Sin duda alguna a partir del año 2013, cuando se comenzó a cumplir el Art. 197 de la Ley 66’97 que destina el 4% del PIB para la educación preuniversitaria, se iniciaron algunos cambios necesarios en el sector. Sin embargo, dos de ellos hay que afrontarlos con toda firmeza YA, pues tienen dependencia reciproca: formación de formadores y calidad educativa.
Es imperativo abordar estas dos temáticas, pues son el mayor hándicap que afecta la educación nacional. Y donde el papel de las instituciones formadora es fundamental, para revertir las deficiencias de una y otra.
Estas dos problemáticas son comunes a muchos países de la región, y algunos han adoptado políticas innovadoras para incrementar el nivel educativo de sus docentes y, paralelamente han aumentado la inversión pública en consecución de esos propósitos.
La mayoría de los estudiantes dominicanos acude a escuelas primarias y secundarias públicas, hecho que otorga aún más importancia al papel de los docentes en la formación de la fuerza laboral del futuro. También se destaca que las tendencias educativas se están alejando de la memorización tradicional para enfocarse cada vez más en la resolución de problemas o en aprendizajes duraderos, por lo cual la necesidad de contar con docentes capacitados es más apremiante que nunca.
Independientemente de se pueden aplicar medidas más efectivas para ayudar a mejorar el nivel formativo de los docentes, como por ejemplo, hacer más selectivo el proceso de selección y reclutamiento; desarrollar programas de inducción con los que ingresan; de evaluación del desempeño y de formación continua a los existentes, entre otros aspectos. También hay que recordar que el último informe del sistema de medición estandarizado PISA relega a ocho países de la región a los últimos puestos del ranking educativo mundial. Y que el Minerd anunció la participación de algunas escuelas en estas pruebas en el año 2015.
¿Qué resultados obtendrá el país con el nivel académico actual del estudiantado?
Según el estudio Mejores profesores para América Latina y el Caribe, ningún país latinoamericano, exceptuando a Cuba, cuenta con un cuerpo de docentes públicos que pueda considerarse de alta calidad. Y los expertos opinan que para entender este escenario, es necesario sumar dos factores determinantes: políticas educativas poco eficientes e insuficiente formación de gran parte de los 7 millones de docentes que existen en la región.
Desde el inicio de la década de 1990, el Minerd viene apoyando la formación docente con cursos cortos de capacitación, así como a través de programas a nivel de pregrado y postgrado, pero con resultados contradictorios: excelentes en términos estadísticos, porque el país figura entre los que exhiben mayores porcentajes de docentes titulados a nivel superior; pero también ocupa el penúltimo lugar en las mediciones internacionales sobre calidad educativa. Sin dejar de considerar el abandono, el fracaso escolar y otras falencias, que siguen siendo significativas.
Identificar a los culpables de esta situación, que gravitará en la educación pública y privada por muchos años, no tiene sentido. Pero ante este panorama, la sugerencia más prudente a las universidades e instituciones superiores que forman a los docentes, es instarles a cambiar el modelo de formación, lo que implicaría cambiar significativamente el curriculum, pues hasta ahora las modificaciones introducidas en los documentos curriculares no han producido mejores resultados, porque al parecer se sigue incidiendo en recursos educativos tradicionales y la baja calidad educativa persiste.
Es cierto que se intentó un cambio de paradigma educativo y se ha aplicado más de un modelo formativo de docentes, pero aún todo se asemeja a un barco a la deriva.
Un verdadero cambio curricular no es una tarea fácil, pues son muchos los aspectos que envuelve. Y en primer orden están los profesores que forman a los futuros formadores de los infantes, niños, adolescentes y adultos que asisten a las escuelas. Por tanto, es imperiosa la necesidad de reflexionar sobre las modalidades actuales de formación docente, para poder enfrentar los retos de manera eficiente y sostenible, de un mundo globalizado que exige otras maneras y nuevas aptitudes de comprensión.