La marcha verde se comenzó a articular en diciembre del 2016, después de conocerse en el país y a nivel internacional los sobornos que había pagado, en diferentes países del Caribe, América Latina y África, la brasileña multinacional de la construcción, Odebrecht. Ese acontecimiento de carácter internacional fue la coyuntura propicia para que un grupo de ciudadanas y ciudadanos dominicanos reaccionaran, pensando en la posibilidad de convocar para el 22 de enero del pasado año una marcha en la que sus organizadores esperaban que participaran unas 5,000 personas.

La gran concentración verde del 22 de enero del 2017 rompió todas las expectativas de sus convocantes. La proclama de lucha contra la corrupción y la impunidad se convirtió en la consigna de un movimiento que desde su origen supo interpretar y asumir la sed de justicia, transparencia, re-distribución y recuperación de bienes públicos que van a parar a las garras perversas de corporaciones económico-partidarias, de instituciones y personas, que han hecho de la corrupción pública y privada una práctica habitual, alentada por la más indignante y escandalosa impunidad.

Las principales actividades nacionales de la Marcha Verde han sido: las dos marchas de Santo Domingo (enero,22 y julio,16), las marchas realizadas en los pueblos de mayor población del país como: Santiago, La Vega, San Cristóbal, San Pedro de Macorís, Puerto Plata, Azua, entre otros. A esto se han añadido otras actividades de carácter simbólico como: la recogida de firmas exigiendo al poder ejecutivo que sean procesados todas las personas e instituciones involucradas en los casos de corrupción, que sobrepasan a aquellos relacionados con la multinacional Odebrecht. Otras actividades significativas fueron lo de marcha de las antorchas verdes que recorrieron las principales regiones del país, así como los conversatorios verdes que se han realizado en diferentes comunidades.

La Marcha Verde ha sido un movimiento aglutinador para asumir en los territorios luchas pendientes por el mejoramiento de la educación, la salud, la preservación del ambiente y la lucha contra la mega-minería destructora e irresponsable. En ese proceso se ha dado un desplazamiento del liderazgo tradicional de organizaciones y han salido a la luz pública un número significativo de nuevos liderazgos locales, comunitarios y populares.

La Marcha Verde ha servido para desenmascarar la estructura corrupta de un Estado al servicio de las grandes corporaciones económicas y partidarias, locales e internacionales. Y los casos de corrupción ligados a Odebrecht, en particular lo relacionado con Punta Catalina, han sido de los más significativos. Ha servido para poner a la luz pública, además, como el actual partido gobernante estuvo involucrado no solo en el tema de los sobornos pagados a legisladores, ministros y funcionarios, sino sobre todo en las grandes sobrevaluaciones de las obras construidas, cuyo dinero alcanzó también para pagar, por lo menos, las dos últimas campañas electorales (2012, 2016).

La marcha verde como movimiento social ha servido para despertar la conciencia semi- dormida, pero latente, de muchas personas e instituciones que por años no encontraban un canal idóneo para expresar su indignación, pero también su deseo de involucrarse en un proyecto ético-político orientado hacia la construcción de un proyecto-país inclusivo, en donde se prioricen las políticas públicas que respondan a las necesidades y demandas de los sectores sociales tradicionalmente excluidos, empobrecidos, convertidos en clientes dependientes, y manejados ideológicamente por las corporaciones económico-partidarias y económico-religiosas.

El movimiento verde ha servido para ayudar a entender que  el sistema de justicia, funciona como una dependencia del poder ejecutivo y del poder legislativo, que a su vez responden a los intereses de las corporaciones económico-partidarias, siendo el llamado comité político del PLD, una de esas corporaciones que más se han enriquecido, a costa del erario público, en las últimas dos décadas. Se ha comprendido, además, cómo en la arquitectura de la Constitución del 2010 se organizó todo para que los jueces de las Altas Cortes, así como el Ministerio Público, dependieran de los funcionarios del poder ejecutivo y el legislativo, quienes los ponen y los quitan, de acuerdo a si responden o no a sus intereses particulares, partidarios y corporativos.

¿Cuáles son los principales desafíos del movimiento? Esos tendrán que ser definidos de forma dialógica y democrática en las asambleas verdes que se han estado realizando en el país desde el último cuatrimestre del año pasado. No obstante nos parece oportuno señalar algunos:

  • La Marcha Verde tiene que seguir consolidándose como un movimiento social y político, en el pleno sentido de la Palabra. Debe impulsar, apoyar, generar nuevos liderazgos sociales y partidarios, pero no se puede convertir en un partido político, porque perdería su esencia y su inspiración originaria.
  • En el caso de los casos de corrupción ligados a la multinacional Odebrecht tiene que seguir exigiendo que realmente sean procesados y condenados todos los involucrados en los sobornos y no solo quienes han sido presentados por la Procuraduría de la República. Además es necesario seguir exigiendo que se ventile el tema de las sobrevaluaciones de las obras, así como el dinero pagado para las campañas electorales.
  • No se deben dejar el olvido otros grandes casos de corrupción impunes que están pendientes en el país, independientemente de que en algunos de ellos sus protagonistas hayan sido procesados y descargados judicialmente: entre éstos tenemos todo lo relacionado con la construcción de las contaminantes plantas de Punta Catalina, el Caso de Félix Bautista y compartes, el caso de Diandino Peña y su corporación, los casos de la OISOE y la sobrevaluación de las escuelas y los hospitales, la venta fraudulenta de los terrenos del CEA y los Tres Brazos, los desfalcos en los gobiernos municipales como el de San Francisco de Macorís y San Cristóbal, entre otros…

En definitiva el movimiento de la Marcha Verde es una antorcha de luz  y un manantial de esperanza que está orientando el camino hacia la construcción de un nuevo país. Por eso marcharemos el próximo domingo 28. Con la firme esperanza de que el movimiento siga convocando y uniendo voces, indignaciones, sueños y proyectos. Acogiendo la urgente invitación que nos ha hecho H. Rodríguez: “Defendamos con pasión y valentía la visión del país que queremos. Convirtamos al nuestro en un país digno, en donde nadie se sienta degradado. Hagamos posible que esto suceda. Estemos dispuestos  a “llamarse a uno mismo” y a llamar a otros y a otras, para de-construirlo y volver a construirlo desde hoy mismo, con los brazos y el corazón de todos y de todas. ¡Ojala que acudamos al llamado!”