Steve Bannon, el destituido estratega jefe de la Casa Blanca de Donald Trump afirmó: “ A menos que estemos dispuestos a sacrificar a 10 millones de surcoreanos todo lo que está diciendo el gobierno contra Corea del Norte es pura palabrería”.  Esa afirmación fue y sigue siendo la piedra de toque, el eje alrededor del cual gira la situación. No obstante, la administración Trump continuó tocando los tambores de guerra. Llevaron el sistema antimisiles mas moderno a Corea del Sur a pesar de haber dicho el presidente Moon Jae-In que no les convenía ni querían pagar por ellos. Por su parte Shinzo Abe el guerrerista premier japonés se sumó a la cruzada y tras modificar la Constitución japonesa que lo prohibía, empezó el rearme de esa nación. Kim Jong Un siguió disparando misiles de prueba, rehusó suspender sus programas atómicos y se dio un viaje a China cuyos líderes así como los rusos  recomendaban prudencia y llamaban a conversar sobre la paz. Todo el mundo estuvo atento a la crisis. Entonces, como por arte de magia, la crisis empezó a desinflarse.

Tal acontecer merece una explicación: Poco antes del inicio de las Olimpiadas de Invierno, en febrero de 2018, Corea del Norte escenificó un desfile militar sin precedentes mostrando armamento nuevo.  En las Olimpiadas, el Norte envió a Kim Yo Jong, la hermosa hermana menor del jefe Kim Jong Um y la primera persona de la familia Kim en visitar Corea del Sur. En el curso de esa visita, la hermana invitó al presidente surcoreano a verse con su hermano lo cual este aceptó y entonces se apropiaron de la iniciativa mediática. Corea del Norte se benefició enormemente de la publicidad, la legitimidad recibida, el aire de gran señora de la hermana y las muestras de simpatía del presidente del sur.

No bien habían terminado las olimpiadas cuando Kim Jong Um anunció su disposición de reunirse con Trump para hablar sobre la posible suspensión del programa nuclear. Trump tomó la oferta y rápidamente anunció su aprobación para un posible encuentro y tentativamente se habló de mayo o junio del 2018. Lo demás, ya es historia publicada en todas partes. Trump envió a Pompeo en secreto y ya están trabajando en la agenda de ese encuentro.

A pesar de las advertencias de Trump y las de Pence de que no van a dejarse engañar por Kim y que no bastan las palabras sino los hechos, la verdad es que, en este caso, son las palabras las que realmente cuentan pues la realidad mediática sustituye a la misma realidad porque EEUU no tiene otro plano ni nivel sobre el cual operar y por eso, la afirmación de Bannon resulta tan determinante.

Kim Jong Um ya se ha reunido con el presidente de Corea del Sur y además lo abrazó, algo que en la cultura coreana no es necesario hacer porque basta con una inclinación de cabeza para mostrar respeto. Pero lo abrazó para nosotros, para que Occidente viera y se diera por contento sin darse cuenta del verdadero significado. Moon Jae-In no quiere guerra, ni le conviene la guerra porque sabe bien dos cosas: 1ro.- Seul a solamente 30 millas de Corea del Norte tiene 10.3 millones de personas y en las áreas cercanas se acomodan 25 millones de coreanos haciendo imposible rescatar, evacuar o evitar la muerte de esas personas en caso de conflicto.

2do.-  EEUU y algunos de sus aliados están mas interesados en la guerra que los mismos coreanos. Moon Jae-In sabe que aunque ganara, pierde. Se da cuenta de que el pleito y la agenda americana no son necesariamente ni el pleito ni la agenda de el ni de su país. De alguna manera le ha estado diciendo a Trump: no cuenten con nosotros para librar esa guerra.

Entonces, Kim Jong Um ha echado y ganado la batalla mediática. Ahora el guerrerista y el loco es Trump no el “gordito”. Bannon tiene razón. Y aquel que crea que Corea del norte va a destruir su arsenal atómico no ha entendido nada. Mientras tanto, el tiempo pasa. Trump la tiene cada día peor. Su credibilidad está por el piso. Su reputación hecha añicos. Su autoridad cuestionada. Kim Jong um y Moon Jae In están claros que entre ellos se puede hablar de paz y dejar que el loco siga hablando de guerra pero cuidándose, precisamente, porque priva en loco, de no desafiarlo ni empujarlo a una locura. Corea del Norte gana tiempo que es lo que Trump puede terminar no teniendo.

La atmósfera se puso a favor del coreano, la batalla de relaciones públicas la tiene ganada usando los mismos medios de su adversario. En ese contexto, con Corea del Sur contraria a la guerra y buscando la paz, Trump y sus tambores hacen ruido pero no tienen peones a quienes llevar a la guerra.  Es un logro del “gordito” y una proeza del  presidente surcoreano haberse puesto de acuerdo no a causa de alguna gestión americana sino a pesar de estos oponerse a cualquier intento de paz. Las dos coreas parecen haber entendido que no les conviene dejarse arrastrar por la agenda americana y puede suponerse que llegarán a ponerse de acuerdo para que, de alguna manera, salvando las apariencias y haciendo malabarismos terminarán dejando a los americanos fuera pero haciéndoles creer que siguen dentro.

Empero, no hay mucho de que alegrarse porque, la amenaza de guerra en Corea que empezó a disolverse resurge en Siria donde Trump cediendo a las presiones e intereses de Israel amenaza lanzar una ofensiva contra el ISIS como excusa para ocupar mas territorio sirio mientras que a Irán lo amenaza con desconocer el tratado que regula y limita, bajo supervisión el programa nuclear iraní (Joint Comprehensive Plan of Action) firmado en 2015 porque, de nuevo, EEUU promueve, necesita y vive de la guerra.