Nos vestimos de amarillo para abogar a favor de una educación a la altura de los tiempos modernos y de la inserción en un mundo global con un sistema escolar público inclusivo adaptado a las particularidades y dificultades reales de los niños y niñas de República Dominicana.
La campaña del 4% fue un ejemplo hermoso de lo que puede lograr una sociedad cohesionada alrededor de un tema unificador como lo fue el derecho inalienable a una educación de calidad.
Ahora bien, con el beneplácito que otorga la voluntad popular y el control de los fondos públicos, cada gobernante, en un sistema político sin muchos contrapesos, tiene su “librito” para orientar las reformas y medidas en el sentido que conviene a sus propios intereses.
Las pruebas PISA, a las que aceptan someterse los estados, pueden tener defectos y virtudes, pero su finalidad es de poder definir y aportar correctivos a los males detectados. PISA no mide cuánto saben los alumnos sobre el contenido curricular ni sobre conocimientos generales, sino que procurar determinar cuánto comprenden, resuelven y comunican los jóvenes de 15 años, sobre situaciones “del mundo real”.
Al ser la educación considerada como una palanca para el crecimiento, todos los países que participan en las pruebas están muy atentos a las actuaciones de sus alumnos y buscan las recetas posibles para aportar correctivos para mejorar los resultados.
Estas pruebas, aplicadas a la República Dominicana, confirman una vez más la percepción de que hemos empezado a construir la casa por el techo, con el florecimiento de nuevas estructuras físicas por todo el territorio nacional y la implementación de la tanda extendida, utilizada más bien como una medida orientada a paliar la pobreza, de corte populista, que como parte de un plan estratégico.
No se puede negar que brindar un almuerzo a los niños, niñas y adolescentes, mantenerlos hasta las cuatro en los planteles escolares, dotarlos de uniformes y de libros, han sido medidas populares y de mitigación de la pobreza como lo ha sido también la dignificación de los salarios de los maestros.
Como en tantos otros aspectos de nuestra vida ciudadana, la voluntad mayoritaria y las aspiraciones diversas de los sectores que se integraron a la lucha a favor del 4% han sido desvirtuadas por el gobierno, en un intento de capitalizar a su favor, a corto plazo, las nuevas partidas presupuestarias.
Es interesante precisar que PISA no evalúa a jóvenes de 15 años que están fuera de la escuela ni a aquellos que están muy rezagados en sus estudios. Eso significa que la proporción de jóvenes que no poseen las competencias básicas examinadas pueden ser, en nuestro país, aún mayores de lo reportado.
La gran pregunta es qué hacer frente a los resultados de este tipo de medición, cuando el tipo de enseñanza que ofrecemos en la mayor parte de nuestras escuelas se hace en base a una memorización forzada que corresponde a un currículo superado, el único que saben manejar la gran mayoría de maestros formados a la vieja usanza y que arrastran deficiencias que transmiten a los alumnos.
El análisis de las pruebas PISA demuestra que los países que se encuentran a la delantera son aquellos que logran asociar la equidad social y el bienestar de los estudiantes para lograr buenos resultados. En el caso de Francia, se observa una clara relación entre el estatus socio económico y el buen desempeño. Este es uno de los países miembros de la OCDE que presentan una mayor desigualdad en los resultados de las pruebas entre alumnos de medios socio económicos favorecidos y desfavorecidos, con una diferencia de 107 puntos en comprensión lectora. Frente a esta realidad, podemos preguntarnos, y en República Dominicana, ¿cuál es la amplitud de la brecha tomando en cuenta las graves desigualdades sociales que nos caracterizan?
Otro punto que llama poderosamente la atención, y que es quizás el más doloroso, es el análisis realizado por el BID y CIMA para América Latina en su Nota 18. Estas entidades destacan que si se toma como punto de partida el promedio de desempeño de la OCDE se constatan resultados muy variados en la región, con una disparidad de hasta tres años de escolaridad entre los países. La diferencia entre Chile y República Dominicana asciende a 111 puntos, equivalente a tres años de escolaridad.
Costa Rica, México, Brasil, Colombia Argentina y Perú, muestran un rezago de dos años de escolaridad respecto al promedio de los países de la OCDE. El retraso promedio de la República Dominicana con relación a estos países equivale a cuatro años menos de escolaridad.
Hemos gastado el equivalente a 20,000 millones de dólares en nuestro sistema educacional durante siete años; es decir, el 4% del PIB cada año, para que un alumno o alumna de sexto año de primaria tenga las competencias que tiene un niño o una niña de segundo grado de una escuela pública promedio de un país promedio miembro de la OCDE.
No nos merecemos quedar en en último lugar en matemáticas de un total de 79 países evaluados por PISA. Pero no podemos culpar solamente a los maestros; nos debemos interrogar sobre las vacilaciones de nuestro sistema en modernizarse y de la sociedad en exigir centros escolares inclusivos, laicos, formadores de ciudadania, con nuevos currículos y nuevos enfoques, con maestros evaluados, preparados, valorizados y que no respondan a criterios clientelistas.