Escribo desde La Plaza de la Revolución en La Habana, Cuba. Y lo hago desde aquí, porque hace tiempo aprendí, que “la cabeza piensa según por donde anden los pies”. Hago memoria de algunas de las figuras insignes del pensamiento indignado y de las luchas y prácticas sociales emancipadoras y liberadoras del pueblo cubano y de los pueblos antillanos, por conseguir mejores condiciones de vida y liberarse del yugo colonial: Jean Jacques Desssalines, Toussaint Louverture, Ramón Emeterio Betances, José de la Luz y Caballero, Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón, Máximo Gómez, José Martí, Carlos Manuel de Céspedes, José Antonio Maceo,  Eugenio María de Hostos, Félix Varela, Enrique José Varona, Ernesto Guevara (El Che),  Fidel Castro, entre los más significativos. Recuerdo, además, a Juan Bosch, a Francis Caamaño Deñó, a los expedicionarios del 14 de junio, pues desde aquí se entrenaron y se prepararon para promover proyectos de independencia en la tierra de Duarte, Luperón, María Trinidad Sánchez, Minerva Mirabal, entre otras y otros personajes significativos.

Dicen que el insigne maestro Eugenio María de Hostos murió de impotencia y de asfixia moral, sin la posibilidad de desarrollar y promover en las sociedades antillanas, entre ellas su natal Borinquen y en República Dominicana, sus proyectos y sueños socio-educativos y políticos.  Había nacido en Puerto Rico, y como tenía una mentalidad antillanista, se vino a nuestra isla y fundó en 1880 la primera escuela de formación de maestros. Una escuela crítica, cuyo surgimiento fue posible en el contexto del gobierno azul, de raíces liberales y democráticas, liderado en Fernando Arturo de Meriño. Pero luego otro líder azul, Ulises Heureaux (Lilís) cambió sus principios, sus valores y sus prácticas políticas y obligó al cierre de la Escuela Normal y Hostos tuvo que exilarse en Chile. De hecho, los tiranos no suelen admitir la libertad de mentes y de conciencias liberadas y des-colonizadas. El maestro Hostos volvió a la tierra que hizo suya, pero ya el partido azul  y el partido rojo (los descendientes de Buenaventura Báez) habían terminado siendo la misma cosa. Eso condujo, entre otros males, a la invasión, ocupación y dominación norteamericanas de 1916-1924 y al surgimiento de la cruel tiranía de R.L. Trujillo. ¿Algún parecido con lo que ha sucedido en las últimas décadas en la realidad dominicana? Nada nuevo bajo el sol…

No pretendo compararme con el maestro Hostos, sería un acto de soberbia de mi parte; pero como él vivo hastiado por muchas cosas que suceden en nuestra isla, y en la mayor parte de los países de nuestra América Latina, el Caribe y el Sur del mundo. El imperio del neoliberalismo, con sus transnacionales depredadoras de la Casa Común, con sus grandes medios de comunicación, sus aliados y cómplices locales, han convertido a nuestros países en sociedades dependientes, neo-colonizadas, subyugadas, material y espiritualmente de los intereses de quienes se sienten dueños del mundo.

Por esto las personas de pensamiento crítico tenemos que blindarnos cada día ante una prensa irreflexiva y dependiente, al servicio de los intereses del gran capital, que apoya la invasión militar del imperio del norte al aguerrido pueblo venezolano, como en otras ocasiones históricas apoyó las invasiones del Imperio del Norte a la propia tierra. A esto se añade el descaro de los senadores y diputados de aprobar una ley de partidos y electoral, a la carrera, a partir de sus intereses personales y partidarios; pues representan fundamentalmente a los grupos económicos y económico-partidarios de los que son dependientes y asalariados; por eso tenemos, además, que contemplar el teatro del mal gusto del juicio de los involucrados en las obras hechas por Odebrecht, en donde faltan la mayor parte de los sobornados, así como de quienes sobravaluaron las obras y quienes llegaron al poder con dinero sostenedor de campañas compradoras de conciencias débiles. Esto es también causa de la violencia cotidiana: la callejera y la gran violencia provocada por el robo descarado de la cosa pública, de la corrupción impune, que cuenta con la complicidad de una justicia maniatada. Todo esto se manifiesta y repercute en la falta de condiciones materiales mínimas para vivir de las mayorías y de razones éticas, existenciales y políticas para sobrevivir de tanta gente joven.

