La pasada semana fue publicada una información que ofrecía el dato de un estudio del Banco Mundial señalando que en República Dominicana hay alrededor de 500 mil jóvenes que “no estudian ni trabajan”.
De acuerdo a lo publicado, esa penosa estadística surgió en el marco de una actividad denominada: “Inversión en la juventud: creando vías al empleo en la economía del siglo XXI” bajo los auspicios de la Fundación City.
Sin ánimo de adentrarnos en las valoraciones del estudio, que desconocemos, el dato es realmente preocupante y posee mucha certeza indudablemente. La juventud es un momento clave para la movilización y el desarrollo integral de la sociedad.
Queremos llamar la atención sobre el estigmatizante término “Ni Ni”, una definición adultocéntrica, peyorativa, subyugante, que no se corresponde con una apuesta afirmativa de la situación.
También hay un componente clasista, el joven clase media o alta que ha podido realizar estudios académicos y no tiene trabajo, es un “bohemio”, el de clase baja que no pudo insertarse por carecer de oportunidades, es un “Ni Ni”. El hecho de que ese enfoque se produzca fuera del ámbito estatal, es aún peor.
Las políticas públicas en materia de juventud se expanden en América Latina a partir del año 1985 que fue declarado Año Internacional de la Juventud. Ahí están los estudios de Ana Miranda, coordinadora académica del Programa de Investigaciones de Juventud de la Flacso Argentina, y de Eddy Tejeda, del programa Flacso Santo Domingo, cuyo relevante trabajo “Jóvenes en el Saber” constituye un referente interesante en ese terreno.
¿Cuántos jóvenes que hoy poseen maestrías en edad económicamente activa no tienen trabajo? ¿Cuántos jóvenes aún sin formación superior realizan trabajos interesantes que no forman parte de esas mediciones?
Ante esa situación, se impone una mirada hacia un déficit cultural en la sociedad dominicana, El Voluntariado. El recientemente seleccionado candidato vice presidencial por Hillary Clinton a las elecciones de los Estados Unidos, presenta como carta credencial su labor de voluntariado en el Cuerpo de Paz, lo que hacen miles de jóvenes norteamericanos en algún momento de sus vidas.
Las organizaciones de la sociedad civil dominicanas, organismos financieros y entidades de diversa naturaleza, tienen la oportunidad de hacer provecho de una gran cantidad de jóvenes que poseen destrezas, capacidades, destilan empeño, muchas ganas y pueden contribuir a la vez a que éstos puedan expandir y extender el alcance de sus metas, propósitos y sueños.
En mis experiencias como formador de capacidades a organizaciones de la sociedad civil en todo el territorio nacional, he podido constatar la cantidad de gente joven que simplemente tiene inmensos deseos de HACER.
Muchas veces el no saber canalizar las capacidades, identificar las vías de acceso a fuentes de apoyo, impiden fluir esa energía creativa y vigorosa que dinamiza cualquier propuesta.
Antes de catalogarlos, etiquetarlos como “Ni Nis”, desde una visión retrógrada, debemos enfocar a una población económicamente activa. Afirmar sus oportunidades.
Esa perspectiva de que sólo la remuneración económica constituye el premio a cualquier esfuerzo, es lo que ha conducido a la anomia social que vivimos hoy en día. Esa visión es la que impide manifestaciones altruistas, actuar a veces con desprendimiento y sentido comunitario.
En República Dominicana ha habido un déficit cultural relativo al Voluntariado como mecanismo de participación y solución al grave problema de aquellos jóvenes que no estudian, ni tienen trabajo.