“BIEN
y ahora ¿quién
nos liberará
de nuestros liberadores?”

Nicanor Parra

La situación en nuestros países transforma en una obligación el debate de ideas en torno a la crisis del capitalismo neoliberal y de la sindemia, de la correspondiente crisis de representación y de la democracia. Quienes puedan y quienes aun sin mucha ilustración intenten “el examen riguroso que se hace de algo, considerando cada una de sus partes” debe ser alentado y celebrado. En medio de esta crisis representa un acto de responsabilidad intelectual y política ejercida para establecer lo que se cree respecto a cómo se construye y a cómo se destruye la democracia.

La democracia es, sin dudas, la cuestión central para el mundo progresista. Mantener las cosas como están, intentando destruir la política en tanto principal herramienta para el cambio, es el juego de los neoliberales y de las agencias gringas cuya envestida ha tenido un formidable éxito en República Dominicana, aunque ha sido detenida en Bolivia y en Chile en estos últimos meses.

Así que vamos con la democracia y con la forma en que está siendo amenazada su construcción en República Dominicana, puesto que para avanzar es necesario fortalecer instituciones y cambiar otras, incluyendo especialmente la cultura política.

Me cuentan que en la Junta Electoral del Distrito cuando los “Guardianes de la democracia” hicieron su estreno en las elecciones pasadas y protagonizaron la primera observación electoral con consecuencias en la República Dominicana, los representantes de partidos tradicionales (y por tanto muy poco democráticos) se sorprendían cuando los guardianes defendían votos que favorecían a los adversarios electorales y no sólo a los propios. Claro, para esos partidos no resultaba comprensible que aparecieran y actuaran estos juveniles profetas defendiendo la voluntad del elector expresada en el voto soberano del pueblo.

Lo traigo al debate porque ese es mi primer tema: “el voto soberano del pueblo”.

Como el caso “Josefa Castillo y otros” lo comentamos en el artículo “Así es…” del 2 de septiembre (https://acento.com.do/opinion/asi-es-8856355.html), no repetiremos ahora nuestros argumentos y sospechas. Sí agregaremos que en esa fecha todavía no se discutía públicamente acerca de que la negociación incluía que el curul de mamá sería ocupado por un hijo. Pero a estas alturas, si tomamos en cuenta que la Cámara de Diputados está incumpliendo la Constitución, es difícil decir qué es peor: el PRM no cumplió con los plazos constitucionales a pesar de la observancia que se debe esperar de un ministro que preside al partido pero que parece no conocer el Art. 77 de la Constitución.

Lo nuevo, o mejor, de nuevo, cuatro años después vuelve al ruedo lo de la segunda mayoría en el Senado para la designación de un integrante del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM).

La forma en que este dilema se ha ido desarrollando habla de las carencias de la democracia dominicana y de la cultura política dominante. Ver a un ex presidente de actor principal de esta situación estrafalaria más que provocar molestia, mueve a una mayor decepción. El desasosiego aumenta cuando escuchamos al Ministro Administrativo decir que hay que saber contar senadores olvidando que él mismo se opuso a ese argumento para instalarse en el CNM hace cuatro años. ¿Qué tal si contamos los votos? Contar los votos emitidos tiene mucho más que ver con el espíritu de la democracia y su mandato principal, el respeto a la soberanía popular, que contar senadores elegidos con pillería en la boleta de otro partido.

Engañaron al pueblo elector varias veces. Engañaron tanto que ahora indican como representante de la Fuerza del Pueblo en el CNM a un senador que fue propuesto a los electores por el Partido Reformista. Engañaron cuando dicen ser de un bloque distinto al del presidente del Senado cuando votaron por él. Engañaron cuando fueron electos por el PLD y ya no eran peledeístas. Engañan quienes ahora defienden a los tránsfugas cuando saben quienes son y cuando tantas veces les hicieron graves cuestionamientos.

Otro elemento que ayuda a aumentar la desilusión es que el mismo artículo 77 deja un criterio claro para entender la propiedad de la vacancia y es que ésta debe ser llenada por el partido que postuló al remplazado si éste está imposibilitado de ejercer el cargo. Si se diera una situación como ésa ¿saben ustedes cuántos senadores deberían ser reemplazados por la Fuerza del Pueblo? Solo uno, el de San Cristóbal. Es el único que fue propuesto al electorado por la Fuerza del Pueblo. Vaya extraña segunda mayoría.

