No sé si muchos lectores compartirán mis preocupaciones, pero siento que este tres de noviembre se juega mucho más que el futuro de los Estados Unidos. Siempre los resultados electorales de ese país despiertan el interés del mundo entero; pero ahora mucho más, por la crispación vigente.
Veamos un poco lo ocurrido en Europa en el último siglo. Desde el decenio de 1920, pero muy especialmente en la década de 1930, la extrema derecha venía recibiendo creciente apoyo. Se percibía que una parte de la política, la prensa, la vida académica, la literatura, etc. venían plagadas de racismo, ultranacionalismo, integrismo religioso y reacción política.
Los principales líderes de este movimiento tenían en común la falta de coherencia ideológica, excepto un nacionalismo exacerbado, nostalgia por las supuestas glorias pasadas, la procura de la supremacía racial, odio hacia el diferente, y una agresividad expresiva que no admitía posibilidad de reconciliación que no fuera el avasallamiento, cuando no el exterminio del contrario.
A medida que fueron ganando terreno, el fundamentalismo religioso se fue fundiendo con la política, imponiendo sus dogmas sobre el resto de la humanidad. Esta fusión de política y religión se manifestaba en rechazo radical a los homosexuales, al aborto, los derechos de la mujer, la inmigración, etc. Como por ese tiempo no había tantos inmigrantes negros de África ni latinos, el odio racial se expresaba fundamentalmente contra los judíos, los gitanos y grupos procedentes de países vecinos más pobres.
Ya para 1922 el fascismo conquista el poder en Italia, y a principios de los años 30’s ya había instalados regímenes fascistas o de corte parecido en Hungría, Croacia, Bulgaria y Austria, y creciente influencia en Francia, España y Portugal.
El problema es cuando Hitler y el partido Nazi llegan al poder en Alemania, un país grande, con gran poderío industrial y tecnológico, capaz de transformarse en poder militar, al amparo de un líder carismático con un largo historial delictivo y capaz de atropellar y someter a las instituciones, hasta el punto de llegar a ser proclamado Canciller sin siquiera ser alemán de nacimiento.
¿Qué parecido tenemos con la situación actual? Las mismas tendencias políticas han venido ganando terreno en Europa, Asia y América, habiendo alcanzado el poder en varios de ellos y acercándose en otros, basándose en el ultranacionalismo, el fanatismo religioso, la xenofobia, el odio al inmigrante, la discriminación racial.
También con tendencia a la destrucción del orden mundial construido tras la II Guerra Mundial, basado en el multilateralismo, la cooperación internacional, la negociación multilateral de los conflictos, la apertura comercial, el respeto a los derechos humanos y la convivencia con el diferente. Se expresa en la aplicación unilateral del poder del más fuerte, la hostilidad hacia los organismos internacionales, anti europeísmo, negación del cambio climático, abandono de acuerdos internacionales.
Que partidos neonazis hayan avanzado tanto, que gobiernos afines hayan conquistado el poder en Croacia o Filipinas, en Brasil o Inglaterra, es preocupante. Pero en los Estados Unidos, ya son palabras mayores.
Y que Trump se entronice en el poder tras haber visto fracasar su política de “make América great again”, sino todo lo contrario, tener un país más débil y dividido que nunca, con el prestigio internacional por el piso, poco confiable frente al mundo, con cada vez menos influencia, en un proceso de decadencia del cual podría resultarle difícil recuperarse.
Nadie adivina el futuro, pero me asusta que pueda volver a ganar las elecciones y que las cosas lleguen a más. Nadie en Alemania imaginaba en 1932 cómo terminaría aquella historia, con la guerra más sangrienta conocida, con cerca de 40 millones de muertos, inimaginable sufrimiento humano y destrucción de riqueza.
Se está viendo en los EUA una sociedad dividida y radicalizada, liderada por un individuo impredecible. Y un grupo con una enorme capacidad de creación de opinión pública, con el fin de explotar los más deleznables sentimientos humanos. Expertos en la difusión de mentiras capaces de influenciar las mentes más débiles, aspecto en que el poder de las redes sociales resulta infinitamente superior a los pasquines de Hitler o Stalin.
Siempre hubo en ese país una fracción extremista de la sociedad, pero nunca había gobernado. Nadie hablaba antes de desconocer resultados electorales, ni mucho menos de golpe de estado. Es difícil predecir, de continuar esta tendencia, cómo evolucionarán las cosas en un país cuyo poder sobre el resto de la humanidad descansa cada vez más en su indiscutible poderío militar.
Pero en lo que la diferencia es abismal, como dijo una vez Fidel Castro, es en que, comparado con el ejército de los Estados Unidos, el armamento a disposición de Hitler era como el arco y la flecha.