La posición de los diputados del PRM que desacatando las directrices de su partido abandonaron la sesión de la Cámara de Diputados donde se iba a conocer el proyecto de Ley de Partidos aprobada por los senadores danilistas, y las posteriores declaraciones de Hipólito Mejía en apoyo a las primarias abiertas crearon un profundo sentimiento de frustración en vastos sectores de ese partido, porque entendían que las actitudes de esos diputados y las declaraciones de Mejía, creaban confusión en esa colectividad y enviaban un deprimente mensaje a la opinión pública en un momento en que como fuerza política mayoritaria, junto a una diversidad de organizaciones políticas y e instituciones de la sociedad civil, lucha por las primarias cerradas. Afortunadamente para PRM, posteriormente Hipólito reiteró su disposición de acatar la decisión de su partido.
Esa decisión, más la posición de los referidos diputados de que también acatarían las decisiones de la dirección del PRM, provoca un alivio en los diversos niveles de dirección de ese partido al disiparse la amenaza de una vaguada que por su inesperada aparición se entendió que podía convertirse en un fuerte huracán que estremecería irremediablemente las bases de una estructura partidaria creada con muchos esfuerzos, entre los que, al decir de gente respetables, se destacan los aportes del propio Hipólito Mejía. Sin embargo, quienes conocen nuestra historia política, particularmente las tensiones e indefiniciones presentes en el PRM, además de la propensión de Hipólito a tomar decisiones espontáneas, a veces muy erráticas, no descartan que en cualquier momento reaparezcan otras vaguadas o terremotos.
Esa circunstancia obliga al PRM reforzar los mecanismos de toma de decisiones de manera institucional y limitar al máximo que los temas cardinales se resuelvan mediante acuerdos entre sus jefes/facciones, no solamente porque con ello se socaba la institucionalidad partidaria, sino porque por su carácter antidemocrático limitan la posibilidad de que ese partido se dote de la suficiente legitimidad en la población para jugar su rol de ser, objetivamente, la principal referencia política en la lucha contra el continuismo Danilo/peledeísta. La vaguada desatada por Hipólito, por sus efectos momentáneos y posteriores debe servirle para meditar sobre su posición sobre las primarias y sobre su futuro.
Él tiene todo el derecho de tener sus posiciones sobre cualquier tema, pero no es cualquier militante y no puede darse el lujo de contribuir a la confusión partidaria por la forma y actitudes con que coincide con el danilismo en una cuestión que es vital para el futuro inmediato del país, como son las primarias abiertas en el presente contexto. Las justificaciones de sus argumentaciones son significativamente pobres, se basan en documentos atribuidos a un inexistente PRM en ese tiempo y difundido por un ex seguidor de Hipólito pasado al PRD; también en decir que ningún partido puede hacer un padrón confiable, olvidando que su partido hizo uno recientemente validado por la activa participación de sus seguidores entre otras razones de limitada solidez.
Hipólito tiene una bien ganada imagen de ex presidente que no robó, tampoco su familia. Pero acciones y actitudes como la exhibida en la semana pasada pueden dar al traste con esa imagen de hombre que pasó por la presidencia de la República sin que se le pueda acusar de haber cometido ningún acto de corrupción, en un momento como el presente donde varios ex presidentes y altos funcionarios de esta región guardan prisión por haber cometido diversas acciones delictivas contra los bienes públicos. Pero no sólo por cometer actos delictivos se pierde una buena imagen política, sino también cuando no sabiendo diferenciar las trincheras se muere en peleando en la enemiga contra sus compañeros ubicados en la trinchera de enfrente. Una lastimosa forma de morir políticamente, tanto en el presente como de cara al futuro.
Él quiere ser nuevamente presidente, es su legítimo derecho, pero se ha trazado una táctica que favorece la estrategia del continuismo del Danilo/peledeismo, el cual tiene entre sus principales tácticas la imposición de unas primarias abiertas al PLD, a través de la Ley de Partidos evacuada por el senado danilista, y de paso imponérselas a todos los partidos. Con esa imposición, en un hipotético escenario de primarias del PRM, Hipólito podría obtener un puñado de votos más, pero insuficientes para que, según las encuestas, los números le cuadren. Como tampoco le cuadran, según esas mismas encuestas, en una hipotética participación suya en un torneo electoral por la presidencia de la república en un escenario donde el danilismo presente un candidato, sea este o no Danilo.
Ante esa realidad, a Hipólito lo más le conviene es asumirla y dedicarse a seguir construyendo su partido como parte del legado que habrá de dejar en el discurrir de su vida política. El hecho de que en la discusión de los efectos de la vaguada por el desatada la sangre no llegara al río… podría ser un signo de que a la postre se resignaría a aceptar la realidad de los hechos y actuar correctamente. No sería la primera vez que lo haga.