones que generalmente reclaman furiosamente su identidad. De hecho, la identidad dominicana se ha definido históricamente en relación a Haití de cuya negrura y pobreza ponemos distancia pero a quien las élites locales no pueden culpar de nuestros desatinos.
Por su pasado, su tamaño y antecedentes históricos México ha producido varias generaciones de guerreros legendarios como Pancho Villa y Emiliano Zapata, líderes políticos como Benito Juárez, Francisco Madero y Lázaro Cárdenas cuya influencia ha trascendido a otras partes del mundo. Poetas como sor Juana Inés y Octavio Paz, escritores y lingüistas como Alfonso Reyes o narradores como mi favorito Juan Rulfo, pintores como los grandes muralistas Rivera, Orozco y Siqueiros adornan el pasado y forjan una cultura mexicana que nosotros no tenemos. Mientras el nacionalismo exaltado distingue la historia de México, la nuestra, una y otra vez, ha recaído en las manos de anexionistas, extranjeritas y vendepatrias. En la historia de México fusilaban a los vendepatrias mientras que en dominicana fusilábamos a los patriotas y fueron ellos quienes corrieron esa suerte y enfrentaron tan ingrato destino.
México vivió por décadas bajo la férula del Partido Revolucionario Institucional (PRI) donde, a conveniencia de la gobernabilidad de las élites, se cobijaban tendencias diversas y a veces contradictorias. Pero lograron la estabilidad política que los dominicanos solamente hemos encontrado bajo las dictaduras que primero invocamos como necesarias y luego aplaudimos serviles; a las que nos sometemos resignados y terminamos repudiando para mas tarde volver a invocarlas.
El PRI donde empezó su carrera política el propio López Obrador empezó a hacer agua por diversos lugares y causas siendo una de ellas el asesinato en 1994 de Donaldo Colosio que rompió el pacto que garantizaba la estabilidad. Tras esta trágica alteración, México empezó a descender hacia niveles cada vez mas graves de desorden e ingobernabilidad.
La matanza de 43 estudiantes de magisterio en Ayotzinapa, el surgimiento de las autodefensas armadas de Michoacán, los zapatistas de Chiapas, los carteles diseminados por casi todos los estados y responsables de una matanza tras otra tanto bajo la forma de asesinatos selectivos como de matanzas y ajustes de cuenta colectivos e indiscriminados conforman una cuadro terrible de inseguridad donde el Estado mexicano fue impunemente desafiado por el narco, por los caciques, por los millonarios, por los políticos corruptos y por fuerzas policiales penetradas, compradas y vendidas en toda regla. La única institución en México que ha sido usada una y otra vez para operaciones de envergadura contra esa violencia es la Marina de Guerra como si todas las demás hubieran abdicado su responsabilidad de la misma manera que Peña Nieto el presidente saliente, claramente, nunca estuvo, ni siquiera cerca de la estatura necesaria. Nosotros estamos marchamos rápido en esa dirección pero el desorden entre nosotros todavía no ha producido hechos de esa magnitud, frecuencia y naturaleza.
El PRI es parte central del gran acuerdo nacional que desde 1928 instituyó en México un periodo presidencial de seis años y la imposibilidad absoluta, bajo cualquier forma, propuesta o modalidad de reelección. En ese régimen de sexenios se han cometido errores pero ha funcionado y ha sido respetado por todos. No tenemos esa figura en la RD y la reelección sigue siendo un cáncer entre nosotros porque, el sistema político por un lado ha propuesto y el cuerpo social consentido en modificar la Constitución para acomodar las ambiciones personales de cada presidente que lo ha intentado con la vergonzosa complicidad del Congreso y el Poder Judicial.
López Obrador es un dirigente fogueado y capaz que ya había ganado antes pero a quien le habían robado el triunfo. Había sido del Partido Revolucionario Democrático (PRD) y abandonó este cuando perdió el control de su dirección y orientación para fundar el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y no pase el lector por alto el nombre del movimiento: regeneración. En el escenario político dominicano de hoy día no tenemos a nadie de ese calibre y conviene no confundir al hombre y las circunstancias con el movimiento. MORENA fue fundado en 2012, registrado como partido en 2014 y gana con grande mayoría en 2018. Y muchos dirán, increíble, ganó en solo cuatro años. No fue así.
Las clases medias mexicanas habían dejado de creer en las soluciones tradicionales del PRI y del PAN y entendieron que el cambio era impostergable a la vez que posible. Ni su propia supervivencia podía ser garantizada con mas de lo mismo. Por lo tanto, sin renunciar a sus aspiraciones modernizadoras ni abrazar una cultura revolucionaria ni nada por el estilo, las clases medias mexicanas comprendieron que el modelo sobre el cual habían construido estaba deshecho y fueron a respaldar la única opción que les pareció creíble y que, tanto mas creíble la hacía la oposición empresarial, los corruptos y los beneficiados de siempre.
México había tocado fondo. Nosotros no. Nuestras clases medias le tienen miedo al cambio en mayor medida de lo que rechazan al gobierno actual. Queremos comer pescado pero sin mojarnos la ropa. Jugamos a la política y al cambio pero sin apostar con todo, sin arriesgarlo todo. Nuestra oposición es, como esos empleos que andan por ahí: “un part time”. Pero esa condición del liderazgo actual, aunque refleja la naturaleza de los dirigentes expresa, mas claramente aun, el estado de ánimo, el grado de madurez o falta de esta de la sociedad dominicana porque antes que tomarnos la lucha contra el gobierno con toda la seriedad y riesgos nos atiborramos de cerveza, de espectáculo, de ruido, de sexo, de banalidad y de trampas y sobre todo este basurero o mas bien vertedero andamos por ahí creyéndonos la gran cosa.