Gonzalo es un rayo: sonoro, breve y deslumbrante. No es un proyecto orgánico, estructurado ni consistente; es un ensayo de microondas inflado por el marketing. El poderoso exministro llega con dinero, sex appeal y el endoso del poder. Lo demás es silicona. Hallar grandezas en su cabeza, aparte de sus canas, es ilusorio. Sin embargo, eso parece complacer a un electorado de baja criticidad y endeudado con el cargo, el contrato o el subsidio.
Gonzalo es el precandidato del presupuesto público. A cuenta de esa condición, el hombre se arriesga sin tantear su osadía, con un expediente vivo como Odebrecht, con capacidad para quebrar en mil pedazos cualquier delirio. A él le basta la firma solidaria de Danilo Medina y punto.
Su campaña es una comparsa ruidosa empujada al tropel. Y la ha montado sin discursos, planes ni proyectos; solo con ostentación de fuerza. Quebró al grupo de los pupilos, quienes, desconcertados y en desbandada, han tenido que tragarse sus enconos para no deshonrar al presidente y con ello arriesgar sus precarias aspiraciones.
Y es que todo iba bien hasta atravesarse este meteoro. Gonzalo perturbó su sosiego y desbarató sus planes. No dudo de que, aclamado ya como precandidato del danilismo, las inconformidades abandonen su silencio y tomen, en algunos casos, cuerpo de deserciones.
Las dudas por una felonía del presidente asoman, sobre todo cuando estos muchachos soportaron pacientemente una campaña incierta, larga y costosa mientras Gonzalo preparaba en su madriguera el momento. Amarante Baret respiró su dolor al retirarse del ruedo; se mantendrá fiel a Medina, pero neutral con Gonzalo. Domínguez Brito, el más infundido de los pequeños, no arriesgará su inversión y anunciará su respaldo a Gonzalo por tres razones: primero, por la expectativa de la candidatura vicepresidencial, opción que puede quedar en sus manos en caso de que termine, como se perfila, segundo en las mediciones; segundo, para darle consistencia discursiva a Gonzalo, considerando que esa es su debilidad más sensible; y, tercero, por su profunda pero disimulada aversión hacia Leonel Fernández, un desafecto de viejas raíces por este haberlo ignorarlo durante toda una vida. A los demás, exceptuando a Reynaldo Pared, quien jugará a la neutralidad, les bastará unas palmaditas del presidente Medina para integrarse como oficiales de las tropas “prestadas” a Gonzalo.
Lo que sigue es un pandemonio; cuando Gonzalo, con apuros para sostener un planteamiento por más de cinco minutos, empiece a revelar sus carencias frente a la veteranía de un Leonel Fernández que, aunque políticamente cansado, se ha curtido en esas lides. Creo que los mejores aliados de Gonzalo serán un teleprónter y un buen libretista. Tendrá que afinar su lectura y limpiar sus lentes.
No todo es catastrófico. Estas son las buenas noticias para Gonzalo: encarna una propuesta vendible, pero como “producto editado”. Su imagen es robusta y de dócil manejo para seducir al voto femenino. En ese relato cuentan su mirada tímida, su sonrisa fresca, su tez blanca y la expresión suelta (sin líneas tensas ni afectadas) que proyecta con espontaneidad. Otra condición que convoca al voto joven es el modelo de éxito que no solo representa, sino que trasmite con carácter determinado. Para los chicos de hoy el tema de la realización generacional es sensible en un medio desafiado por tantas dificultades. Influir en los segmentos predominantes del mercado electoral acredita y en esos nichos Gonzalo cala. El problema, sin embargo, es estructurar una identidad propia y sostener su imagen en el tiempo. Esto es así porque tendrá que dar la cara real y en esa experiencia Gonzalo, inexperto y limitado, deberá lidiar con serios apuros, como conciliar la imagen ideal con la real, esa que se construye en el día a día, en el discurso vivo y sin guion. La ventaja de Gonzalo en este y en muchos aspectos es la baja calidad crítica de sus votantes.
Las condiciones apuntadas, si bien necesarias no son imprescindibles cuando se tiene al Estado volcado en un solo objetivo; cuando la línea dura del Palacio sea apoyarlo como razón de dignidad para vengar a quien en el pasado le destruyó los sueños a su líder; cuando la mitad (solo por decir) de los casi setecientos mil empleados de la burocracia pública y de los novecientos cincuenta mil beneficiarios de subsidios sociales “decidan” votar en unas primarias abiertas.
Si bien sobrepujan a Gonzalo en muchas condiciones, ninguno de los demás precandidatos refleja esa fuerza de venta, razón de su dominio. Lo que está por verse es si puede mantenerse en el tiempo. Creo que lo logra solo si Leonel, ahuyentado por el Estado, decide otra opción fuera del PLD; de lo contrario, lo que le espera a Gonzalo es duro. Entonces sabremos la categoría del huracán… ¿o de la depresión tropical?