Todo esto en medio de una ofensiva mediática que recuerda los inicios de la década de los 80 del siglo pasado en que los organismos internacionales, los grupos de presión y los políticos neoliberales gozaban criticando el desempeño de los poderes legislativos.  Sabían por qué lo hacían. Lo ocurrido en Chile en estos últimos meses respecto al retiro de fondos de las AFP aprobado por el Congreso con la oposición del gobierno deja en evidencia la necesidad de cuidar los principales órganos de representación de manera que efectivamente legislen en beneficio de quienes los eligen.

En la crítica -aunque a veces sea facilitada por comportamientos de los legisladores- puede advertirse que no hay ningún interés de que los poderes legislativos mejoren y cumplan su principal función que es legislar. Ahora y antes el tema preferido es “el gasto” que significa el Congreso y la aparente inutilidad de esa inversión. No nos engañemos ni nos dejemos engañar: los que quieren que las decisiones las tome el mercado van a intentar siempre acabar con las esferas donde se tomen las decisiones políticas, especialmente si quienes deben tomarlas tienen la legitimidad de haber sido elegidos por el voto popular. En el mundo de hoy debe haber pocas cosas más caras que no tener parlamento.

Y ahora pongamos la mirada en otra forma neoliberal de evitar que el poder legislativo cumpla con sus funciones: el Consejo Económico y Social (CES). Este tipo de artilugios se creó en el Chile de Pinochet y es perfectamente posible que además de la República Dominicana algo parecido solo esté en funciones en el gobierno de Bukele.

En un video (https://www.instagram.com/tv/CGQRdHvDj2H/?igshid=5rbc6pe68w28 ) subido hace poco a las redes virtuales, Wendy Santos Berroa analiza algunos datos interesantísimos: 26 de los 42 miembros del CES son del sector empresarial cuando la ley fija 15. El ministro de la Presidencia no aparece en el sector empresarial, aunque se le debería ubicar allí y un grupo de presión como FINJUS está en la lista del sector social. INTEC también aparece en el sector social cuando es una empresa privada que vende servicios educativos. Igualmente, la Conferencia del Episcopado y el Consejo de la Unidad Evangélica está en el sector social, pero resulta que las instituciones religiosas no son parte de ninguno de los tres sectores, aunque la confusión puede venir del hecho de que el CES fue dirigido por un sacerdote, quien a su vez pertenecía claramente al sector empresarial. Tampoco podía faltar en el sector social Participación Ciudadana que en la actualidad además del CES dirige otros órganos del Estado. En resumen, las organizaciones sociales no están representadas en el CES.

La representación es la prueba de fuego de las democracias en estos tiempos. “Democracia con más participación, la nueva hoja de ruta” titula Ricardo Lagos su artículo del pasado domingo. Por si no han reparado, en “ese largo pétalo de mar” que es Chile ya se está llegando a considerar un éxito que la participación electoral alcance el 50% sin mencionar lo que ha estado ocurriendo allí con un presidente elegido por el 49% del padrón y que ha llegado a tener un 6% de apoyo. Les cuento: en las elecciones celebradas en el 2017 votó un 49% del electorado, por lo tanto, aunque los números dicen que Piñera obtuvo el 54.57% de los votos, en los hechos fue elegido por un 25.53% de los electores habilitados. En este país en el mundo ocurre algo muy parecido: el presidente fue elegido por un 28.6 % de los inscritos en el padrón. Las razones pueden buscarlas los expertos, pero lo concreto es que estos números se notan a la hora de las crisis, y en crisis estamos allá y aquí.

El tema, insisto, es la democracia.  Cómo se construye y cómo se destruye.  Es cierto que hay que eliminar las instituciones que tienen duplicidades, pero sobre todo no hay que crear nuevas que debiliten a las instituciones permanentes del Estado ni desde el punto de vista de la administración ni desde el aspecto político y representativo.

Como ejemplo de lo que acabo de señalar me pregunto ¿qué significan las comisiones presidenciales? La respuesta menos mencionada es que también constituyen duplicidades. La respuesta evidente es que sirven para incorporar a la toma de decisiones a quienes institucionalmente no les corresponde. Precisamente para tomar esas decisiones es que existen los ministerios, allí hay que articular, proponer y decidir y para eso los designaron. Por demás, la redundancia que se ofrece con la creación de estas comisiones no es casual, aunque sí muy poco democrática y poco representativa pues deja en evidencia el deseo y la necesidad del “jefe” de tener todo a mano, robusteciendo esa especie de monarquías con fundamento electoral en que se convierten las presidencias en nuestros países. La idea de eliminar o debilitar estas neo monarquías constituirá uno de los aspectos más paradigmáticos en los procesos de democratización del siglo XXI en América Latina.

Nota

  1. “Es la democracia, estúpido” (1), se publicó aquí el 20 de enero de 2013 ( https://acento.com.do/opinion/es-la-democracia-estupido-207812.html )