Si hay alguna manera de que con una buena reforma constitucional podamos lograr que cada uno de los habitantes de este territorio (que no ciudadanos) piense a la hora de votar; si pudiéramos garantizarnos que nadie venderá su voto por un plato de comida; si pudiéramos lograr que la inconsciencia o estupidez colectiva pueda ser liquidada por algún artículo de la tan traída y llevada Carta Magna; si, en fin, pudiéramos consagrar la idea de que cada quien vote con ideas, entonces que se reforme esa cosa. Pero, si no es posible, entonces que dejen la vaina así, pues da lo mismo Juan que Juana, o su hermana.