Una educación de calidad para todos es imprescindible para el desarrollo del país. Es por eso que para erradicar el analfabetismo se requiere la participación de todos los sectores para la consecución de este gran propósito.
Durante años el MINERD ha tratado la alfabetización de personas jóvenes y adultas (APA) como un programa más, con características prácticamente marginal. Hubo una que otra campaña en el siglo pasado, ninguna efectiva. Siempre terminaron en denuncias de que las estadísticas oficiales eran falsas; las “graduaciones masivas” se realizaban con las mismas personas que las trasladaban de un lugar a otro, o que ya estaban alfabetizadas.
Con el Plan Decenal de Educación 1992-2002, la APA tomó cierto impulso en el plano teórico, pues se elaboró un diseño curricular apropiado. Aunque la atención y cobertura de esta población, no ocupó un lugar prioritario que la redujera.
En este cuatrienio se inició, asumido por el gobierno bajo la dirección del presidente Danilo Medina, el Plan Nacional de Alfabetización, Quisqueya Aprende Contigo con el propósito de “movilizar a todos los sectores de la sociedad dominicana para lograr superar el analfabetismo en las personas jóvenes y adultas en todo el país, en un plazo de dos años”. Todavía sigue en funcionamiento, por lo cual hay que esperar que concluya para conocer sus resultados.
Alfabetizar a personas jóvenes y adultas no es una tarea fácil. Muchas campañas a lo largo y ancho del mundo, no han sido exitosas debido a que emplean metodologías tradicionales, memorísticas y, generalmente, reclutan a facilitadores no calificados que, además, les ofrecen escasas o nulas oportunidades de formación, olvidando que “Enseñar exige seguridad, capacidad profesional y generosidad”, dice Paulo Freire, uno de los mayores y más significativos pedagogos del siglo XX.
Es difícil encontrar otro educador que haya impactado más que él el desarrollo de la educación de adultos. Es una autoridad a consultar cuando se trata de metodologías de alfabetización. Y un sinnúmero de programas han sido diseñados de acuerdo a sus conceptos, o al menos lo han pretendido, por lo cual su pensamiento sigue vigente, aunque no faltan voces críticas procedentes del poder conservador.
Su visión de la alfabetización va más allá del ba, be, bi, bo, bu, que utilizan libros y cartillas tradicionales. “Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado”, afirma. “Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas”, por eso, “Alfabetizarse no es aprender a repetir palabras, sino a decir su palabra”, sostiene.
Su conocida metodología que aplicó en Recife, en el Nordeste de Brasil, aporta una visión de la educación para la liberación y otra forma posible de impartir la enseñanza.
Freire, propone una educación para la APA libertaria, dialógica y problematizadora. Por eso sentencia: “La educación que no reconoce un papel altamente formador en la rabia justa, en la rabia que protesta contra las injusticias… contra el desamor, contra la explotación y la violencia, está equivocada”.
En la propuesta que plantea Freire, el estudiantado se compromete con el acto real de conocer, en lugar de recibir pasivamente una visión prefabricada de la realidad social. La metodología surge de la práctica social para volver, después de la reflexión, sobre la misma práctica y transformarla.
Para desarrollar este tipo de educación, se requiere agotar diferentes fases en la enseñanza de la alfabetización básica, siguiendo un método activo, dialogal y crítico, que se puede resumir así:
Fase 1. Estudiar el contexto en que vive la población de los grupos con los cuales se trabaja, con el fin de realiza el levantamiento del universo de las palabras habladas en el medio cultural de los alfabetizandos y los problemas que confronta la gente. Se extraen los vocablos de más ricas posibilidades fonéticas y de mayor carga semántica, con sentido existencial y emocional.
Fase 2. Seleccionar las palabras del vocabulario investigado. A estas palabras las llama GENERADORAS, ya que a través de la combinación de sus elementos básicos propician la formación de otras.
Fase 3. Creación de situaciones existenciales típicas del grupo con el que se va a trabajar. Las lecciones se organizan a partir de estas palabras, representadas por medio de diapositivas, fotografías, dibujo, carteles y otros, alrededor de las cuales los participantes dialogan entre sí con el facilitador sobre los contenidos asociados a las diferentes figuras y la repercusión en su propia vida. Por ejemplo: En Brasil la palabra generadora para comenzar podría ser la imagen o fotografía de un tijolo (ladrillo). En otro país, la palabra trabajo, y la imagen de alguien trabajando en un entorno urbano o rural, según el grupo.
Fase 4. Descomposición de las familias fonéticas correspondientes a los vocablos generadores. Individualmente, los educandos van todos construyendo palabras nuevas con las posibles combinaciones a su disposición. Este proceso va creando palabras que enriquecen el vocabulario.
Fase 5. Elaboración de guías flexibles que auxilien a los facilitadores en su trabajo.
Finalmente, Paulo Freire fue el “Defensor de la práctica docente en la que la enseñanza rigurosa de los contenidos nunca se haga en forma fría, mecánica y mentirosamentemente neutra”. Su propuesta educativa para la APA es una educación problematizadora, que niega el sistema unidireccional de la educación bancaria y elimina la contradicción entre educadores y educandos, pues ambos se educan entre sí durante el diálogo que se establece en el proceso educativo.