En esta semana en diferentes instituciones educativas y espacios comunitarios se ha estado hablando y reflexionando sobre temáticas relacionadas con la actuación ética y los valores que deben sustentar una vida ciudadana comprometida. Se ha estado haciendo relación a los liderazgos que se asumen en los diferentes niveles de la sociedad, en el contexto de la actual campaña electoral.

El día de ayer, 29 de abril, se celebró en el país  el día nacional de la ética, instituido por decreto del Poder Ejecutivo en el 2005, para honrar la memoria de Ulises Francisco Espaillat, modelo de presidente ético y político, que gobernó el país por un breve período de 5 meses (1876). El fue definido por el maestro Eugenio M. de Hostos como “El hombre más digno del ejercicio del Poder que ha tenido la República”. Ayer se celebró, además, un año más (53) de la proclamación de la Constitución del proyecto de la Revolución Democrática, articulado en los dos primeros meses del gobierno de Bosch. La misma fue proclamada el 29 de abril de 1963, y representó una de las iniciativas jurídicas más significativas de la historia nacional, para impulsar una sociedad justa, democrática y solidaria.

En esta semana, el pasado jueves se conmemoró, además, el aniversario 51 de la segunda invasión militar norteamericana del siglo XX; la misma comenzó el 28 de abril del 1965. Este recuerdo nos trae a la memoria la primera invasión norteamericana de 1916, de la que en este año estamos recordando su centenario y la valentía del pueblo que resistió dicha invasión con pasión y decisión.

Es evidente que en el país hay una crisis ética y política que se manifiesta, de manera significativa, en prácticas de corrupción e impunidad en el liderazgo de los diferentes partidos, y a los diferentes niveles: local y municipal, regional y nacional. Por eso se da el transfuguismo, la compra de conciencias y de votos, así como la imposición de las reglas de juego de quienes han hecho de la actividad partidaria un exitoso negocio. Esa crisis incluye, además, al liderazgo de organizaciones e instituciones sociales, así como a educadoras y educadores y al periodismo vendido a los intereses gubernamentales y de las grandes corporaciones económicas. No obstante, es necesario reconocer que nos encontramos en los diferentes ámbitos con honrosas excepciones de personas que tienen prácticas y discursos apegados a la ética.

Uno esperaría que las iglesias cristianas fueran representadas por un liderazgo ético, coherente con las palabras y las propuestas de vida digna y de salvación que dicen proclamar. Sin embargo llama a la atención que en el contexto de la actual campaña algunos líderes religiosos, ligados a los sectores más conservadores del movimiento cristiano, estén desesperadamente buscando pescar en mar revuelto y estén intentando aumentar sus privilegios y sus cuotas de poder económico y partidario.

Como una acción oportunista podría ser consideradaí la propuesta de ley presentada por el presidente de la empresa informática Data Crédito, Porfirio de Jesús López Nieto, quien propuso que, entre el 5% y el 10% de los recursos que recauda el Gobierno, por concepto del impuesto sobre la renta, debería ser entregado a las iglesias para que puedan financiar sus actividades de servicio social.

Hace ya un tiempo que están coincidiendo en el debate público el liderazgo de la Confederación de Unidad Evangélica (CODUE) con el liderazgo de los sectores más conservadores de la Iglesia Católica. Estos pretenden penalizar en cualquier caso a las mujeres que por diferentes razones se practican abortos, sin diferenciar las causas, y a los homosexuales, bisexuales y transexuales, por el simple hecho de serlo y asumir una práctica sexual acorde a sus preferencias.

En el contexto de la actual campaña electoral estos grupos religiosos conservadores están promoviendo que no se vote por candidatos y candidatas que sean homosexuales, transexuales o bisexuales o por aquellos y aquellas que supuestamente apoyan el aborto en ciertas circunstancias como la candidata a la presidencia Minou Tavárez Mirabal, o Deivis Ventura y Sergia Galván, candidato y candidata a la cámara de diputados.

Llama a la atención que este liderazgo religioso señale que están en disposición de orientar a sus seguidoras y seguidores a no votar por algunos candidatos y candidatas porque éstos supuestamente no representan los valores que defienden sus iglesias. Sin embargo, no hacen referencia a candidatos y candidatas que han utilizado el dinero público como han querido; a funcionarios y funcionarias que se han enriquecido impunemente, o que sustentan la campaña electoral con dinero proveniente del barrilito, del narcotráfico, del robo descarado de la cosa pública y del dinero de empresas cuyos capitales han aumentado como fruto de la evasión de impuestos y de la compra de voluntades de quienes tienen en sus manos el poder partidario.

La discriminación por pensar diferente o por orientación u opción sexual contradice los valores que deben sustentar una actuación verdaderamente ética y cristiana. Sin embargo la actuación moral de la mayor parte de quienes han asumido esta campaña discriminatoria en contra de las mujeres y de los LGBT y contra quienes lo apoyan en sus derechos como personas, no llega a ser ética ni política. A ellos y ellas se les podría aplicar la frase con la que el Maestro Jesús de Nazaret acusó a los fariseos, un grupo religioso de su tiempo: “Ustedes aparecen exteriormente como personas religiosas, pero en su interior están llenas de hipocresía y de maldad…” (Mt 23,28).

La sociedad dominicana, y en particular las nuevas generaciones necesitan de verdaderos referentes éticos y políticos, capaces de ser inspiración para la creación de una conciencia pública y comunitaria, en una sociedad herida por el individualismo y la competencia más feroces. Recuperar la memoria de las y los grandes liderazgos comunitarios, institucionales, políticos, es hoy más urgente que nunca. Pues será ese legado y el intento de seguir su camino en el día a día, lo que nos permitirá sentar las bases para la construcción de una sociedad justa, democrática, incluyente y solidaria.