Es el título del libro escrito para la UNESCO por el sociólogo e investigador francés Edgar Morín, publicado en 1999 como contribución a la reflexión internacional sobre cómo educar para un futuro sostenible, el cual debería ser leído por educadores y no educadores, pues la educación compete todos.
En el prólogo Morín afirma: “Hay siete saberes ´fundamentales´ que la educación del futuro debería tratar [en todos los niveles educativos] en cualquier sociedad y en cualquier cultura sin excepción alguna ni rechazo según los usos y las reglas propias de cada sociedad y de cada cultura”.
A continuación se extractan los principios esenciales que Morín considera son esos saberes imprescindibles que debe afrontar el sistema educativo para constituirse en relevante y significativo para la educación del siglo XXI en los distintos países. Esos saberes son:
- Las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión
Dice mucho el hecho de que la educación que es la que tiende a comunicar los conocimientos, permanezca ciega ante lo que es el conocimiento humano, sus disposiciones, sus imperfecciones, sus dificultades, sus tendencias tanto al error como a la ilusión y no se preocupe en absoluto por hacer conocer lo que es conocer.
Para Morín “El conocimiento no se puede considerar como una herramienta ready made que se puede utilizar sin examinar su naturaleza”, pues no existe conocimiento acabado que garantice la disolución del error y de la ilusión. Por ello, hay que “armar cada mente en el combate vital para la lucidez”. Y el primer objetivo de la educación del futuro debería ser apropiar a cada alumno de la capacidad para detectar y subsanar los errores e ilusiones del mismo. Por tanto, es necesario introducir y desarrollar en el sistema educativo el estudio de las características cerebrales, mentales, culturales del conocimiento humano, sus procesos y modalidades de aprendizaje, de la disposición de los estudiantes tanto psíquicas, como físicas, y culturales que lo ponen en riesgo.
- Los principios de un conocimiento pertinente
Morín enfatiza un problema severo e ignorado por demasiado tiempo: la necesidad de originar y promover un conocimiento que aborde los problemas globales, y una vez comprendidos y fundamentados extender en él los conocimientos regionales y locales. Porque cuando el estudiante recibe un conocimiento fragmentado, éste queda incompleto y peor aún, en la mayoría de las veces perturba el enlace entre las partes y la totalidad, y debe dar paso a un modo de conocimiento capaz de aprehender los objetos en sus contextos, sus complejidades, sus conjuntos. De ahí que es necesario desarrollar la aptitud natural de la inteligencia humana para ubicar todas sus informaciones en un contexto y en un conjunto. Es necesario enseñar los métodos que permiten aprehender las relaciones mutuas y las influencias recíprocas entre las partes y el todo en un mundo complejo y globalizado.
- Enseñar la condición humana
Expresa Morín que el ser humano es a la vez físico, biológico, síquico, cultural, social e histórico. Y esta unidad compleja de la naturaleza humana es la que está completamente desintegrada en la educación a través de las disciplinas y que imposibilita aprender lo que significa ser humano. Por ello hay que restaurarla de tal manera que cada uno desde donde esté tome conocimiento y conciencia al mismo tiempo de su identidad compleja y de su identidad común a todos los demás humanos. Está convencido que en la educación se debe incluir necesariamente el conocimiento de la condición humana de los estudiantes; y deberá mostrar el destino individual, social, global de todos los humanos y el arraigamiento de cada uno como ciudadano de la Tierra.
- Enseñar la identidad terrenal
Para Morín el conocimiento de los desarrollos de la era planetaria se incrementarán en este siglo XXI y el reconocimiento de la identidad terrenal cada vez más indispensable para cada uno deben convertirse en uno de los principales objetivos de la educación. No es posible ser autónomos en un mundo compartido por un género humano que confronta los mismos problemas de vida y muerte, pues como seres planetarios tenemos en común la misma comunidad de destino. Destino que en su voz es volver a relacionar las culturas, volver a unir lo disperso.
