Como se preveía, las diversas corrientes de las derechas europeas han logrado una votación ampliamente favorable en los recién finalizados comicios para elegir los representantes al Parlamento Europeo. No obstante a eso, en países como Italia, España, con sus matices, los resultados han sido esperanzadores para las fuerzas que allí se baten por los valores esenciales de la democracia.
El crecimiento electoral de las derechas ha sido resonante, pero los es más porque en la Francia que dio al marxismo su componente socialista, el frente xenófobo ultranacionalista se ha constituido, momentáneamente, en el partido más votado. Y lo que es peor, el mayor porcentaje de esos votos lo dieron la juventud y los remanentes de la clase obrera parisina. También porque la derecha ultranacionalista y anti unión europea ha triunfado en la apacible Dinamarca, en la inestable Bélgica y ha tenido importante votación en Inglaterra.
Sin embargo, En Italia las diversas corrientes de izquierda y centro izquierda que confluyen en el Partido Democrático han obtenido cerca de un 41% de los votos, lo cual unido a casi 24% del grupo Movimiento Cinco Estrella, indican una quiebra casi total de las diversas componentes de derechas, como la xenófoba Liga del Norte que vio reducido su votación a un 6% y el Forza Italia, cercano a Berlusconi un 16%.
En España, los pobres resultados obtenidos por PSOE han sido compensado con una significativa votación obtenida por las otras componentes de la izquierda, incluyendo el estimulante triunfo de sector de la contestación emergente, desvinculado de las organizaciones tradicionales de izquierda. En Grecia, si bien el partido neo nazis obtuvo una significativa votación las elecciones la ganaron los socialistas, en Alemania el partido Social Demócrata logró un 27%, 7 puntos más con relación a las pasadas elecciones.
En sentido general, es necesario establecer estos matices. Pero es incuestionable que Europa atraviesa por una profunda crisis política, económica, social y moral. Con un modelo económico en declive desde hace más de tres décadas, con una estructura productiva incapaz de absorber los egresados de las universidades y de diversos centros de formación, que no puede funcionar sin mano de obra extranjera o extra comunitaria y que ha tenido que recortar importantes de conquistas sociales.
Las formaciones políticas tradicionales, han fracasado en la búsqueda de una salida a esa crisis, las recetas siempre las ha ofrecido el gran capital en contra de viejas conquistas sociales y en su aplicación los partidos socialistas no han sabido tomar distancias de los conservadores.
En esa situación, la extrema derecha tradicional francesa, anti judía y racista, también ha asumido el discurso anti islámico y del "enemigo exterior" (los inmigrantes) de la llamada derecha radical de otros países, haciendo de esto un potaje fácilmente digerible por una población con miedo a su futuro, sobre todo la juventud. Las derechas, aprovechando ese miedo, azuzan el fantasma de la inmigración para incrementar su votación con nefastas consecuencias para la estabilidad y el futuro político de Europa.
El problema es complejo, la clase política tradicional europea ha sido incapaz de manejar la crisis y no solo eso, sino que se ha visto envuelta en las más vergonzosas acciones de corrupción, llevando el sistema a un punto de casi ingobernabilidad. De ahí que el sistema no sólo es cuestionado virulentamente por los grupos de las derechas radicales (así llamadas por su etnicismo) xenófobas y racistas, sino por grupos anti sistémicos como los Indignados en sus diversas variantes.
Algunos indignados pueden ser extremistas y anti políticos, pero ese extremismo no puede ser comparado con el extremismo de la derecha radical. En ese sentido, el movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo en Italia es anti sistémico, pero no etnicista. En ese país, las la rabia contra el sistema no se ha expresado por las derechas, sino por la izquierda, los estudiantes y de los jóvenes, segmentos de la población donde la desocupación alcanza por casi un 40%.
Los casos de Italia y España, que tiene sus indignados, constituyen expresiones de resistencia al embate de las derechas, con posibilidad de encontrar respuestas a una crisis que no acaba de tocar fondo.