El origen del concepto Inteligencia Emocional (IE) se remonta a 1920, cuando Edward Thorndike definió Inteligencia Social como “la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, basándose principalmente en la empatía como habilidad necesaria para vivir y actuar sabiamente en las relaciones humanas”.

Seis décadas después (1983), Howard Gardner plantea su Teoría de las Inteligencias Múltiples, incluyendo entre las ocho que propone la Inteligencia Interpersonal y la Inteligencia Intrapersonal (http://acento.com.do/2016/opinion/8331623-inteligencias-multiples-y-educacion/).

En 1990 Peter Salovey, profesor y rector de la Universidad de Yale, y John Mayer, profesor de la Universidad de New Hamsphire, utilizan por primera la expresión IE como respuesta a la pregunta: ¿por qué hay personas que se adaptan mejor que otras a las diferentes contingencias de la vida?

Para algunos estudiosos, Salovey y Mayer, aportan la definición académica más aceptada de IE al concebirla como “la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud; la habilidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad para comprender emociones y el conocimiento emocional y la habilidad para regular las emociones promoviendo un crecimiento emocional e intelectual”. Así, unieron dos campos que habían sido investigados por separado: inteligencia y emoción. Este concepto también abarca los de inteligencia intrapersonal e interpersonal propuestos por Howard Gardner e incluye el componente que este obvia: las emociones.

En 1995 Daniel Goleman publica el bestseller La Inteligencia Emocional. Goleman reconoce que él era el mero emisor de estas ideas tan útiles y que solo se sirvió de su experiencia como periodista y su formación de psicólogo escolar para recopilar los datos precisos y revelar lo que muchos científicos y educadores ya sabían: que el pensar y el sentir, contrariamente a lo que expresa la sabiduría popular, no son polos opuestos. Gracias a su trabajo, esos resultados se convirtieron en datos fundamentales para educadores, padres, psicólogos, gobiernos e individuos de todo el mundo. Describe la IE como la habilidad de desarrollar competencias en cuatro campos: autoconocimiento, autogestión, conciencia social y gestión de las relaciones.

La UNESCO en el Informe Delors (1997), propone cuatro pilares en los cuales se debería cimentar la educación para el siglo XXI: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser. Los últimos dos pilares se relacionan con habilidades sociales y emocionales que ayudarían a los estudiantes a desarrollarse integralmente a lo largo de toda su vida (http://acento.com.do/2016/opinion/8318656-los-cuatro-pilares-de-la-educacion-del-siglo-xxi/).

El desarrollo de la IE no solo está dirigido a la educación de los niveles preuniversitarios, sino también a la formación en el nivel superior. Por ejemplo, la propuesta de la Unión Europea para estandarizar la educación superior en conocimientos, habilidades y actitudes (Proyecto Tuning), así como su versión para Latinoamérica, establece que entre las competencias generales que debe manejar cualquier profesional están las que le permiten relacionarse con otros, tales como: capacidad para el trabajo en equipo, habilidades interpersonales, capacidad para conducir hacia metas comunes, capacidad para actuar ante nuevas situaciones y capacidad para la toma de decisiones, todas ellas relacionadas con competencias emocionales e inteligencia emocional.

Linda Lantieri, experta estadounidense en aprendizaje social y emocional expresa: “El concepto de inteligencia emocional ha transformado ámbitos como el educativo. Nuestro futuro es ya impensable sin el aprendizaje emocional”. Destaca que aprender desde edades tempranas a compartir y comprender las emociones tiene una fuerte incidencia en el mundo académico y en la posterior vida laboral. De modo que “Todo el mundo se beneficia de una educación que fomenta el éxito personal tanto como el académico, que enseña a triunfar en la escuela y en la vida, y que entiende lo que significa ser no solo una persona educada sino preparada para convivir”, expresa.

Las habilidades que los estudiantes actuales necesitan para afrontar los trabajos del siglo XXI son muy distintas a las que se necesitaban años atrás, y no es posible desarrollar las competencias que se requieren a través de métodos tradicionales, sino que es necesaria una formación integral que englobe aspectos académicos, sociales, culturales y emocionales desde antes del ingreso a las instituciones de educación superior hasta su egreso. De ahí la necesidad de aprovechar el caudal de conocimientos que proporciona el campo de la IE, por lo cual hay que encontrar maneras de cultivarla en los hogares, escuelas, organizaciones y lugares de trabajo.

Cristina Fuentes dirige una escuela primaria en un barrio obrero de Nueva York y dice sobre sus alumnos: "Si queremos que se arriesguen intelectualmente tenemos que ayudarles a sentirse seguros en la escuela y en el hogar. Cuanto más nos dirijamos a sus necesidades emocionales, menos problemas disciplinarios tendremos. No solo es lo correcto moralmente hablando, es una estrategia para que los niños, además, triunfen a nivel académico".

Esta escuela implementa el Programa Public School 24, uno de los muchos intentos que existen hoy a nivel mundial para integrar el aprendizaje social y emocional en las escuelas. En dicho programa, los estudiantes aprenden una gran variedad de habilidades para poder gestionar emociones y resolver los conflictos de manera creativa y sin agresividad. Desarrollan tanto sus habilidades de liderazgo como las capacidades emocionales y sociales que utilizarán durante el resto de sus vidas, ya sea en el hogar, en la escuela, en la calle, en el trabajo o en su rol como padres y ciudadanos.

El concepto de IE se está asentando en la conciencia mundial y gracias a ello emerge esta nueva manera de entender la educación. Al decir de Pablo Fernández Berrocal y Natalio Extremera Pacheco de la Universidad de Málaga: “Un desafío fascinante para la escuela actual es educar a los alumnos tanto académica como emocionalmente”.

En el documento Bases de la Revisión y Actualización Curricular, que establece el marco teórico para los diseños curriculares de cada nivel de la educación preuniversitaria pública y privada del país, se incluyen siete Competencias Fundamentales a desarrollar en los alumnos. Tres de estas competencias se relacionan con aprendizajes sobre IE: Competencia Ética y Ciudadana, Competencia Ambiental y de la Salud y Competencia Desarrollo Personal y Espiritual.

En muchas escuelas dominicanas se suscitan, frecuentemente, episodios de agresividad y violencia que afectan las relaciones en los centros educativos, al extremo de que en los últimos tiempos han ocurrido muertes. La problemática, al parecer, es grave, pues ni los servicios de psicología, orientación y de la Policía Escolar los han contenido.

Estos y otros hechos son reveladores de que algo no está funcionando en algunas escuelas públicas. Si los docentes carecen de la formación para asumir las competencias y contenidos que pautan los diseños curriculares renovados, los esfuerzos de quienes participaron en su elaboración y los recursos económicos invertidos por toda la sociedad, simplemente resultaron infructuosos y el futuro de muchos estudiantes seguirá incierto, como hasta ahora.

El MINERD tiene que tomar medidas rápidas que garanticen aprendizajes de calidad, seguridad física y emocional en todas y cada una de sus escuelas, para que sea realidad la formación integral que pregona en su publicidad.