Aunque personalmente no me conviene decirlo ni es lo que quisieran escuchar los padres de familia de la clase media dominicana, no creo que debiéramos oponernos ni el Estado debiera intervenir para impedir que los colegios privados aumenten sus tarifas. De hecho, en las escuelas públicas la tarifa promedio se incrementó en un 82% durante el pasado año 2013. En realidad no es apropiado llamarle tarifa promedio, sino el costo medio por alumno, debido a que el consumidor no la sufragó directamente como gasto privado, sino que la pagó el Estado.
Pero se trata exactamente de lo mismo, con la única diferencia de que en las escuelas públicas lo paga el contribuyente por medio de los impuestos, mientras que las tarifas de los colegios las pagan los propios padres. Y eso es correcto. De hecho, una gran parte de la sociedad dominicana se movilizó durante años reclamando el 4% del PIB para la educación, como mandaba una ley vigente desde 1997, pero que se incumplió de manera reiterada.
Y fue justamente ahora cuando vino un Gobierno dispuesto a asumir los costos de la educación pública, lo que debe reflejarse en futuras mejorías de la calidad educativa pública. Pero nadie que haya apoyado la lucha por el 4% puede ahora oponerse a que se aumente el costo de la educación privada, porque si se quiere que los colegios mejoren la calidad, los padres tienen que pagar lo que cuesta.
Esto vuelve a llevarnos a la eterna discusión de los costos de la educación. Siempre he dicho que el costo de la educación es como una esponja, que se puede comprimir casi al infinito y expandir hasta absorber lo que se ponga en ella, pero es seguro que la educación de calidad cuesta mucho. Supongo que hay universidades en Haití que forman un Licenciado con mil dólares. Es más, en nuestro país hay universidades que forman licenciados por cuatro mil dólares. A su vez, hay otras universidades en los EUA que forman un Licenciado a un costo de cien mil dólares.
Pero, ¿será el mismo licenciado? Claro está que siempre hay desperdicios y sobrecostos. No vayamos a exagerar pensando que el de los EUA está cien veces mejor preparado que el de Haití. ¿Pero, significa eso que en términos de costo efectividad sería más conveniente irse a estudiar a Haití antes que a los Estados Unidos? ¿Estarán ambos licenciados en condiciones de resolver los mismos problemas y competir en los mismos mercados? Porque no olvidemos que ya en este tiempo, no importa cuál sea el bien o servicio a producir, el mercado mundial en que se compite es el mismo.
Es muy positivo para el país que el Estado haya elevado su aporte a la educación pública, y lo que corresponde ahora es procurar que ningún padre pobre tenga que usar colegios privados. Eso sólo se logra: construyendo todas las escuelas necesarias, como se está haciendo; esforzándose por alcanzar cada vez un mejor desempeño en términos de aprendizaje, y estableciendo una estricta disciplina, que asegure el cumplimiento del calendario escolar.
Aunque en todas partes existen escuelas privadas, en muy pocos países la educación privada ha alcanzado un nivel de difusión tan grande como en la República Dominicana. Lo normal es que el colegio privado exista como excepción, para limitadas élites, pero en nuestro país, hasta la clase media baja usa escuelas privadas, no sólo por falta de escuelas públicas, lo cual ahora se está rápidamente corrigiendo, sino particularmente por la percepción de mala calidad de la educación pública y la indisciplina que históricamente ha imperado en su entorno, manifestado en las escasas horas de clase que se estaban dando, y a que los padres no sabían a ciencia cierta dónde estaban sus hijos, si estaban en el aula aprendiendo lo bueno o en la calle, aprendiendo la delincuencia y exponiéndose a los vicios y antivalores.
Lo que esperamos con el esfuerzo que se está haciendo ahora es que en un futuro cercano ningún hogar de clase media ni mucho menos pobre se vea obligado a pagar colegios privados. En ese aspecto, la función del Estado es hacerles competencia a los colegios, mejorando la escuela pública.
Así, en los años por venir no tendrá que ocuparse de si suben las tarifas.