A medida que pasan los primeros días de cuarentena, solo parcialmente observada por la población, los dominicanos empiezan a percatarse de que, en primer lugar, no estamos frente a una situación de días sino de meses. A esta realización sigue otra mas desconcertante aun: nunca hemos transitado por estos caminos. No hay nadie que pueda decirnos, dónde estamos, de dónde venimos y a dónde vamos. Nadie tiene experiencia y nadie tiene en su memoria ningún recuerdo.
Está claro, meridianamente, que no habrán elecciones en mayo pero nadie sabe cómo se manejará la situación pues, una vez la epidemia de señales de que ha empezado a ceder nos enfrentaremos a un gobierno mas debilitado y desacreditado aun de lo que ya estaba mientras por otra parte la economía del país estará hecha añicos. ¿Por qué? los sectores que la sustentaban colapsaron y los que pueden rehabilitarla no habrán tenido tiempo de desarrollarse. El turismo, la inversión extranjera, el lavado de dinero, las remesas y el consumo ya no podrán sostener prosperidad ni estabilidad y ninguna ayuda internacional podrá compensar la ausencia de una infraestructura productiva descuartizada.
Como el país se había acostumbrado al consumo, a lo fácil, al boato; como los precios de los inmuebles y de los muebles reflejaban el éxito del modelo y no así sus limitaciones, como la imagen era radicalmente mas importante que el contenido y como la comunicación social descansaba en la glorificación del éxito no así en los méritos del trabajo, el desconcierto actual será seguido en breve por otra ilusión inoportuna: la de que, pronto, todo volverá a la normalidad cuando está claro que eso no va a suceder. Los bancos tienen sus carteras comprometidas en el financiamiento de autos, tarjetas e inmuebles no de la capacidad productiva del país. Ahí y en las importaciones no hay futuro.
Los que para producir leche, pollos, maíz, arroz, víveres han tenido que empeñarse a fondo trabajando como nunca antes y menos ahora salen a desperdiciar el dinero. Un dealer me dijo hace años que había dejado de vender tractores porque quienes compraban eran pocos y regateaban hasta el último peso mientras que, los que adquirían vehículos caros andaban rápido, contaban poco y apenas se quejaban. El futuro cercano pertenece a los productores pero no están listos aún mientras tanto, será la impaciencia la que ocasione estragos en el alma nacional.
Precisamente porque las fuentes modernas ya no funcionarán y debido a que las desigualdades patentes construidas alrededor de ese modelo están al descubierto y agravadas por la epidemia, una nueva, poderosa e irredenta sed de justicia irá apropiándose el cuerpo social, competirá primero con los violentos del narco y los delincuentes barriales que pululan pero aun tendría la posibilidad de instalarse como el nuevo modelo y hasta bueno sería porque la alternativa a esa corriente es Mad Max y advierto que estamos mucho mas cerca de este que de aquella.