En el contexto de la actual campaña pre-electoral ha surgido una nueva iniciativa de educación ético-ciudadana y de incidencia socio-política que sus organizadores han definido como POLÉTIKA. C. Pimentel, uno de su promotores, ha definido la iniciativa como: “una herramienta para promover la participación de la ciudadanía, vigilando, sugiriendo, demandando y presionando a los candidatos y candidatas para que pongan como centro en sus programas de gobierno a las personas y sus derechos, para contribuir con un diálogo de calidad entre los ciudadanos/as y los candidatos/as, donde la población pase de objeto a su sujetos protagónicos de las construcciones societales” (POLETIKA RD vigilando, demandando y presionando, C. Pimentel, Acento 4-4-2016. http://acento.com.do/2016/opinion/8337169-poletika-rd-vigilando-demandando-y-presionando).
Si POLÉTIKA como iniciativa debe ser considerada oportuna y pertinente en las actuales circunstancias, lo ideal es que no sea algo meramente coyuntural, sino que se convierta en un movimiento de formación de la conciencia ciudadana a largo plazo que fortalezca los procesos de vigilancia y veeduría social de la ejecución de las políticas públicas en educación, salud, seguridad social, entre otras, desde los territorios. Y esto debe incluir tanto a las ejecuciones del gobierno municipal, como de las políticas públicas nacionales del Estado Dominicano.
Un elemento importante en el debate entre ética y política sería diferenciar la actuación moral y la propiamente ética. Una acción moral podría definirse como cualquier forma de comportamiento humano, grupal, sectorial o colectiva que sigue un determinado patrón social; moral tiene que ver, por tanto, con las costumbres étnicas y sociales, con forma de relacionarse de los seres humanos entre sí y con los demás seres vivos. De tal manera que ir al Estado a robar y a enriquecerse y a utilizar los recursos públicos como si fueran propios, es lo más común en la práctica de la mayor parte de los grupos que detentan el poder en los pueblos de nuestra isla, así como en otros pueblos latinoamericanos y caribeños, con algunas honrosas excepciones.
En este proceso reflexivo es muy importante no confundir las acciones partidarias, grupales o individuales con las acciones éticas y políticas. En este sentido un simple análisis de la actual coyuntura nos puede indicar que la presente campaña pre-electoral carece de acciones que puedan considerarse éticas y políticas. En consecuencia, los altos niveles de gasto público, de endeudamiento, de malversación de los fondos públicos, el excesivo gasto en la apabullante compaña mediática de los grandes partidos, sobre todo del que está en el poder, nos hablan de una clase partidaria que ha perdido el rumbo y la vergüenza.
En una isla como la nuestra, en la que existen dos pueblos necesitados de recomponer unas relaciones sociales basadas en la justicia, en la equidad y en la inclusión social, se hace necesario repensar la sociedad democrática sustentada en la ética y en una verdadera política. Esto sin olvidar que vivimos en un contexto caribeño, latinoamericano y mundial en donde la vida de la Casa Común y sus habitantes está amenazada por la imposición del sistema neoliberal, con sus consecuencias de violencia estructural, de despojo sistemático de los bienes públicos, promovido y ejecutado por las acciones anti-éticas y anti-políticas de ciertos sectores sociales, y en particular de una buena parte de los grupos económicos y partidarios, que fortalecen su poder y ensanchan sus capitales, sobre la base de acciones y actividades reñidas con la ética y la política.
Los continuos escándalos de corrupción que tienen como principales protagonistas a los grupos económicos y a la clase gobernante dominicana, haitiana, caribeña y latinoamericana así como los hechos relacionados con acciones dolosas, poco transparentes y corruptas reveladas en los llamados “Papeles de Panamá”, nos hace preguntar sobre los caminos para recuperar el sentido de la ética como norte y como ciencia filosófica que orienta el comportamiento ciudadano, al servicio de unas relaciones humanas armónicas y la política como acción humana, colectiva e individual orientada hacia la búsqueda del bienestar público incluyente, que incluye a todos los seres vivos que habitamos en un determinado territorio: de nuestra isla, de nuestra región y de nuestro mundo.
En los debates pre-electorales que se están desarrollando en algunos medios de comunicación sería importante ponerle atención a las propuestas de personas como la diputada Guadalupe Valdez y la ex-jueza de la Junta Central Electoral, Aura Celeste Fernández, quienes en su paso por respectivas funciones públicas se han manejado con responsabilidad y transparencia. Porque necesitamos presentar a las nuevas generaciones y a la sociedad consciente a personas que podrían constituir el liderazgo de un movimiento ético y político generador de los cambios de mentalidad y de prácticas que necesita al país. Y aunque es difícil resistir a la imposición de la propaganda, a las insinuaciones del poder y a las promesas ligadas a la compra y domesticación de las conciencias, se hace necesario resistir, mantenerse firmes y apostar por un proyecto de nación inclusivo, justo y participativo..
Es necesario retomar la firme decisión de colaborar en el surgimiento y en el fortalecimiento de un movimiento socio-político, a nivel isleño, latinoamericano que genere los cambios que necesita esta sociedad nuestra, en el contexto de la imposición del modelo económico neoliberal. Y aunque esto pareciera una utopía, algo irrealizable, es necesario continuar el camino a pesar de los desánimos, desencantos y tropiezos del camino, porque es la mejor manera para mantener nuestra condición y dignidad de personas indignadas, que se esfuerzan cada día, y desde los diferentes ámbitos, por actuar y colaborar con el surgimiento de una sociedad orientada por la ÉTICA Y la POLÍTICA, la que prioriza el bienestar colectivo, sobre los intereses personales, grupales, corporativos y partidarios.