Es pertinente enseñar la historia de la era planetaria que comienza con la comunicación de todos los continentes en el siglo XVI y mostrar cómo se volvieron intersolidarias todas las partes del mundo, sin ocultar las opresiones y dominaciones que han asolado a la humanidad y que aún no han desaparecido.
- Enfrentar las incertidumbres
Considera el autor que con el avance de las ciencias se han adquirido muchas certezas, pero igualmente han revelado, en el siglo XX, una gran cantidad de incertidumbres. La educación debería incluir la enseñanza de las incertidumbres que han aparecido en las ciencias físicas, biológicas e históricas. Enseñar principios de estrategias que permitan afrontar los riesgos, lo inesperado, lo incierto, y modificar su desarrollo en virtud de las informaciones adquiridas en el camino. Ya lo dijo el poeta griego Eurípides hace 25 siglos y continúa más actual que nunca: “Lo esperado no se cumple y para lo inesperado un dios abre la puerta”. El tiempo de las predicciones pasó, las situaciones inesperadas se viven diariamente en todos los países, por tanto, no se debe esperar a que los demás resuelvan las problemáticas, hay que incitar a los estudiantes para que se preparen y afronten lo inesperado, de lo contrario estarán condenados al rezago que provoca la inseguridad y la inestabilidad. Y como docentes es una obligación estar a la vanguardia con la incertidumbre de estos tiempos.
- Enseñar la comprensión
Dice Morín: “La comprensión es al mismo tiempo medio y fin de la comunicación humana”. La educación para la comprensión está ausente de la enseñanza. El planeta necesita comprensiones mutuas en todos los sentidos. Teniendo en cuenta la importancia de la educación para la comprensión en todos los niveles educativos y en todas las edades, el desarrollo de la comprensión necesita una reforma de las mentalidades. Esa debe ser la tarea de la educación del futuro. La comprensión mutua entre humanos, tanto próximos como lejanos es en adelante vital para que las relaciones humanas salgan de su estado bárbaro de incomprensión. De ahí la necesidad de estudiarla desde sus raíces, sus modalidades y sus efectos. Este estudio debería centrarse no sólo en los síntomas, sino en las causas de los racismos, las xenofobias y los desprecios. Al mismo tiempo constituirán las bases para asegurar una educación orientada hacia la paz.
- La ética del género humano
Según Morín, la educación debe conducir a una “antropo-ética” considerado el carácter ternario de la condición humana de ser a la vez individuo ↔ sociedad ↔ especie. En este sentido, la ética individuo/especie necesita un control mutuo de la sociedad por el individuo y del individuo por la sociedad, es decir la democracia; la ética individuo/especie convoca la ciudadanía terrestre en el siglo XXI. La ética no se podría enseñar con lecciones de moral. Ella debe formarse en las mentes a partir de la conciencia de que el humano es al mismo tiempo individuo, parte de una sociedad, parte de una especie. De igual manera, todo desarrollo verdaderamente humano debe comprender el desarrollo conjunto de las autonomías individuales, de las participaciones comunitarias y la conciencia de pertenecer a la especie humana. De allí se esbozan las dos grandes finalidades ético-políticas del nuevo milenio: establecer una relación de control mutuo entre la sociedad y los individuos por medio de la democracia y concebir la Humanidad como comunidad planetaria. La educación debe no sólo contribuir a una toma de conciencia de nuestra Tierra-Patria, sino también permitir que esta conciencia se traduzca en la voluntad de realizar la ciudadanía terrenal.
En conferencia pronunciada en España en el año 2000 sobre su obra, Morín dedicó los últimos minutos a postular en que se deben proyectar cambios concretos en el sistema educativo desde la etapa de primaria hasta la universidad: la no fragmentación de los saberes, la reflexión sobre lo que se enseña y la elaboración de un paradigma de relación circular entre las partes y el todo, lo simple y lo complejo. Este autor abogó por lo que él llamó “diezmo epistemológico”, según el cual las universidades deberían dedicar el diez por ciento de sus presupuestos a financiar la reflexión sobre el valor y la pertinencia de lo que enseñan.
Texto completo en: http://unesdoc.unesco.org/images/0011/001177/117740so.pdf