Jhon Elliott, en su libro La investigación en educación (Quinta edición, 2005), expresa: “La formación permanente del profesorado […] se ha ido centrando cada vez más en los problemas prácticos que tanto las escuelas como los profesores tienen que afrontar en su trabajo y la tendencia observada se complementa con la preocupación de auxiliar a los profesores para que puedan reflexionar más profundamente sobre la práctica de la educación en sus escuelas. Las expresiones autoevaluación, investigaciónacción y adopción de decisiones han entrado a formar parte del [nuevo] vocabulario”, porque generar conocimiento y reflexiones colectivas enriquece a los grupos.

Sostiene este autor que la investigación–acción se relaciona con los problemas prácticos cotidianos experimentados por los profesores, en vez de con los problemas teóricos definidos por los investigadores puros en el entorno de una disciplina del saber. Puede ser desarrollada por los mismos profesores o por alguien a quien ellos se la encarguen. El sujeto es investigador y  participante a la vez, lo cual le permite observar la realidad y la autorreflexión sobre esa realidad para buscar los resultados. Su Propósito fundamental es la transformación de la práctica metodológica tradicional a través del desarrollo de procesos de reflexión sobre el desempeño de acciones y esto es lo que la ha hecho importante y motivo de estudio.

Según Stenhouse (1984), la función de la investigación-acción en general es permitir a los profesionales estudiar científicamente sus problemas para guiar, corregir y evaluar sus decisiones y acciones prácticas. Sin duda que reflexionar sobre la práctica implica un proceso de desarrollo profesional de los docentes que demanda de oportunidades para aprender y enseñar. Dicho proceso de desarrollo individual es un trabajo de la persona sobre sí misma, sobre sus  comportamientos y sus acciones.

Zeichner (1993) plantea que las críticas al modelo de racionalidad técnica                                         -tradicional- permitieron reconocer la importancia de los profesores y su desarrollo profesional en la mejora de los sistemas educativos. En tal sentido, la investigación–acción es una forma de entender la enseñanza, no solo de investigar sobre ella; supone entenderla como un proceso de investigación y de continua búsqueda. Conlleva entender el oficio docente, integrando la reflexión y el trabajo intelectual en el análisis de las experiencias que se realizan, como un elemento esencial de lo que constituye la propia actividad educativa, sostiene Torres Hernández (2015).

En términos generales los problemas guían la acción, pero lo fundamental en la investigación–acción es la exploración reflexiva que el docente hace de su práctica, no tanto por su contribución a la resolución de problemas, como por su capacidad para que cada uno reflexione sobre su propia práctica, la planifique y sea capaz de introducir mejoras progresivas. De ahí que la investigación–acción constituye una vía de reflexiones sistemáticas sobre la práctica, con el fin de optimizar los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Muchos estudiosos del tema señalan al psicosociólogo estadounidense de origen alemán Kurt Lewin, como el creador de esta línea de investigación, surgida en la década de los 40. En Latinoamérica destaca el gran pedagogo brasileño Paulo Freire. Y desde la última década del siglo pasado se ha incrementado el interés por esta metodología, paralelamente al creciente interés en Pedagogías que promueven la creatividad, el pensamiento crítico y el aprendizaje para aprender, afirman Noffke y Someck (2010).

Ante la pregunta, ¿qué es la investigación-acción en educación? La respuesta más llana es la que la describe como “un método de investigación cualitativa que se basa, fundamentalmente, en convertir en centro de atención lo que ocurre en la actividad docente cotidiana, con el fin de descubrir qué aspectos pueden ser mejorados o cambiados para conseguir una actuación más satisfactoria”. Ese es el propósito de estas notas: Estimular la aplicación de esta metodología en las escuelas dominicanas, para mejorar la práctica de los maestros y profesores de la educación preuniversitaria.

La investigación-acción es una metodología que tiene un doble propósito: persigue resultados de la acción para obtener un cambio en una comunidad, organización o programa y de la investigación para aumentar la comprensión del investigador y la comunidad educativa.

Para realizar un proceso de investigación–acción es necesario seguir cuatro fases: 1) Reflexión sobre un área problemática: el problema, como la falta de atención de los estudiantes en clase; 2) Planificación de acciones alternativas para mejorar la situación problemática, como pueden ser plantear nuevas dinámicas de grupo u otras; 3) Propuesta práctica del plan y observación de cómo funciona. 4) Evaluación de los resultados de la acción efectuada. Esta evaluación conlleva el planteamiento de nuevos problemas, como pudiera ser el rol del maestro o profesor en el aula. Ejemplo práctico.

Es una metodología orientada hacia el cambio educativo y entre las tantas características se destacan: 1) Se construye desde y para la práctica, a fin de mejorarla a través de su trasformación, al mismo tiempo procura comprenderla; 2) Demanda la participación de los sujetos en la mejora de sus prácticas, exigiéndoles una actuación grupal de colaboración, coordinada en todas las fases del proceso de investigación; 3) Se configura como una espiral de ciclos de planificación, acción, observación y reflexión. 

Como ventajas esta metodología:  1)  permite reflexiones teóricas que contribuyen a la resolución de problemas en situaciones concretas; 2) permite el trabajo continuo donde los participantes observan, investigan y se centran en aspectos que permiten mejorar la calidad y la adquisición de prácticas; 3) es un estilo de investigación atractivo y motivador, que conduce a un aumento significativo en la calidad y efectividad de las prácticas desarrolladas; 4) promueve el surgimiento de métodos innovadores en los procesos de enseñanza y aprendizaje; 5) es adecuado para la capacitación continua de maestros y profesores, y  permite desarrollar habilidades de investigación, aumentar sus conocimientos y mejorar su desempeño.  Como desventajas: 1) toma mucho tiempo y hay problemas que deben solucionarse a la brevedad posible; y 2) en muchos casos se manipulan los resultados, debido a respuestas falsas o poco creíbles.

El deficiente desempeño que muestran los maestros y profesores del sistema educativo, requiere el apoyo del Ministerio de Educación para que los mismos  reflexionen profundamente sobre su práctica y la investigación–acción es una vía expedita para lograrlo. De modo que facilitarles formación en esta metodología puede ser una adecuada estrategia, para realizar el cambio que asegure la calidad de la educación preuniversitaria, pues se afirma que es indispensable "cuando queremos un conocimiento específico de un problema específico en una situación específica".