En medio de los serios cuestionamientos a los resultados de las elecciones primarias celebradas el pasado domingo 6, el titular de la Junta Central Electoral, Roberto Saladín, ha pedido públicamente respeto para los miembros del organismo y el trabajo “ejemplar” que han realizado durante el proceso de las primarias.
Por su lado, el presidente de la Junta Central Electoral, Julio César Castaños Guzmán, ha declarado: “Aquí no hay ningún problema, la Junta cree en todo lo que ha hecho”. Esperemos que el magistrado haya dejado espacio para los miles de dominicanos que “creemos sí hay problemas en la JCE, sino en todo, en muchas de las cosas que ha hecho. Los cuestionamientos que están saliendo a la luz pública superan la ingenuidad y la simple sospecha.
El innecesario sermón de Saladín y la “absolución electoral” mezclada con “jefismo” del presidente de la Junta se convierten en imprudencia personal e institucional de estos voceros. Es a la JCE a la que debemos pedirle respeto, prudencia, tacto y humildad para escuchar, aprender y arbitrar en un proceso del que depende la salud de la democracia dominicana.
La petición no ofende ni constituye un atentado contra le reputación de la Junta ni de sus integrantes. Cuestionar es un ejercicio democrático que nadie puede limitar sin contaminar la democracia misma y que pone a prueba la madurez y la capacidad diálogo de las partes. No escuchar ni dialogar sí constituye un atropello a la verdad y a la justicia.
La JCE no puede imponer su decisión ni con policía electoral ni con publicidad ni con ninguna otra fuerza que sea la fuerza de la verdad. Está obligada a dar razones sobre de lo que afirma y para ello debe dar muestras de ser un árbitro justo y sereno, que escucha, pondera y analiza con sabiduría y prudencia, siendo que la prudencia, entendida y asumida como la capacidad de pensar, ante ciertos acontecimientos, sobre los riesgos posibles que estos conllevan, y adecuar o modificar la conducta para no recibir o producir perjuicios previsibles e innecesarios.
En estos momentos de “desacuerdos” electorales fundamentales más que sermones y “absoluciones electorales ingenuas”, debe primar la prudencia en la JCE, en los partidos políticos, en los candidatos y en los ciudadanos votantes. ¡Se omite el gobierno por razones conocidas por todos!
Demonizar a quienes cuestionan los visos de ineficiencia, de la “mala calidad” de las informaciones servidas, la falta de receptividad de sugerencias y recomendaciones provenientes de partidos, candidatos y ciudadanos si constituyen una verdadera imprudencia que deja entrever una valoración timorata, falseada y empobrecida de la democracia electoral.
Pretender hacer de la JCE una institución intocable, “incuestionable” e “invigilable” no pasa de ser una torpeza política que se acerca más a la tiranía que a la democracia. La Junta debe ser tratada con respeto pero también los ciudadanos.
Mal haríamos pretender conceder a la JCE excepcionalidades que terminarían generando comportamientos institucionales que atentan contra los principios de la convivencia democrática y la ética pública y que desgraciadamente generarían lamentables perjuicios políticos, sociales y económico para el país pero sobre todo un desencanto patológico con los asuntos electorales. ¡Así lo escribo y lo creo!
Las “tempestades electorales” que vive el país tuvieron sus “polvos” provocados por la Junta antes, durante y después de las primarias, creo que por omisión, de la JCE. Estamos frente a una crisis electoral que debe ser afrontada sin “jefismos” ni autoritarismos que enferman la democracia. Que debe ser afrontada con inteligencia, sensatez, prudencia y serenidad.
En estos momentos en que el mundo tiene la mirada puesta en nuestro país se necesitan compromisos éticos que frenen las “percepciones” de una manipulación subliminal parte de la Junta que coincide con los excesos del gobierno para apoyar una candidatura que desafía los cánones legales vigentes.
Es un momento para pedir a la Junta se deje “vigilar” por los ciudadanos. El país la necesita imparcial y sana para bien de nuestra democracia. Es tiempo de evitar prisas, precipitaciones y atolondramientos. Es tiempo para tener muy presente lo que dijera Baltasar Gracián en su Arte de la Prudencia: “El No y el SI son breves de decir pero piden mucho pensar”.
En este momento “crisis política”, de consecuencias impredecibles, es tiempo para pedirle a la Junta que sea más “PLENO” y que reduzca el “jefismo” de su presidente, que no permite que los otros miembros hablen en público aún de asuntos que les son propios. Esto se ve desde hace mucho tiempo en la TV y en otros medios.
En estos momentos, la JCE debe ser capaz de “mirarse” y mirar la realidad política nacional sin cara de malicia, ingenuidad y falsa valentía, a sabiendas de que los ojos del pueblo son necesarios y capaces de encontrar la verdad en momentos sombríos y que es posible coincidir con él en nombre del derecho y de la democracia.
No es tiempo de sermones, de jefismos o de silencios desconcertantes.
Queremos ver el rostro de la verdad reflejado en el rostro de la Junta. Es posible tener la razón con cara de verdad.
Creemos, igual que Gracián, que “las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen. Son escasos los que miran por dentro y muchos los que se pagan con lo aparente. No basta tener razón con cara de malicia”.