Como lo mencioné en mi última entrega, la comunidad de Nigua tiene la particularidad de encerrar en su geografía una gran variedad de sitios de memoria de épocas diversas, desde los albores de la colonia hasta la tiranía de Trujillo.

La cárcel de Nigua y la Casa Blanca de la Hacienda María hacen parte de este patrimonio histórico y deben ser objeto de una valorización digna como lugares de memoria que aportan luces a las futuras generaciones sobre acontecimientos de la era de Trujillo.

Las que son hoy en día las edificaciones del centro educativo Padre Zegri, bajo la gestión de las Hermanas Mercedarias de la Caridad, fueron construidas durante la ocupación norteamericana.

Aunque la idea inicial era hacer un hospital, una vez la obra concluida esta fue convertida en una penitenciaría que terminó siendo un temido centro de torturas durante la dictadura trujillista.

En la cárcel de Nigua fueron encerrados durante las primeras décadas de la Era de Trujillo numerosos opositores políticos, quienes padecieron inenarrables vejaciones y torturas que ocasionaron la muerte de muchos y marcaron de por vida a otros tantos.

Una descripción de las terribles condiciones de detención que prevalecieron en el sitio fueron descritas por Juan Isidro Jimenes Grullón en su libro “Una Gestapo en América”.

El establecimiento carcelario fue clausurado a fines de la década de 1930 y sus instalaciones fueron convertidas en la sede del hospital psiquiátrico Padre Billini, conocido como el Manicomio de Nigua.

No obstante, la dictadura siguió utilizando el hospital como centro de detención de opositores políticos, reteniéndolos allí como supuestos enfermos mentales.

En 1950 pasó a dirigir el establecimiento el doctor Antonio Zaglul, destacado psiquiatra que publicó en 1966 sus experiencias al frente del centro de salud en un libro que alcanzó amplia difusión: “Mis 500 locos”.

Para adecuar un lugar tan sinestro a la docencia de niños, niñas y adolescentes se hicieron algunas remodelaciones y construcciones adicionales. Reciben clases más de 1,200 estudiantes, desde el pre primario hacia la enseñanza técnico profesional, en los mismos cinco pabellones donde recluían a los presos y a los enfermos mentales y donde fueron torturados los oponentes al régimen dictatorial

La atalaya, construida en la forma circular característica de muchas penitenciarías, domina el recinto, recuerda la función primaria del centro, y sirve también para cursos.

En dos de los pabellones, al lado de los escritorios se conservan en las paredes las marcas de las argollas usadas para atar con grilletes a los presos políticos de la dictadura, pero sin ninguna explicación al respecto. En un pabellón quedan gruesos barrotes colocados en las ventanas.

En estas salas fueron detenidos, torturados, y ejecutados numerosos presos, algunos fueron sepultados en el mismo recinto de la cárcel. Pasaron por el manicomio de Nigua cuerdos y enfermos mentales, cuerdos que enfermaron por los maltratos y por la convivencia con los dementes.

Muchas personas destacadas de la historia nacional sufrieron en las mazmorras de Nigua. Sin embargo, no existe un solo recordatorio de lo ocurrido entre estas paredes. No hay una tarja, en la puerta de entrada de la escuela o en el patio central, tampoco en las aulas donde hay marcas de los grilletes.

No hay una explicación, un desagravio por los daños sufridos, los métodos empleados, los asesinatos… NADA explica qué pasó en este lugar transformado en escuela. NADA indica quiénes pasaron por este centro de torturas.

Recuperar la memoria de las atrocidades y de sus víctimas es parte de una reparación moral para los descendientes de estas personas. Esta recuperación también debe servir como enseñanza para que las jóvenes generaciones puedan entender los daños perversos de las dictaduras y los beneficios de la democracia, rechazar cualquier forma de opresión y ser capaces de decir “nunca más”.

En el mismo municipio, cerca del manicomio, la Casa Blanca de la Hacienda María fue una hermosa vivienda playera, con piscinas, playa privada y un campo de golf de nueve hoyos construida por Trujillo. Como los enfermos mentales penetraban a veces en la propiedad, el dictador decidió construir un nuevo hospital psiquiátrico en el kilómetro 28 de la Autopista Duarte, que fue inaugurado el 1 de agosto de 1959.

Fue en la Hacienda María que seis de los héroes que participaron en el complot que condujo a la muerte al dictador (Modesto Díaz, Salvador Estrella Sadhalá, Luis Manuel “Tunti” Cáceres Michel, Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda y Roberto Pastoriza) fueron asesinados por Ramfis Trujillo y algunos de sus colaboradores más cercanos.

Visité la cárcel y manicomio de Nigua por primera vez en 1998, con mi suegra doña Elvia Miller viuda Puig, en ocasión de un acto de recordación que tuvo lugar en el patio del recinto. El profesor Juan Bosch, quien estuvo preso en Nigua, plantó una mata. Una modesta tarja recuerda el hecho.

Fue en la puerta del manicomio que, una noche del verano de 1958, el doctor José Augusto Puig Ortiz, fue dejado en un estado semicomatoso luego de ser secuestrado en Puerto Plata y torturado por los esbirros de la dictadura.

El doctor Puig sobrevivió gracias al director del hospital, el doctor Zaglul, quien, a escondidas del resto del personal del centro cuidó en secreto su muy precaria salud.

Muchos años después, en 1981, a raíz del fallecimiento del médico puertoplateño, Zaglul recordaría el episodio en los siguientes términos en un artículo que publicó en El Caribe: “Este día conocí a uno de los hombres más honestos y valientes de nuestra patria: José Augusto Puig era mi prisionero y yo un ferviente admirador de su persona…”