Según Collazos, periodista y escritor colombiano, el autor de Cien Años de Soledad era en su juventud un contertulio estrafalario, amante de las pláticas literarias y no así de las de Derecho; propias de la carrera que cursaba en la Universidad Nacional de Colombia. Siendo luego su primer trabajo formal, colaboró con el periódico El Espectador escribiendo cuentos que posteriormente serían compilados en una antología titulada Ojos de Perro Azul, publicada en el año de 1974.

Para los años 60, cuando el afamado escritor se encontraba en Benidorm, España, tocó la puerta de una residencia con el afán de conversar con un personaje altamente valorado por él y que se encontraba por esos días exiliado en dicho país. El joven escritor saludó con gesto reverente al señor que acudía al llamado, refiriéndose a él, además, por el reverencial título de Maestro. Buenos días, respondió finalmente al saludo aquel señor de cabello blanquecino; ¿Y usted, por qué me dice Maestro?

El caballero que había cuestionado la razón por la cual el joven Gabriel García Márquez lo había llamado Maestro era el profesor Juan Bosch, quien para entonces no solo era un político consagrado a la lucha por la democracia en la Republica Dominicana, sino también un escritor de connotado reconocimiento en la región. Sucede que el escritor colombiano había asistido a una conferencia magistral del profesor Bosch titulada “Apuntes sobre el arte de escribir cuentos”, donde probablemente el profesor desarrollara su tesis de que los cuentos, a diferencia de las novelas que son extensas, son intensos.

Sin lugar a dudas Don Juan debió impresionar al futuro Premio Novel de Literatura, e incluso, quizás influyó en su arte para escribir narrativas. Evidencia del afecto que sentía Gabriel García Márquez por su maestro consiste en el hecho de que una década después, en vísperas de la celebración de los 70 años del Profesor Juan Bosch, el autor del Coronel no tiene quien le escriba se dio cita al país para acompañarlo en dicha celebración que, a juicio de Euclides Gutiérrez Feliz, se había convertido en un acontecimiento internacional, contando con la presencia del poeta Nicolás Guillen y del escritor francés Regis Debray. Pero Gabriel García Márquez no solamente parece sentir afecto de alumno por el Prof. Bosch, sino que parece reconocer en él a un verdadero maestro de las letras.

Un año después de haber arribado al país con el propósito de asistir al 70 aniversario de Don Juan, le solicita de manera gentil escribir el prólogo a su novela Crónicas de una muerte anunciada, y es de esa manera que aparece Juan Bosch presentando la novela publicada en México y Bogotá; apenas dos años antes de que el autor entrara por el glorioso umbral de los premios novel de literatura.

La amistad de don Juan y el Gabo no se basaba en resguardar momentos de festividades ni de ocio, sino de sentimientos de respeto y admiración. Pero tal vez había algo más, quizás ambos se conocían muy bien y compartían ideas, y muestra de ese afecto y conocimiento personal que ambos tenían uno de otro es el comentario que hiciera el propio Bosch del Gabo, mientras éste se encontraba en el país:

“Gabriel no quiso venir ayer, porque él cree que los viernes son de mala suerte para viajar.”