Existe consenso en que las sociedades se enfrentan a cuestiones insolubles sobre el futuro y la sostenibilidad del planeta. Sin embargo, las respuestas innovadoras que las personas individuales o grupos puedan dar dependen, en gran parte, de sus conocimientos y capacidades adquiridas en su educación, para comprender los problemas a los que se enfrentan y para plantear y poner en práctica soluciones duraderas.

Por eso, fortalecer en los niños, jóvenes y adultos de hoy y mañana el sentido de pertenencia a una comunidad particular y global, de ciudadanía compartida, dispuesta a asumir responsabilidades colectivas para abordar las complejidades y controversias de un destino común, debería constituir el propósito más relevante de la educación (entreculturas.org., 2016). Pero el panorama educativo no es nada halagüeño.

Informes actuales dan cuenta de que 124 millones de niños, niñas y adolescentes de todo el mundo están sin escolarizar. De ellos, 59 millones de niños y niñas no acuden a la escuela primaria y 65 millones de adolescentes no están matriculados en el primer ciclo de secundaria. Se ven privados de su derecho a recibir una educación de calidad y, si no se impide, no podrán avanzar en la vida ni cumplir sus sueños

En términos más específicos, Moisés Naím, venezolano, cuyos artículos se reproducen en diarios de EE.UU, Europa y América Latina, recientemente publicó en el periódico español El País Educación: ¿la estafa más grande del mundo?, quien justifica su tesis así: “Cada día, 1.500 millones de niños y jóvenes en todo el mundo acuden a edificios que se llaman escuelas o colegios. Y allí pasan largas horas en salones donde algunos adultos tratan de enseñarles a leer, a escribir, matemáticas, ciencias y más. […] Esto cuesta el 5% de todo lo que produce la economía mundial en un año. […] Una gran parte de este dinero se pierde. Y un costo aún mayor es el tiempo que desperdician esos 1.500 millones de estudiantes que aprenden poco o nada que les vaya a ser útil para moverse eficazmente en el mundo de hoy”. Y no se trata de que niños y adolescentes no puedan ir a la escuela, “el problema es que, una vez llegados allí, no aprenden. Más que una crisis de educación, lo que hay es una crisis de aprendizaje”.

En cambio, Claudio Naranjo, siquiatra chileno y uno de los referentes de la psicología transpersonal, dijo en el VI Congreso Futuro, celebrado en su país en  2017: "La educación (actual) es una estafa, se basa en la equivocación, les roba la vida a los jóvenes, es una cárcel". También afirmó “en un futuro, que no viene sino que ya empezó y en el que las máquinas aprenden habilidades humanas sin errores, la educación se transforma en un elemento central, sobre todo en un contexto en donde la revolución tecnológica amenaza con provocar consecuencias mayores a las de la revolución industrial”. Y agrega: “el problema está en la educación propiamente tal, como método de aprendizaje, que califica de perverso”.

Para este científico, “la perversidad de la educación actual radica en que el concepto de educación, esa que debiera acompañar el aprendizaje, es entendida de una manera muy distinta en las escuelas formales, en donde lo que se hace no es enseñarles a los jóvenes a aprender sino que se dedican a ´meterles cosas´ en la cabeza a los niños, que terminan ´por secuestrar ´su intelecto´. La educación no nos enseña a ser libres. Actualmente se enseña a ser como los computadores, pero sin estar a la altura. Nos convierte en fantasmas intelectuales, porque no se enseña qué es la vida, por eso parto diciendo que la educación es perversa. No somos lo que podríamos ser. La forma en que se comprende la educación en la sociedad moderna no es más que el socio invisible de un complejo financiero militar industrial que utiliza a la educación para sus fines”.

Desde otro ángulo, en el mismo evento, el profesor de la Universidad de Harvard y líder mundial en educación, Charles Fadell, puso el acento de su intervención con la siguiente pregunta: ¿para qué se educa, para qué se enseña? Y dijo: “en el futuro próximo el 65 por ciento de todos los niños en el que se van a graduar van a tener trabajos con tecnologías que aún no se conocen y con problemáticas que aún no se han transformado en problemas. En ese escenario es que es urgente cambiar y definir para qué estamos educando, porque el mundo y la ciencia avanzan muy rápido y la educación formal no".

En el contexto dominicano, el abogado Ramón Antonio (Negro) Veras, en su artículo publicado en Acento.com el pasado domingo, titulado Preocupante la deficiencia en la educación, expresa: “6.- Lo que exhibe el estudiante o el profesional de un país cualquiera es la fiel expresión del sistema educativo y la capacidad para enseñar de los profesores. Si lo que presentamos como ciudadanas y ciudadanos bien educados luego resultan ser un engaño, un disimulo, no hay duda que la falsía es responsabilidad del sistema y sus ejecutores que han producido una falsedad fruto de la falla en la doctrina y el que la práctica”.

La Evaluación Diagnóstica Nacional de Tercer Grado de Primaria 2017 arrojó entre sus resultados, publicados el pasado  12 abril, que “Solamente el 12% y el 27% de los estudiantes demostraron las competencias esperadas en Lengua Española y en Matemática respectivamente”. Esta evaluación expresa cuatro años de escolaridad de la primera cohorte que ingresó al sistema educativo formal (un año del Nivel Inicial y     3 años del Nivel Primario. Asimismo, se inscribe en el período en que el Ministerio de Educación está recibiendo el mayor presupuesto de toda su historia (4% del PIB);  profesores mejor pagados que anteriormente; ocho horas de jornada escolar; un curriculum revisado y actualizado; desayuno, meriendas, almuerzo, libros y uniformes, entre otros, y una revolución educativa, que según el ministro Navarro se impulsa en el país. En otras palabras, la educación dominicana pública es una farsa, porque ni siquiera en los primeros grados los estudiantes están aprendiendo lo que tienen que aprender, a pesar de todos los cambios y transformaciones que se han introducido.

La respuesta a qué hay que hacer, que no se ha hecho para cualificar la educación preuniversitaria dominicana debería ser el foco de atención del Ministerio de Educación, porque como dice un antiguo proverbio chino: “Quien piensa en semanas, planta hierba; quien piensa en años, planta árboles; quien piensa en siglos, educa a los hombres”.

Las autoridades del MINERD tienen múltiples evidencias nacionales e internacionales de las falencias de la educación preuniversitaria nacional. Sin embargo, se empeñan  en presentarle a la sociedad, a través de los medios de prensa, una calidad educativa que no se refleja en los aprendizajes de los estudiantes de ningún nivel educativo, lo cual confirma que la educación dominicana actual es una estafa y una perversidad.