Los libros de texto acompañan la labor docente desde el inicio de los sistemas educativos modernos, y se han afianzado en cada país en su sistema educativo formal, pues forman parte inseparable de la complejidad estructural del curriculum, actuando como intermediarios entre los estudiantes y las asignaturas. Y aún en plena era digital siguen siendo el instrumento didáctico que hegemoniza el desarrollo curricular en las aulas. En su historia han sido criticados, modificados y usados de diversas maneras de acuerdo con las prácticas y pedagogías de cada lugar y época.

Los libros de texto como material escolar precisan la aprobación oficial de los ministerios de Educación y representan y traducen, en teoría, la visión oficial, la interpretación autorizada de los requisitos de una “persona educada” y la definición institucional de “cultura”, según los entiende el Estado. En el fondo, es una imposición autoritaria de lo que es bueno, válido, cierto, etc., y, al mismo tiempo, de sus dimensiones antagónicas (Torres Santomé, 1989).

En el país, el Equipo Técnico de las áreas académicas Lengua Española, Matemática, Ciencias Sociales y Ciencias Naturales de la Dirección de Currículo del MINERD es el que decide cuáles serán los libros de textos y otros materiales para desarrollar el curriculum vigente, lo cual hace tiempo que debió ampliarse  puesto que esta es una tarea sumamente exigente y requiere, obviamente, una formación profunda en la asignatura específica que trate el libro que pretende convertirse en texto, y aunque dicha formación no se cuestiona sí la carencia de ese otro personal con estudios especializados en aspectos socioculturales, contextuales, educativos, pedagógicos, psicológicos, curriculares, didácticos, políticos, económicos, entre otros, directa o indirectamente vinculados con cualquier libro de texto.

Esa situación recarga de trabajo y responsabilidad a ese Equipo e influye, aunque no se quiera, en la calidad de este material curricular fundamental para la escuela dominicana.

La evaluación y selección de los libros de texto no es intrascendente, pues puede tener un alto impacto en la consecución de un curriculum real acorde con los intereses y necesidades de maestros, profesores y la población estudiantil. Tarea que incluye tanto aspectos de fondo como de forma.

En ese sentido, hay que valorar que un buen libro de texto debe estar escrito en función de los estudiantes  a que está dirigido en términos de vocabulario, lenguaje gráfico como ilustraciones, fotografías, mapas, gráficos, tablas; contenidos actualizados, precisos y bien organizados; un tratamiento pedagógico que propicie la participación; respuesta a las pautas de los diseños curriculares; cuidado de los aspectos físicos, como tipo y tamaño de letra, extensión de línea e interlínea, diagramación, papel, encuadernación y carátula, para que sea atractivo.

Asimismo, debe fomentar la actividad de los estudiantes, su motivación por aprender y sus capacidades investigativas, ya que debe abrir horizontes nuevos hacia la búsqueda de otros aprendizajes y desechar la tradicional visión de un texto que presenta contenidos “acabados” que no requieren ningún esfuerzo por ir más allá de lo que se dice en sus líneas, como si en un solo libro fuese posible sintetizar todo el saber acumulado en una disciplina en particular.

Como una propuesta para el aula, y sobre todo en los niveles preuniversitarios, todo libro de texto debe rescatar el juego, el juicio crítico y la creatividad, de manera que permita a los estudiantes comprender y transformar su mundo y favorecer aprendizajes significativos.

Un libro de texto de calidad debe satisfacer, también, criterios como pertinencia de los contenidos, la propuesta pedagógica, el apoyo al trabajo docente y al aprendizaje de los estudiantes; la comprensibilidad y adecuación del lenguaje, la incidencia de la diagramación en el proceso de aprendizaje, la resistencia de la encuadernación y los aspectos innovadores que el libro incorpora y que exaltan su valor como estrategia educativa.

Según Rojas (1998), los estudiantes deben sentir que el libro de texto les habla y los ubica en su realidad y los lleva a cuestionarla, a mirarla con ojos críticos y a desarrollar estrategias para posicionarse en ella. Un libro de texto innovador trata los contenidos de una forma acorde con el desarrollo actual de las disciplinas que involucra y con el desarrollo biopsicosocial de niños, niñas y jóvenes. Los organiza de manera coherente, sistemática y gradual e innovadora con respecto al diseño curricular.

Como no es fácil disponer de personal excelente, muy bien formado en lo intradisciplinario e interdisciplinario, en lo psicopedagógico, en lo curricular, en lo sociocultural y en lo político en cualquier país y en éste, hay que insistir en la necesidad de elaborar buenos libros de texto para el desarrollo del proceso de aprendizaje y enseñanza, considerando la pobreza material de la población que asiste a las escuelas dominicanas.

En definitiva, el libro de texto puede ser un recurso didáctico adecuado que ayude a resolver la diversidad cultural y los desequilibrios formativos de muchos estudiantes, pero precisamente por la responsabilidad y el peso que ha adquirido en la enseñanza, es más necesario que nunca valorar sus planteamientos y revisar su funcionalidad. Por eso, entre las características más relevantes de los libros y materiales se establecen: que contengan la explicitación de sus finalidades didácticas; sean motivadores; traten correctamente la información;  permitan estructurar la actividad de la clase; promuevan el crecimiento del conocimiento; y permitan tratar aspectos metodológicos y técnicos.