El avance teórico de la educación durante el siglo XX fue notable. Declaraciones, documentos y textos académicos fueron aportando una visión para la educación y los tipos de aprendizajes necesarios para este siglo XXI, demandados no solo desde el mundo tecnológico y productivo-laboral, sino también desde el mundo social y cultural.

Entre los documentos orientadores hay dos publicaciones históricas de la UNESCO, Aprender a ser: la educación del futuro (Informe Faure, 1972) y el Informe de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI, presidida por Jacques Delors y recogido en el libro: La Educación encierra un tesoro” (1996). En este se plantea el doble desafío de la educación ante la cantidad de información y conocimientos que ofrece este nuevo siglo, el cual se puede sintetizar en: “La educación se ve obligada a proporcionar las cartas náuticas de un mundo complejo y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, la brújula para poder navegar por él”.

Este doble desafío se estructura,  para cumplir el conjunto de propósitos que le son propios,  en los  cuatro pilares de la educación propuestos por la UNESCO en esta publicación. Los pilares se definen como los aspectos en los que se apoya el proceso de aprender a lo largo de la vida. Son cuatro aprendizajes fundamentales que deben sostener el sistema de enseñanza y que en el transcurso de la vida serán para cada persona, sus pilares del conocimiento. Reciben el nombre de:

Aprender a conocer. Se refiere a contenidos conceptuales: ideas, teorías, definiciones, representaciones…, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión. También tiene que ver con la motivación, porque “De la misma forma que sin hambre no aprendemos a comer y sin sed no aprendemos a beber agua, sin motivación no conseguimos aprender”. De ahí que este pilar incluye las estrategias utilizadas por los educadores para despertar el interés del estudiante. A lo largo de la vida hay que ir construyendo conocimientos en el hogar, la escuela e incluso a través de los medios. Estos conocimientos permiten enfrentar distintas circunstancias que se presentan cotidianamente.

Aprender a hacer. Comprende las competencias personales que permiten enfrentar situaciones cotidianas, resolver problemas y encontrar nuevas maneras de hacer las cosas. Se refiere a contenidos procedimentales: capacidades, destrezas, habilidades y estrategias, para poder influir sobre el propio entorno. Proporciona al estudiante una formación técnica y profesional en el que aplicará sus conocimientos teóricos en la práctica. Es esencial comunicarse en diferentes idiomas, así como interpretar y seleccionar la información que se recibe, para rehacer puntos de vista y aplicarlos en el modo de vivir y redescubrir el mundo. Los aprendizajes deben evolucionar, ya no deben considerarse mera transmisión de prácticas más o menos rutinarias, aunque estas conserven un valor formativo que no se debe desestimar.

Aprender a ser. Se compone de contenidos actitudinales. Implica potenciar las capacidades de las personas a fin de lograr un crecimiento integral que favorezca la autonomía, la toma de decisiones responsables, el equilibrio personal, la adquisición de valores como la autoestima positiva, el respeto hacia sí mismo. Es un proceso fundamental que recoge elementos de los tres anteriores. Aprender a existir, a vivir y a ser es una necesidad que demanda la sociedad, con el fin de preparar a cada persona para afrontar los desafíos del mundo actual. Para aprender a ser, es necesario  identificar las características que hacen a una persona única y diferente a las demás. La educación debe contribuir al desarrollo global de cada persona: cuerpo y mente, inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad individual, espiritualidad.

Aprender a convivir. Este ámbito del aprendizaje opera en el campo de las actitudes y valores. Supone contenidos actitudinales de valores sociales: solidaridad, empatía, manejo de conflictos. Implica una toma de conciencia y la acción contra los prejuicios y rivalidades diarias que se presentan en el desafío de vivir. Comprender los diferentes puntos de vista de otros aunque no se compartan. Este aprendizaje constituye una de las principales empresas de la educación contemporánea. La escuela debe propiciar que los estudiantes participen y cooperen con los demás en todas las actividades humanas. El ser humano necesita estar en contacto con sus semejantes, para comunicarse y expresar sus ideas, emociones, sentimientos, para contar alguna experiencia y dar y recibir afecto, con lo que se fortalece el aspecto emocional, el intelectual y la autoestima.

Estos aprendizajes no son independientes entre sí, por el contrario, hay entre ellos múltiples puntos de contacto, coincidencia e intercambio, por lo cual deben ser abordados de manera equilibrada en el curriculum, “a fin de que la educación sea para el ser humano, en su calidad de persona y de miembro de la sociedad, una experiencia global y que dure toda la vida en los planos cognitivo y práctico”.

La educación preuniversitaria dominicana aún está muy lejos de incorporar estos pilares como propósitos, que están dirigidos al Gobierno para que oferte una educación integral e inclusiva de calidad a través del MINERD pero hasta ahora no la ha proporcionado.