Danilo Medina, he dicho antes, persigue con afán el proyecto reeleccionista no tanto por ambición –que la tiene- sino por el miedo que lo atormenta a verse fuera del poder, desprotegido y perseguido judicialmente como habrá de ocurrir tarde o temprano. En esa encrucijada en que se encuentra, solamente los americanos podrían –al amparo de una negociación quizás ya en marcha- prometerle un salvoconducto al exilio y la promesa de no perseguirlo judicialmente a cambio de suspender su ingerencia tanto en los aprestos reeleccionistas como en la manipulación del proceso político dominicano.
Esto hay que explicarlo.
Los aprestos reeleccionistas de Danilo Medina, a pesar de numerosos reveses, nuevos escándalos y un hastío evidente de la población no se han detenido y el no va a detenerlos ni desautorizarlos. El sabe que no tiene los votos para reformar la Constitución pero como ya antes ha comprado legisladores y líderes políticos tratará de hacerlo de nuevo si las circunstancias se lo permiten. El sabe que una sentencia del Tribunal Constitucional que avale su repostulación, obviando una modificación de la Constitución, es tan falsa como unas papeletas de dos mil pesos que circulan por ahí. El sabe que las primarias, al amparo de la nueva ley de partidos, pueden resultar caóticas y sabe también que en ese caos la ventaja será de quien domine los medios de comunicación y pueda imponer una versión ni simpática ni veráz pero que se imponga como hecho consumado.
Danilo Medina sabe que los partidos de “oposición” no tienen condiciones de organización, liderazgo, ni determinación suficientes para detenerlo a él y por eso titulé un artículo anterior “A QUE APUESTA DANILO MEDINA”. De manera que, si él persiste en la reelección es a sabiendas de que, tras ese fraude legislativo y/o judicial tiene que obligatoriamente imponer otro: el fraude electoral propiamente dicho porque, señores, Danilo Medina sería un insensato si, tras maniobras ilegales y peligrosas para “legalizar” su repostulación, perdiera –por votos- unas elecciones. O sea, si Danilo Medina logra tramitar la reelección el fraude electoral es obligatorio a menos que el fuera un estúpido y él no lo es. Por lo tanto, a pesar de todas las adversidades, el proyecto reeleccionista sigue todavía en pie y si fracasa, no será por el accionar de los partidos políticos locales sino por la presencia e ingerencia americana en el proceso. La emergencia de un proyecto innovador y resuelto puede modificar ese escenario pero estamos hablando de una eventualidad.
Los americanos no quieren a Danilo Medina y no vamos a repetir las razones de ese rechazo ya publicadas por mi y por otros autores. Pero los americanos se enfrentan al mismo dilema que nosotros: Como están las cosas hoy en día, muchos dominicanos no encontramos por quien votar en 2020 y tampoco los americanos tienen a quien apoyar para entonces y menos aun imponer desde ahora. Eso sea dicho sin contar que las posibilidades de EEUU de convertir sus intenciones y disgustos en acciones concretas y terminantes está disminuida y, ni es seguro que quieran llegar tan lejos contra Danilo Medina ni tampoco que tengan la capacidad de hacerlo.
Medina está cercado y el cerco contra él y otros ex presidentes está estrechándose. Cristina en Argentina, Humala y Toledo en Perú, Uribe en Colombia, Martinelli en Panamá, Lula en Brasil, Correa en Ecuador, Saca en el Salvador, Colom en Guatemala son ejemplos de ex presidentes perseguidos, destituidos o encarcelados; una situación nunca antes vista en la historia del continente y eso sin contar otros casos en gestación o ya terminados. Medina no quiere verse en una situación similar. Nadie puede protegerlo ni tampoco confía en que lo hagan otros. Esa pesadilla lo atormenta. Cualquier aspirante o candidato que le prometiera impunidad, incluso si lo hiciera sinceramente no podrá cumplir lo prometido porque, una vez estalle la crisis de deuda y buena parte de esta falsa prosperidad se venga abajo, la necesidad de sobrevivir obligará al gobernante de turno a culpar a Medina, a perseguirlo y enjuiciarlo junto con los mas conspicuos ejemplares de su régimen. Danilo Medina está pues luchando por su vida. Como los que han cometido un crimen grave pero dejado huellas, este señor está obligado a seguir haciendo diabluras para mantenerse en el puesto y cuenta para ello –como estoy cansado de argumentarlo- con la torpeza, la falta de carácter, las debilidades múltiples de sus, mas supuestos que reales, adversarios. Por eso alego que, si la reelección de Danilo pasa por la aprobación de los americanos no habrá reelección pero si es contando con que los partidos dominicanos lo paren entonces habrá reelección y el fraude puede establecerse desde ahora como la novela de García Márquez: “Crónica de una muerte anunciada”.
Y los que no creen a Danilo dispuesto a hacer lo que hay que hacer en materia de fraude para ir a la reelección lo subestiman, subestiman su coyuntura y lo creen menos malo y perverso de lo que realmente es. La ética de Danilo Medina fue formada en el PACOREDO y el nunca la ha superado.
No importa si Medina es obligado a renunciar a la reelección o persiste en intentarlo. El país necesita la Marcha Verde ahora mas que nunca porque esa es la cantera de donde debe brotar una nueva cultura, un nuevo sistema de valores, una nueva ética, un nuevo ejercicio del trabajo político y nuevos y mejores políticos; no estoy queriendo atribuirle a la MV cualidades que no tiene ni alabar santurronería alguna; es que las marchas, los paros, el sudor, las calles y los aguaceros son purificadores. Es que no se trata solamente de derrotar a Medina sino desalojar una cultura que asomó ya antes del PLD pero que ellos elevaron a la categoría de credo, ritual y norma. Aunque los peledeistas son ladrones consumados, (así los diferencio de otros que están en el PLD pero no son o no actúan como peledeistas) no vayamos a creer que la mentalidad de mucha gente y muchos dirigentes en los otros partidos es esencialmente diferente. Por lo tanto, hay que arrinconar esa cultura, derrotarla, aislarla y abrirle paso al decoro, la vergüenza, la responsabilidad y sobre todo a un régimen de consecuencias. Medina prometió en aquel slogan de campaña “hacer lo que nunca se ha hecho”. Lo ha cumplido con creces; su descaro, su desfachatez y su atrevimiento no tienen precedente en la larga historia de la corrupción en la República Dominicana, pero estamos luchando para que esta vez, tenga consecuencias. Así de simple.