El día antes de las elecciones del 15 de julio, pedí en nombre propio y de personas que nos adherimos a posiciones políticas y sociales que se pueden adjetivar como de Izquierda Democrática, que la ciudadanía dominicana: primero, no votara por el PLD y su escisión FP, y segundo, que diera el voto por Alianza País. Vid. https://acento.com.do/opinion/a-votar-si-pero-como-lo-hacen-los-ricos-y-privilegiados-8835742.html
Obviamente, algunos mostraron su asombro porque saben que no soy miembro de AP. Incluso propugno por el surgimiento de una nueva corriente política que, a título provisional, bautizamos como Izquierda Democrática. Otros pensaron que era una “torpeza” no dejar dudas sobre nuestra posición ante el PRM – que era el seguro ganador de las elecciones.
La pragmática política indica que ante un candidato seguro ganador de unas elecciones, quienes no han servido a los gobiernos del PLD, le han combatido desde el 1996 y se sitúan a la izquierda del espacio de la socialdemocracia, pero compartiendo al menos valores democráticos comunes, deben guardar la mesura y flexibilidad suficiente para estar entre los posibles llamados. Esa praxis realista u oportunista de que, con un nuevo gobierno, hay que estar esperando o accionando por un cargo, sólo se puede romper manteniendo posiciones prístinas, súper claras: exponer públicamente cuál es el papel que uno se auto otorga, y el nuestro es, seguir estando en la oposición.
La oposición, cuando es verdadera, es un contrapoder. Quienes nos denominamos Izquierda Democrática optamos por ser y estar en la oposición a un gobierno que ya desde antes, en la gestación del mismo, se avizoraba como una coalición de intereses dónde, la dominancia política económica, estaba del lado del sector capitalista y conservador, y en el cual, el sector popular estaba allí como ornamentación, políticamente hablando, como simples floreros.
La composición del Gabinete es una muestra clara de lo que afirmamos. Conforme con una línea de socialdemocracia tradicional dominicana (bastante populista pero poco o nada de izquierda), solo está el Ministro de Interior y, quizá, el de Economía, éste más tecnócrata que político, lo cual es lógico para ese puesto, por otra parte. Obviamente, no hay ningún ministro de la izquierda tradicional de los que han formado parte de la alianza electoral que le llevó al gobierno. El resto de ministros son claramente neoliberales, de una derecha tradicional o representantes de grupos empresariales, o bien, personas cuya trayectoria política es una hoja en blanco o casi, o sea, está aún por descubrir.
En política las opiniones o puntos de vista siempre pueden ser discutibles. Otra cosa es cuando nos referimos a hechos. Los hechos sólo se pueden contraponer con otros hechos. Los hechos predominantes y más destacables del Gobierno, hasta ahora, son los siguientes: Primero, el positivo, cumplir con un deber de equidad y de Justicia conmutativa, al comprometerse a dar una pensión a los trabajadores de la caña, en su mayoría braceros, a quienes se les debía desde larga data. Nos congratulamos que el Gobierno tome esa decisión.
Las otras propuestas son muy criticables. El lanzamiento del globo sonda de que se aumentaran los impuestos de manera general es muy impopular. Todo lo que sea aumentar los impuestos al consumo viene a ser un rudo golpe a las economías familiares, especialmente de quienes tienen bajos ingresos. Con la única excepción de que ese aumento se localice, exclusivamente, en el consumo de productos de importación que se puedan considerar objetivamente suntuarios y que sean consumidos en su gran parte por el 10% de la población con más altos ingresos.
Los que tenemos posiciones de Izquierda Democrática estamos a favor de los impuestos. Sin impuestos no hay obras públicas, no hay sanidad pública, no hay educación pública primaria, secundaria, técnica y superior. Por ende, impuestos sí, pero lo más importante, no es subirlos sino cobrarlos.
Si se evita que los abogados, oficinas dedicadas a asesorar para la evasión y la elusión fiscal, puedan salirse con la suya, las empresas y poseedores de altos ingresos y rentas, pagaran lo que se debe y el Estado vería aumentar sus ingresos. Esa es la vía. Y más aún en estos tiempos de crisis severa. ¡No, por tanto, a la subida de impuestos!
Otra propuesta, que me parece increíble, es la del flamante Ministro de Trabajo: “que los empresarios no paguen la regalía de navidad a los trabajadores”. Y eso lo dice, no el Ministro de Industria y Comercio, sino ¡el Ministro de Trabajo! Obviamente, el presidente Abinader se equivocó de persona o de puesto para este señor.
No menos importante es otro hecho, la existencia de un nepotismo intolerable. Ministros que tienen a su mujer, hijos, hermanos, y otros familiares en cargos de nombramientos políticos: Directores generales, viceministros, embajadores, etc. Directores de instituciones financieras públicas que discrecionalmente nombran, presuntamente, a personas de su círculo íntimo en puestos de sueldos astronómicos sin que exista ese famoso CV que avale su idoneidad para el cargo, que parece les piden a otros desgraciados sin la figura, las relaciones sociales, los encantos, la etnia o haber nacido en la familia adecuada cercana a los círculos de poder.
Por todo ello nos sentimos muy a gusto en la oposición y haremos todo lo que esté en nuestra mano para enfrentar las políticas negativas del gobierno y, a la vez, estimularemos todas las que entendemos son políticas populares a favor de la nación dominicana. Ahora bien, hay que decirlo en voz alta: el Gobierno ha empezado mal. Ojalá, rectifique.
Torrelodones, 8 de octubre de 2020