El PRM se fundó, formalmente, en septiembre del 2014, fruto de un pacto o acuerdo  entre Hipólito Mejía y Luis Abinader, líderes que aglutinaron los perredeistas expulsados por un Miguel Vargas apoyado por el funesto Tribunal Superior Electoral de la época. 

Además de nombre y estatutos del partido, ese entendimiento llegó hasta la designación del presidente, el secretario general y de todos los miembros de la Dirección Nacional Ejecutiva ¡Todos fuimos pactados!

Ahora bien, ¿qué es lo que preocupa a algunos sectores sobre el reciente tácito entendimiento entre Hipólito y Luis para escoger los candidatos de las dos posiciones  principales del PRM?

Preocupa que a los nuevos titulares de la presidencia y la secretaria general que resulten electos, se les ocurra actuar como parciales de  un grupo, y no como dirigentes al servicio de todos. 

En ese sentido, cabe destacar que la gestión de Andrés Bautista y Jesús Vásquez fue sostenidamente institucional e imparcial. Fueron reales árbitros frente a los intereses grupales. Ese apego a la institucionalidad les generó  confianza  y gobernabilidad interna y, por consiguiente, capacidad para organizar dos convenciones en el 2015 y construir un padrón partidario.   

Solo una dirección que actúe como árbitro podrá fortalecer la unidad partidaria y llevar el PRM a la victoria. Ya se ha dicho: la falta de árbitro casi destruyó al PRD, al Partido Reformista, y mantiene en vilo al PLD. 

Por otro lado, en la presente convención las bases del PRM votarán libremente, y  tanto podrían respaldar los candidatos sugeridos por los líderes hegemónicos, como escoger  aspirantes independientes. 

Porque el PRM, como toda organización política o civil, solo crecerá y se sostendrá con el tiempo  si es sensible y reactivo a las presiones del medio social en que habita. En ese sentido, las presiones de la sociedad a los partidos políticos han sido para que estos superen su modus operandis, renueven su visión y sus propuestas. En correspondencia con esa expectativa, en el PRM se ha desarrollado una prometedora camada de jóvenes militantes que como una ola humana viene avanzando en todas las instancias directivas del partido. Jóvenes nacidos y criados en estos tiempos, cargados de ilusiones y nuevos mensajes.  Esa juventud fue el motor de la participación electoral del partido en las pasadas elecciones y ha desatado la efervescencia de las inscripciones en la presente convención. Solamente esa presión interna, casi material, obligaría a una renovación de cualquier partido “vivo”.

La convención tiene sus complicaciones y tensiones, pero nos trae también expectativas y grandes esperanzas.