El calamar se defiende con eyecciones de  tinta negra facilitándose la huida, así  despista  al enemigo. Pero, a veces, la maniobra no funciona y terminan cocinados en su propia tinta, o empanizados y hechos frituras.

Hasta Odebrecht,  el poder peledeista era altanero y  le tenía sin cuidado su   portentoso ejercicio  de corrupción.  El  tremebundo escándalo les ha interrumpido  la fiesta. No obstante,  considerándose amos y señores del país, al principio la molestia fue pequeña. Además,  contaban con esos  consultores brasileños magos en trampas y elecciones vagabundas.  Aunque presos, Joa Santana y su mujer siguen sirviendo a  Odebrecht, a Danilo Medina, y al  proyecto de Punta Catalina.

Es mucho dinero el que está en juego y  mucho el peligro que se corre,  tanto, que  Leonel, Danilo, y el Comité Político comenzaron a trabajar juntos en un nuevo intento por evadir la ley. Pusieron  en marcha  sus  viejas tretas, pero   esta vez  fue distinto: medio mundo se les vino encima cuando gobernantes y dirigentes políticos del partido aparecieron protagonizando el crimen en toda la prensa mundial; Washington les convoca,  exige, y quita visas; crecen las marchas verdes. 

Reconocen que es improcedente  el tradicional pase rápido por  los tribunales o   el "aquí no  ha pasado nada".  Ahora   enfrentan  periodistas e intelectuales indoblegables  y a un  mercado de conciencia  en baja. Les vigilan  adentro y afuera. Deben cambiar la rutina y  diseñan el plan B, escogen al Procurador General de la República como mascaron de proa, lo rodean de caros asesores legales para que legalice con Odebrecht lo  ya  negociado en las alturas.  (El plan también conllevó la pérdida de voz del jefe del Estado  y la  de Leonel  Fernández.) 

Contra viento y marea, de juez en juez, firman y refrendan un acuerdo entre las partes; un  " win win" en beneficio de la multinacional y del entorno presidencial, pariendo   una lista de sobornados a la medida del palacio y sus allegados. El plan B  acusa  poco y oculta mucho; permite que continúen   los préstamos, los cobros, los porcentajes, y que termine  la hidroeléctrica de Punta Catalina. Es un plan perverso y rentable. 

El presidente prosigue su "grandiosa obra de gobierno", Leonel lleva la  retórica a niveles helénicos, y las bocinas  enronquecen defendiendo la inocencia de quienes le pagan. Finalmente, ejecutan el espectáculo de caza y captura con expedientes insostenibles. La redada se publica en el extranjero.  El palacio anuncia  proyectos a granel,  nuevos bonos, bajan los combustibles, se inauguran escuelas. El gobierno es  un orgulloso y evasivo calamar.

En tanto,  tres respetables ingenieros  calculan más de quinientos millones de dólares de sobrevaluación en Punta Catalina. La comisión calla, el empresariado apoya. El engaño  es todo un éxito: el molusco de la corrupción   sigue nadando en el  robo público arropando con sus tentáculos  la dignidad y el dinero del pueblo. El gobierno y el PLD van ganando.   

Pero existe un hastío en la nación  personificado en  marchas verdes, en jóvenes dispuestos a no dejarse engañar, en  gente que no se vende ni  calla, que ataca. Debutan políticos jóvenes pensando en un futuro diferente. El poder  ahora  tiene que sentirse amenazado aunque  vaya ganando.  Creo firmemente que ahora les tortura la incertidumbre y que  comienzan a imaginarse cocinados  en su propia tinta, o empanizados y hechos frituras.