Las personas no saben que hacer si su rutina diaria colapsa. No se imaginan cultivando un huerto, ni peleando por su propia vida, ni criando a sus hijos sin computadoras; no podrían vivir sin electricidad, autos, medicamentos, electrónica, refrigeración y demás elementos de la llamada vida moderna. Si yo no puedo imaginarme que sería de mi en un escenario así pues lo mejor es, sencillamente, no imaginármelo. La gente ha decidido vivir sin darle credibilidad a los pronósticos ni indicadores, ni señales ni evidencias de que nuestra sociedad y nuestra civilización están colapsando. Años atrás, habían decidido ignorar las malas noticias, las voces agoreras, las denuncias de catástrofes de las Casandras. Finalmente, la realidad se impuso. Ya casi nadie pretende que las cosas están bien, pero eso no significa aceptar que están tan mal ni que las consecuencias sean inevitables. Con la economía, la violencia, el medio ambiente, las enfermedades, el desorden, el caos, las incertidumbres prefieren creer que de alguna manera algo sucederá a última hora que nos libre del destino que se cierne amenazante. La gente no tiene donde ir si esta sociedad se derrumba.
El artículo de Felipe Ciprian alertando sobre lo que debería hacer el país ante la amenaza del ébola que se cierne sobre todos nosotros es una magnífica ilustración de todo lo dicho mas arriba. Felipe, elogiando la decisión cubana de enviar cientos de médicos a Africa donde, a la labor humanitaria, se sumará la experiencia para combatir la enfermedad cuando finalmente llegue a Cuba, como en efecto ocurrirá, hace un llamado, tan honesto como inútil para que el gobierno dominicano se prepare. Y da pena decirlo y pena saberlo y la misma pena vivirlo. Pero, como dicen los españoles, no pasa nada.
El gobierno dominicano no va a hacer nada mas allá de los anuncios vacíos e infundados de siempre. La sociedad dominicana ahogará cualquier preocupación en ruido, bachata y sexo y todo seguirá como siempre: business as usual.
Piense entonces el lector: si ante una amenaza tangible, como esa epidemia, los dominicanos hacen mutis ¿como podemos esperar que entiendan o reaccionen frente a la muerte de los cítricos a causa de un virus desconocido? numerosas y nuevas plagas dañan o matan otros cultivos; ¿como preocuparse por los ríos y arroyos que desaparecen, las mareas que destajan pedazos de la costa? El clima, loco como anda, nos envía en algunas horas las lluvias que debieron venir espaciadas en varios meses. ¿Como van a entender que la contaminación ha desatado enfermedades respiratorias y gástricas de cientos de miles de dominicanos? ¿Como van a entender que la comida basura los está matando? ¿Como van a entender que una sola erupción solar de suficiente fuerza y en la dirección apropiada puede dar al traste con todo el arsenal electrónico de esta civilización? Señores, si toda la gente de este país se la pasa con un radio encendido el día entero, si en cada negocio, oficina, despacho o institución a la que usted acude desde el portero a la entrada hasta la secretaria del jefe están oyendo y tarareando música a un volumen que usted también la oye; si esto pasa todos los días, en todas partes a toda hora ¿como usted puede creer que alguien sujeto a este bombardeo de ruido puede pensar? Acaso no se han percatado de que las empleadas, conserjes, secretarias, dependientes tararean la música mientras esperan atenderlo a usted mismo en cualquier parte? Acaso no se han percatado de que a uno le dedica el tiempo de la pausa entre las canciones? Y todos creen que es una gracia. Todos creen que está bien y además no les importa. Un pueblo aturdido por el ruido y entregado a la vulgaridad, que además glorifica, no puede reaccionar de manera racional ante una situación de este tipo. No hay que soñar. Una sociedad en el estado de la dominicana solamente reacciona al trauma, a la violencia y a la muerte inminente cuando esta llegue, fuera de control, fuera de parámetros y naturalmente inesperada. La sociedad inmolada en el altar de la individualidad, no existe.
He tratado, con poco éxito, de entender como, cuando, y por qué la sociedad dominicana empezó a retroceder en los escasos niveles de desarrollo intelectual y cultural que, como una promesa, se desarrollaron con el auge libertario en la década de los años 60. Naturalmente entiendo que, no es solamente la sociedad dominicana que está imbecilizada. También entiendo que esa glorificación de la banalidad, ese culto interminable a las apariencias a expensas del contenido y el reinado del individualismo no son males exclusivos del pedazo de isla por mas aberrante que me parezca. Todo eso mas o menos lo entiendo. Lo que sigue desconcertándome es la capacidad de la gente para “estar de acuerdo” con un discurso y seguir enarbolando en la práctica el discurso anterior. Es la gente asegurar, “que bien dicho”, “que bien pensado”, “que sabio” lo que ha dicho o explicado alguien y a seguidas, apenas doblar la esquina, esa misma persona regresa al mismo discurso y los mismos argumentos que tenía antes. Cuando, meses atrás, EEUU con otros países amenazaba bombardear a Siria, explicaba en uno y otro foro, lo que en verdad yacía detrás de esa amenaza. Muchos, en esos encuentros, aseguraban haber entendido y estar de acuerdo. Minutos después, hablando entre ellos o en medio de otro auditorio volvían a exponer y a razonar de la misma manera y con los mismos argumentos que usaban antes de mi exposición. Algo pues, era mentira. O no estaban de acuerdo aunque aseguran estarlo o no habían entendido o simplemente les parecía que era de buen gusto.
Definitivamente, este no es tiempo de Casandras y no consigo, ni siquiera en las élites una visión crítica. Cuando oigo un político dominicano hablando de las encuestas que fabrica el gobierno, de los aprestos reeleccionistas y del fulano que ha lanzado su candidatura presidencial sin percatarse de que el país anda buscando un líder que haga oposición, solamente pienso y me digo: estamos jodidos. La gente sabe que las encuestas son manipuladas, pero les dan vigencia al comentarlas. La gente sabe que haya o no reelección al PLD hay que derrotarlo y los que andan candidateándose no han entendido que hay que hacer oposición de verdad, movilizar esta sociedad, derrotar la anomia, el descreimiento, la indiferencia, arrebatarle la calle al adversario, refundar la república.