Es recurrente, casi un mantra, la queja de algunos sectores de la oposición de que no existe la confianza suficiente entre ellos y la fuerza de la oposición de mayor cuerpo electoral, el PRM, para que en lo inmediato se produzca una confluencia entre ellos de cara a las próximas elecciones. Independientemente de la validez o no en que se fundamenta esa queja, en una coyuntura signada por un régimen disoluto y disolvente como la que vive este país, lo esencial es reconocer que a pesar de lo difícil que es recuperar una confianza política perdida, constituye imperativo ético/político intentar recuperarla para la construcción colectiva de la conciencia de que no es sólo necesario sino posible ponerle fin a ese régimen.

Anteriormente, determinados sectores de la oposición fueron sistemáticos en decir que era fundamental diseñar unos lineamientos básicos que describiesen el estado de situación de la realidad político/social del país, que sirvieran de fundamento para una confluencia de fuerzas para luchar contra el continuismo de la corrupción e impunidad en que se basa el presente régimen. Un grupo de ciudadanos de sólida solvencia personal y profesional, actuando como intelectual colectivo, sin abstraerse de todas las propuestas políticas de todas las colectividades políticas del país elaboró una síntesis/propuesta que recogía esos lineamientos, luego de más de 7 meses de discusión, la cual ha sido presentada a la generalidad de las fuerzas opositoras, sin exclusión, logrando un consenso esencialmente unánime.

Esa propuesta/síntesis constituye un importante paso para la reconducción de un proceso de construcción de la confianza política entre las diversas componentes de la oposición. Hacer política significa participar en un proceso de relación de fuerzas, ser parte de un sistema en que no solo hay lucha política contra el adversario ocasional, sino entre las partes que temporalmente convergen en la lucha por un objetivo temporal o de largo aliento. La confianza entre las fuerzas real o potencialmente convergentes es fundamental, pero esta se construye y a veces hasta se impone en el proceso de lucha por un determinado objetivo. En ese proceso existen altas y bajas, rupturas y suturas, y los líderes éticamente y políticamente responsables se prueban y forjan si proactivamente logran construir y mantener esa confianza.

En los procesos de construcción de una o un abanico de fuerzas para producir un cambio de régimen se pueden lograr determinadas articulaciones de los colectivos menores que con ideas claras pueden adquirir la suficiente capacidad para convertirse en imprescindibles para producir ese cambio, entonces pueden ser contrapeso o condicionamiento para evitar las fugas hacia adelante, a veces con cierta mezquindad, de la fuerza mayoritaria, real o percibida, de una convergencia de colectividades políticas. La confianza política en un proceso unitario que varias colectividades políticas lo están impulsando no se logra como un dono generoso de una o varias fuerzas participantes de ese proceso, sino que se construye colectivamente con la participación de quienes con alguna razón reclaman esa confianza.

En un proceso electoral como el presente en que todas las mediciones indican que como todos los anteriores será muy polarizado, la mejor y quizás única posibilidad de los grupos electoralmente pequeños para obtener una representación congresual y municipal significativa es contribuyendo colectivamente a la construcción de la confianza política. Es la tarea más imperativa para impedir que, como en los anteriores torneos electorales permanezcan sin una significativa presencia en las instituciones del Estado donde se toman las decisiones, más pequeños algunos y legalmente pulverizados cuantitativa y legalmente por una Ley Electoral que los desfavorece, otros.

Descuidar la tarea de crear colectivamente la confianza política reclamada y apostar por una participación electoral al margen de cualquier convergencia o coalición de cara a una primera vuelta, pensando en hacerla en una eventual segunda vuelta, podría dar como resultado que la representación en los poderes local y congresual sea un fiel reflejo de la polarización entre dos fuerzas que desde ya comienza a despuntar, quedando fuera de esas instancias de poder importantes componentes de la oposición y con posibilidad prácticamente nula de influir en un eventual gobierno que suceda al actual. De esa manera, pierden no solamente esos partidos sino el país, porque las fuerzas o la fuerza mayoritaria de ese nuevo gobierno tendría un contrapeso menor. 

Son los dilemas que se les presentan a las fuerzas que basadas en lo que llaman inexistencia de confianza política, mantienen sus reticencias a sumarse a una coalición para cerrarle el camino al continuismo de la corrupción y la impunidad, absteniéndose de construir en el proceso de construcción dicha coalición la confianza demandada. Superar esos dilemas podría ser determinantes para el futuro inmediato y mediato de esas fuerzas.