En la sociedad dominicana, caribeña, latinoamericana y mundial están apareciendo continuamente voces indignadas. Sus espacios favoritos de expresión están siendo las calles y las llamadas redes sociales o redes digitales. Las preguntas principales que nos podríamos hacer serían, ¿qué están demandado esas voces indignadas? ¿Qué eco están encontrando en la sociedad en general y en quienes tienen la mayor cuota de poder económico y partidario? ¿Cómo articular esas voces en torno a un proyecto de nación democrática, justa y solidaria?
Entre las voces indignadas más relevantes de los últimos tiempos están las de Daurin Muñoz que denunció el “sueldo cebolla” (https://www.youtube.com/watch?v=FfMEvZSkh-4y), el policía de San Cristóbal, Francisco Díaz, que habló de su decisión de abandonar las filas de la institución policial, antes que seguir recibiendo los maltratos físicos y verbales por parte de los oficiales y seguir viviendo en condiciones de miseria (https://www.youtube.com/watch?v=n_j2NccWtBs). A eso se añade la voz indignada de una empresaria de zona franca que en un monólogo de cerca de media hora, que ha circulado en las últimas semanas por las redes digitales, ha estado denunciando los males del país, desde la falta de educación y conciencia social de la población, hasta los abusos que comete el gobierno contra los micro-empresarios (https://www.youtube.com/watch?v=7HUfhTfyUxM).
Es de destacar que hay grupos indignados que se expresan de forma colectiva. En los últimos años es necesario destacar las voces indignadas de los cañeros que exigen una pensión como justa recompensa a años de trabajo semi-esclavo, en los ingenios de la caña administrados por el Estado Dominicano, o por empresarios explotadores. Por otro lado, otras voces indignadas se han articulado en torno al movimiento “Poder Ciudadano”, que ha organizado varias manifestaciones públicas, llamadas “cadenas humanas”, centradas fundamentalmente en la lucha contra la corrupción gubernamental.
Las voces indignadas no son solo del país; en otros lugares del mundo hemos visto como desde el 2011 los indignados españoles, griegos o de Estados Unidos han hecho expresiones públicas de su descontento, ante las consecuencias económicas, sociales y políticas de la economía liberal que permite que los más ricos sean cada vez más ricos, que las clases medias se empobrezcan perdiendo hasta su vivienda y que los más pobres crezcan en número y en estrecheces.
En México las voces indignadas exigen que aparezcan vivos los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, secuestrados y desaparecidos, el 27de septiembre del 2014, por una supuesta coalición entre gobierno municipal, la policía de Iguala y el cartel de narcotraficantes, “Guerreros Unidos”. En Chile hay voces indignadas de las y los estudiantes exigiendo que se haga pública la educación universitaria, que en el momento actual tiene un alto costo que obliga a las y los estudiantes a endeudarse para poder estudiar. En Chile, tenemos también las voces indignadas contra la especulación con los fondos de pensiones que hacen las administradoras de pensiones. En Colombia, por otra parte, hay voces indignadas demandando la firma definitiva del acuerdo de paz.
En España el movimiento de indignados, que comenzó a movilizarse a partir del 2011 se articuló en torno a un movimiento político-partidario, llamado “Podemos”. Ese movimiento surgido a principios del año 2014 consiguió en poco tiempo tener una representación de 5 personas en el parlamento europeo y en las últimas elecciones en España, sacó 71 diputados. De tal manera que las dos fuerzas tradicionales, Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, tuvieron que tomar en cuenta las negociaciones con “Podemos” para poder formar gobierno.
No basta con indignarse, ni salir un día a las calles para apoyar una propuesta justa, o utilizar herramientas tecnológicas como el twitter, Facebook, whatsapp y otros para denunciar males sociales. Es necesario re-definir el modelo de sociedad que queremos construir, de tal manera que la indignación no se convierta solo en una lucha sectorial para defender intereses grupales, partidarios o personales. Y ese modelo de sociedad pasa necesariamente por la conquista del poder político; acceder a los lugares y espacios en donde se toman las decisiones económicas y políticas de nuestros países.
La indignación tiene que ser acompañada de la propuesta; es necesario fortalecer y articular el movimiento social. Pues mientras siga siendo débil, quienes tienen el poder de decisión seguirán mostrándose sordos, ciegos y mudos ante las voces indignadas, tal como ha denunciado Juan Tomás Taveras, uno de los líderes del movimiento que está reclamando mejores condiciones de vida para la policía (Acento, 4-11-16, http://acento.com.do/2016/opinion/8397925-ciegos-sordos-mudos).
La formación de la conciencia ética, social y ciudadana, comprometida, es un desafío permanente. Es esta la que permitiría unir voces, voluntades, capacidades y luchas por lograr mejor calidad de vida para todos y todas, y en particular para los sectores más empobrecidos y excluidos del territorio isleño. Ahí nos encontramos con una lucha permanente que dará sentido al levantase cada día para retomar el camino que conducen a asumir proyectos de vida que nos ponen en el camino de la Vida Digna.