En los primeros meses del año 2015 la prensa de los poderosos ha dejado de tratar, por lo general, noticias de interés para la mayoría del pueblo dominicano y se ha hecho eco de todo lo relacionado con los intereses de los grupos partidarios que se disputan el poder. Los temas que importan al pueblo dominicano han sido sustituidos por la lucha entre el grupo de Danilo por retener el poder y el Leonel por recuperarlo, el tema de la reelección, la noticia del supuesto dinero que Leonel le debe a Quirino, y el juicio-teatro teniendo como principales actores a Félix Bautista, Moscoso Segarra y Domínguez Brito.
Como en esta semana estamos celebrando el 50 aniversario de la rebelión cívico-militar de Abril (1965-2015) es tiempo oportuno para considerar el liderazgo que gestó y acompañó al pueblo dominicano, en lo que se ha llamado el proyecto de la Revolución Democrática (1962-1965).
Juan Bosch es el principal líder de este proyecto de la Revolución Democrática. Este educador popular fue un autodidacta; se fue preparando para ejercer un liderazgo liberador desde que en los primeros años de su juventud, en el contexto de la dictadura trujillista, comenzó a escribir y a interpretar la realidad de la sociedad dominicana; en un determinado entendió que debía irse al exilio a prepararse para articular un proyecto de nación alternativo al legado por la dictadura trujillista. Es por eso que en el exilio cubano y puertorriqueño fue articulando elementos que fundamentaron la base ideológica del proyecto de la Revolución Democrática.
J. Bosch bebió de las fuentes del pensamiento y la reflexión educativa y política de Eugenio María de Hostos y se dedicó, en profundidad, a conocer los fundamentos del análisis marxista de la sociedad capitalista. Eso le ayudó a entender que todo proyecto alternativo debería realizarse con la alianza y la organización del pueblo empobrecido y oprimido, con el protagonismo de los hijos e hijas de Machepa. Por eso que escoge un camino diferente al de los expedicionarios del 1959 y se distancia de la perspectivas y estrategias del movimiento 14 de junio.
Su capacidad de conectar con los sectores populares le hizo cercano al pueblo, para el que Bosch se había estado preparando por muchos años. Los “hijos e hijas de Machepa” entendieron la propuesta innovadora y esperanzadora de la Revolución Democrática. Éstos entendieron las características del proyecto de dominación que mantenían los “totumpotes”; es decir, la oligarquía dominicana.
El golpe de Estado de 1963 no desanimó a Bosch, sino que siguió trabajando y buscando caminos nuevos. Para eso, para el proyecto de la liberación nacional fundó un nuevo partido, el PLD, cuando entendió que su equipo de base, el PRD, se había alejado del proyecto original.
Bosch, como gran líder, murió de “asfixia moral”, tal como había dicho Pedro Henríquez Ureña, refiriéndose al insigne pedagogo puertorriqueño y antillano Eugenio María de Hostos. En una ocasión renunció también del PLD porque, según sus palabras, sus integrantes “solo buscaban sus intereses”. Murió en el 2001 después de comprobar, con profundo dolor, que sus “muchachos” habían hecho alianza, para alcanzar el poder (1996-2001), con los sectores más opresores de la política nacional. Además, con su práctica, se habían encargado de desmentir al maestro cuando afirmó: “Los dominicanos saben muy bien que si tomamos el poder no habrá un peledeísta que se haga rico con los fondos públicos”.
Otro liderazgo fundamental del proceso de consolidación del proyecto de la Revolución Democrática es el ejercido por el militar Rafael Fernández Domínguez, considerado por los historiadores como el principal ideólogo y gestor del movimiento constitucionalista que se desarrolló entre los años 1963-1965. No es pura casualidad histórica que ese proceso ocurriera precisamente 100 años después de que el pueblo y el liderazgo popular se organizaran para la verdadera lucha por la Independencia –llamado tradicionalmente Restauración- que fue el conflicto armado en contra del dominio español (1863-1865).