Para sobrevivir y no asfixiarme antes de tiempo tengo mis estrategias, asumidas a partir de mis conocimientos, experiencias y las oportunidades que me ha dado la vida.

  1. Creación, formación, apoyo  y mantenimiento de espacios de encuentro, articulación, de redes de solidaridad, como la Red Ecuménica Bíblica Dominicana,  el apoyo a la Coalición Demócratica, al movimiento ciudadano Bien Común, o la Red de Educación Ética y ciudadana, o la Red por una Cultura de Paz, a nivel continental.
  2. Creación de un lugar en contacto con la naturaleza. Otra estrategia ha sido, siguiendo los pasos de mi abuelo, el líder de la independencia nacional  contra el imperio español (mal llamada por los historiadores como la “restauración”), construir mi casa en el monte, en las montañas frescas y floridas de Constanza, alejado del mundanal ruido. Para tener un lugar de encuentro conmigo mismo y, con familiares, amigos, amigas y compañeros y compañeras que comparten sueños indignados, proyectos y prácticas solidarias. Allí también colaboro con el cuidado del bosque, de las aguas, del derecho de las aves a volar en libertad.
  3. Volver, cuando tengo oportunidad, a las fuentes nutricias de mis conocimientos, de la ética, la espiritualidad y la práctica social comprometida. Por eso en el pasado mes de octubre estuve en el pueblo de Nazaret, para refrescar la memoria inspiradora del Maestro Jesús.  Y estuve en mi “alma mater” (universidad bíblica franciscana) en Jerusalén, en donde el Maestro de Nazaret fue sentenciado y condenado a muerte por los poderes religiosos y políticos de su tiempo, por su decisión de ponerse del lado de los débiles y denunciar las maniobras de los poderosos. En donde profundicé en el mensaje, la práctica y el sueño de una sociedad nueva de Jesús de Nazaret y de las primera comunidades jesuánico-cristianas. Por eso también he estado en este mes de Febrero en el Congreso Internacional de Pedagogía que se desarrolló en La Habana, del 3-8, del presente mes. Allí retomé el diálogo con mis maestras y maestros, así como con mis compañeros y compañeras de mi “alma máter” cubana (La Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona).

Allí en el Congreso de Pedagogía, en La Habana, escuché al presidente Miguel Díaz-Canel decir que “Seguimos apostando a un mundo mejor posible y la base de ese anhelo es la educación”. Le escuché decir, además, que a apesar de las precariedades económicas de la sociedad cubana, siguen invirtiendo el 10% del PIB, más del doble de lo que invierten los países de la región, como República Dominicana, incluyendo los enriquecidos del Norte, como EE.UU. Y Canadá.  Escuché además, al intelectual, teólogo y humanista brasileño, Frei Betto quien se refirió a las ideas principales de su último libro: “Por una educación crítica y participativa”.  Él partió de un interrogante fundamental: “¿Qué significado tiene nuestra educación? Y planteó que la pregunta tiene dos respuestas: una educación orientada casi exclusivamente para formar mano de obra calificada para el mercado laboral o para formar personas felices, con protagonismo político y social. Y señaló Betto: “Son dos cosas distintas. La primera es formar a personas para continuar profundizando la desigualdad social, con una mano de obra barata al servicio del capital; la otra es ética, altruista, con ideales solidarios”.

Para no dejar que el alma se enfríe, la ilusión se haga pequeña y el hastío mate la esperanza y las energías para seguir caminando, seguiré utilizando las estrategias antes mencionadas.  Y me propongo seguirlas compartiendo con familiares, amigos/as y compañeros/as de lucha y de camino cotidiano. Por eso, concluyo citando al líder religioso negro estadounidense, M. L. King, quien afirmó: “Aunque supiera que mañana el mundo se va a acabar, seguiría hoy sembrando un árbol”; el árbol que tiene que dar frutos de amor, servicio, y vida digna, cultivado por un liderazgo éti co, social ypolítico comprometido, indispensable para la construcción de la nueva sociedad, en particular, para quienes están más excluidos y discriminados por razones económicas, étnicas, por opción sexual o de género o simplemente por clase o procedencia social.