Separar por la fuerza a los niños de los padres indocumentados que cruzan la frontera es una crueldad que raya en lo vicioso luego de haber traspasado todos los linderos de la imbecilidad. Reunir a un grupo de personas que alguna vez sufrieron la pérdida de un ser querido a manos de un indocumentado para pretender justificar la separación de los hijos de sus padres traspasa los mismos linderos de la imbecilidad y se aloja confortablemente en la insanía, un territorio que colinda con la perversidad por un lado y con el retraso mental por el otro. Haber revocado la medida nos disminuye la gravedad de haberla impuesto pues en el primer caso la suspensión fue por el evidente daño político electoral mientras que en la implantación se recoge el desprecio, la intolerancia y el racismo que nos indican que esta civilización no tendrá un futuro de barbarie sino que esta ya está entre nosotros precedid del discurso que la estimula y sustenta.
Viene a mi mente una escena de la película Ghandi cuando un reportero que ha presenciado el tormento al que, voluntariamente, se sometieron miles de indios que se dejaron apalear luego de que fueran al mar a buscar un poco de sal desafiando una prohibición de las autoridades británicas informa por teléfono: Inglaterra, con este acto de barbarie, ha perdido cualquier asomo de legitimidad que pudiera haber tenido su presencia y dominación en la India.
Creer que separar a los hijos de sus padres por la fuerza va a detener la inmigración ilegal es no haber entendido nada de la historia pasada ni de la realidad presente. Pero los tipos como Trump y los carajos que medran a su lado nunca han leído un libro de historia, ni siquiera en la forma de muñequitos de tiras cómicas. Si lo hubieran hecho, habrían entendido al menos dos cosas: Una que no hay muralla, barrera ni ejército capaz de parar una emigración del mas pobre hacia el mas rico; los romanos acumularon vasta experiencia en el tema y sucumbieron. Otra, que la emigración es una respuesta vital de cualquier especie que se siente amenazada y responde reproduciéndose mas rápido; emigrando a otro territorio en lo que, con frecuencia es un mismo acto en dos tiempos.
Creer que un puñado de personas que tuvo la mala suerte de haber perdido un pariente a manos de un indocumentado puede testimoniar sobre la peligrosidad de estos es tan estúpido de Trump como innoble de los que por un minuto de televisión se prestaron a servir de tontos útiles. Empero, mucho mas allá de la ignominia contenida en estos episodios queda en la boca un sabor amargo: la certeza de que el mundo de reglas, normativas, procedimientos y leyes nacido de las muerte de mas de 40 millones de personas en la Segunda Guerra Mundial se desmorona a una velocidad que nadie puede reparar, frente a una humanidad que ni siquiera se ha percatado de lo que acontece y ante la mirada penosamente impotente de los que vemos este presente y podemos perfectamente bien anticipar el futuro cercano. Trump en Estados Unidos no es diferente al húngaro Orban, ni al italiano Silvini, ni al israelí Netanyahu ni la burmesa Su ky ni a ninguno de los que han hecho de la persecución de indocumentados su modus vivendi. Trump está obligado a hacer lo que está haciendo como antes que el los emperadores romanos y muchos otros hicieron lo mismo. Es la misma curva histórica de siempre. Roma primero acogió los extranjeros y los asimiló. Cuando sus elites se corrompieron Roma se vino abajo, ya no podía asimilar extranjeros sino que trataba de expulsarlos mientras al mismo tiempo esos extranjeros se hacían cargo de todas las labores que los romanos rehusaban. Honorio era emperador, cobarde y e incapaz y dependió de la espada y el coraje de Estilicon. Luchar contra las invasiones de los bárbaros es tan inútil como teñirse los cabellos o recogerse las arrugas creyendo detener la vejez.
En lugar de ayudar a los países y los pueblos hambreados y puteados por el hambre y por la corrupción que ellos mismos han inspirado y con frecuencia gestionado persiguen a las víctimas de las consecuencias de su propios actos y terminarán devorados por los mismos monstruos que hoy persiguen. Que así sea. pues.