Al cerrar la última página de “El Derecho a Vivir”, brillante y oportuna iniciativa de la Fundación Juan Bosch, para empezar no puedo más que recomendar su lectura a todo dominicano (siempre negado en el derecho a saber su historia verdadera) que desee conocer el amargo historial de dos pueblos, el dominicano y el haitiano, que más han sufrido, pero que con mayor heroicidad han enfrentado, sin embargo, la rapacidad de los imperios, enemigos históricos que sembraron el odio, la desconfianza y el prejuicio como herencia maldita que ya es tiempo de superar, como fue la aspiración de nuestros próceres.