Desaparecida la URSS, factor determinante del relativamente largo periodo de la unidad europea durante la guerra fría, el fantasma de la ingobernabilidad, del populismo racista, xenofóbico y del nacionalismo campanil se pasea por toda Europa. En ese contexto, los resultados de las últimas elecciones en Italia constituyen una clara expresión de ese fantasma, porque de esos comicios salen ganadoras dos fuerzas políticas que son actual y potencialmente negadoras de los valores que han sostenido las instituciones políticas de esa región. De esas elecciones emergen dos nuevos bloques de fuerzas políticas que además expresan una nueva división geográfica de ese país, al tiempo de ser un ominoso espejo en que Europa comienza a verse.
De los resultados de esas elecciones, en términos de cantidad de votos, las fuerzas claramente ganadoras son el Movimiento 5 Estrellas, populista y anti sistema, y la Liga del Norte, xenófoba racista; saliendo perdedoras las dos fuerzas que eran hegemónicas en el sistema político italiano: el centro izquierda encabezado por el Partido Democrático, PD y el centro derecha encabezada por Forza Italia, FI, de Berlusconi. 5 Estrellas obtuvo prácticamente el doble de votos de su más cercano seguidor, el PD, pero el número de representantes a las Cámaras es insuficiente para formar un gobierno monocolor, como tampoco la Liga del Norte, que junto FI emergen como el nuevo polo de centro derecha.
Por eso, están obligadas a explorar una alianza entre ellas o con otras fuerzas para formar un gobierno que sería de futuro incierto, en un país que ha tenido 64 gobiernos en los últimos 70 años, caso extremo de inestabilidad política en cualquier parte del mundo. 5 Estrellas, como la Liga, son fuerzas anti sistema y contrarias a la Comunidad Europea, pero entre ellas existen importantes diferencias. La primera es populista, pero su populismo es diferente al de la generalidad de los movimientos y partidos populistas europeos que en general son esencialmente racistas, xenófobos y secesionistas que son las principales características de la Liga. El hecho de que esta última esté radicada básicamente en el norte y la otra del centro al sur del país, esencialmente, dificulta la formación de un gobierno entre ellos, aunque no es imposible.
Sectores del PD y del bloque de izquierda han planteado su disponibilidad de diálogo con 5 Estrellas para formar un gobierno, pero la división existente en el bloque de izquierda y la veleidad e inconsistencia de 5 Estrellas, además de su completa inexperiencia de gobierno, una administración de esas fuerzas o entre cualquier otras tiene pocas posibilidades de ser duradera, por lo cual Italia podría abocarse a otras elecciones y seguir en una inestabilidad que está socavando las bases de su rica y ejemplar historia. Estas elecciones han producido dos nuevos bloques políticos mayoritarios, una nueva generación del liderazgo político y una nueva y ominosa división entre Norte y Sur del país.
Desde la post guerra hasta inicios de los 90, los dos bloques que se disputaban el poder en Italia estaba constituido por los partidos Democracia Cristiana, DC, y Comunista Italiano, PCI eran las cabezas de los bloques centroderecha y de izquierda, respectivamente. La fuerza de la DC radicaba fundamentalmente en una estructura clientelar en el Sur y la del PCI en el Norte industrial y el Centro agroindustrial e industrial, en la clase obrera y sectores medios, del mundo de la cultura y la intelectualidad. Durante ese periodo el país mantuvo una sostenida pujanza económica y logró ganarse el respeto de los demás países europeos, a pesar de la inestabilidad de los gobiernos democristianos debido a la exclusión del poder practicada contra los comunistas, como fruto de la guerra fría, en los momentos en que estos eran la fuerza de mayor calado en el mundo de la cultura y de la intelectualidad italiana.
La nueva división geográfica de Italia está basada en las concepciones ideológicas primarias de los dos nuevos bloques surgidos de estas últimas votaciones, en el carácter xenófobo, racista y secesionista de la Liga y del abigarrado populismo de la anti política de 5 Estrellas, lo cual les imprimen una volatilidad a esas dos las fuerzas que integran esas dos componentes que auguran una acentuación de la inestabilidad e ingobernabilidad de Italia durante décadas que, independientemente de que se unan o no, tendrá su repercusión en una Europa que ve cómo se quiebran sus cimientos y cómo regresa el fantasma de la división y el secesionismo que la atenazó durante siglos a lo largo de su historia.
Estas votaciones constituyen una clarinada para ese continente, para Italia, para una izquierda europea que languidece y puede reducirse nulidad cuasi absoluta, si no logra nuevas articulaciones y nuevas propuestas, nuevas alianzas no solamente entre ellas, sino con sectores del centro y si no logra enfrentar correctamente la nueva realidad de una Europa que, como dice John Gillis, citado por Hobsbawm, “ha perdido su centralidad espacial y temporal”. Esa clarinada es para lo que queda de esa izquierda italiana que, con Gramsci, fue una vez referencia para el mundo y para todo aquel que cree en los valores de la democracia, igualdad y la solidaridad.