Rafael Fernández Domínguez es un personaje que tiene que ser estudiado por las presentes y futuras generaciones. Aun proviniendo de una familia ligada a la dictadura trujillista, Fernández Domínguez hace una evolución ideológica y decide liderar un movimiento cívico-militar para reponer el gobierno, la constitución y el proyecto popular de 1963 que la oligarquía criolla –grupos empresariales, militares y religiosos, en alianza con el gobierno norteamericano- intentaban por todos los medios hacer fracasar.
Rafael Fernández Domínguez es un joven militar que tiene muy claro su papel histórico, entrando en contradicción con las cúpulas militares que lo deportan del país, enviándolo como agregado militar fuera del país. Desde el exilio Fernández Domínguez no deja de pensar y aportar a la articulación del movimiento cívico-militar. Y pone en primer lugar la causa popular, posponiendo los intereses personales y familiares. Por eso, en carta dirigida a su esposa Arlette, en mayo del 1965, unos días antes de regresar del exilio le expresa la profundidad de sus convicciones y aspiraciones: “En nombre de ese gran amor que nos tenemos, tienes que luchar con todos los medios a tu alcance para hacer de mis hijos hombres dignos y de vergüenza, honrados y valientes porque si yo no puedo llegar a hacer por mi pueblo todo lo que pienso, entonces ellos tendrán que hacerlo, son mi aporte a la patria que venero, la única herencia que les dejo, a ti y a Ella; los cuatro varones, sean o no militares, tienen que luchar y morir si es necesario para verla libre y nuestro pueblo feliz y lo que es más, que den su vida, si es que tienen que hacerlo, llenos de felicidad; en resumen, incúlcales mis ideales, y entonces, como dice aquél escrito que puse en un cuadro en casa: NO HABRÉ VIVIDO EN VANO” (Fernández 1980, 107-108).
El coronel Fernández regresó de Puerto Rico, el día y fue vilmente asesinado cuando junto a entrenador de los hombres rana Illio Capocci y otros combatiente fue vilmente asesinado por las fuerzas norteamericanas que invadieron y violaron, por tercera vez, en el siglo XX, la tierra de Caonabo, de Enriquillo, de Toussaint Loverture, de Duarte, de Luperón y de Jean Jacques Dessalines.
Es Rafael Fernández Domínguez quien hace contacto y compromete a Francis Caamaño Deñó y a otros líderes militares para que lideren el movimiento armado en pos de reponer al gobierno democrático y a la constitución del 1963.
Francis Caamaño Deñó fue un líder cuyas características son parecidas a las de Fernández Domínguez. Proviene también de una familia ligada a la dictadura trujillista. Pero es una persona que logra entender el desafío del momento y se convierte en el líder estratégico de la revolución de Abril. Francis Caamaño realizó una profunda evolución ideológica y política. Por eso Francis Caamaño ante la invitación de Fernández Domínguez para involucrarse en el movimiento constitucionalista le dijo resueltamente: “Rafaelito, cuenta conmigo. Donde tú mueras, muero yo”. Sus palabras fueron proféticas, porque ambos murieron asesinados por los enviados de los poderes fácticos: uno frente al palacio nacional (19-5-1965) y el otro en Nizaíto, Valle Nuevo (16-2-1973).
La revolución democrática está inconclusa; necesita liderazgos al estilo de Juan Bosch, de Fernández Domínguez y de Francis Caamaño, aliados al proyecto de mejorar las condiciones de vida de los hijos e hijas de Machepa, el proyecto de la revolución democrática, y al mismo tiempo desenmascarar los liderazgos que se convirtieron en aliados de los “totumpotes”, de la oligarquía. De quienes abdicaron del proyecto primero, tanto del PRD, como del PLD e hicieron alianza con la tradición autoritaria representada en las últimas décadas por la continuidad Trujillo-Balaguer, que tiene en Vincho Castillo y su familia, unos de los más insignes representantes.
El pueblo dominicano necesita de esos nuevos liderazgos, que sean capaces de acompañarle en el proceso de retomar el camino de la Revolución Democrática. Este es un desafío indelegable para los sectores sociales más comprometidos con la causa del bien común; aspiración regada con la sangre de nuestros mártires y grandes referentes éticos, entre los que merecen memoria eterna, Juan Bosch, Rafael Fernández Domínguez y Francis Caamaño Deñó.