A sólo días de las elecciones presidenciales, congresuales y municipales en la República Dominicana, causa asombro y sobresalto ver cómo importantes medios de prensa en la radio y la televisión tratan de forma tan ligera y alegre los graves asuntos que están en juego en esta nueva y compleja consulta electoral del 15 de mayo.

El ejercicio del sufragio no se trata de un concurso de belleza ni de chistes. Y menos cuando está en juego el cargo más importante como es ser presidente de una nación, para algunos el hombre más influyente y poderoso. Uno que puede reforzar el estado de derecho, meternos a todos en un conflicto o corromper al país hasta el punto que no quede ni la sombra de lo que es y ha sido.

El peligro a la hora de votar no es si el conteo del sufragio es electrónico o manual, si la epidemia del Zika aumenta, los fallos pendientes del Tribunal Superior Electoral, si sube o baja el gasto público, el arroz o la habichuela, si la corrupción juega al ajedrez, si aumenta o no la inseguridad y la delincuencia, si el bachatero tal y el pelotero más cual ganan millones, o si la marca del ron tal le dará la mejor borrachera de su vida. La realidad es que nada de eso decidirá el destino de la nación.

Son 50 años de democracia y 34 elecciones consecutivas. Un récord envidiable. Y ésta no será la última consulta ni tampoco el fin del mundo.

A medida que se acerca el día de la votación, se escuchará cada vez más la repetición de mensajes sin sentidos para que todos salgamos a votar por un candidato particular. De ningún modo vamos a estar bien si quienes tienen el derecho al sufragio lo ejercen sin la más mínima conciencia de los problemas en juego, y acuden a votar al azar o venden sus cédulas a un mejor postor.

Se ha dicho, con justa razón, que un ciudadano bien informado es la base de la democracia. Ello sigue siendo cierto. También se habla mucho de la participación, la palabra mágica que no define entre aportar de forma positiva o participar aunque sea para autodestruir. O incluso hasta de la interpretación de la percepción o de la venda transparente.

A la hora de votar, la verdad y la realidad cuentan tan poco en estos días que ya entre algunos medios de prensa se percibe como un pecado capital un anuncio negativo. Es decir, cuando un político camaleón engaña para que no quede al descubierto y salga a la luz pública la disparidad entre su ideología, sus hechos y sus promesas de campaña.Es la única hora en la que el elector es amo y señor y la que más temen los políticos.

Cabe recordar que toda la historia del pasado siglo XX se puede resumir en las trágicas consecuencias del voto emocional, no meditado, que equivale a otorgar un cheque en blanco a dirigentes cuyo principal talento ha sido la manipulación emocional del electorado para fines políticos. Los mismos que regalan un pescado pero no enseñan a pescar.

Lenín era muy carismático. Y ni hablar de Mao, Hitler, Fidel o Chávez. En cada caso, las consecuencias llevaron a decenas de millones de personas a pagar con sus vidas y la libertad por ese carisma y por las decisiones emocionales que tomaron en su momento. Si un elector no se toma la molestia de indagar a fondo la realidad, digamos lo que está pasando en los hogares, las familias, hospitales, las escuelas, el sistema de salud o el sistema financiero, entonces ¿para qué va a acudir a las urnas a depositar un voto ignorante o indiferente?

Si se le dificulta ver más allá de las imágenes de la televisión, los discursos y promesas, las opiniones rabiosas y ruidosas, las frases acuñadas, los insultos, las denuncias huecas y sin fundamentos y las actitudes emocionales, para qué se va a molestar en tomar en sus manos el futuro del país y del mundo. Lo mejor sería que se quedara en casa y así no haría daño alguno.

En esta época de escasez de ética y de moral pública y privada, cuando casi todo parece reducirse a debates en términos del derecho que se tiene para hacer lo que a uno le da la gana, sin deberes, responsabilidades ni consecuencias, no queda duda del derecho que se tiene para votar y de los efectos colaterales que ello conlleva.

El problema consiste en que dichas decisiones emocionales no solo afectan al individuo, sino a todo el que tiene el mismo derecho y a los niños recién nacidos que heredarán el mundo que su voto contribuyó a crear. Todos también heredamos lo que ha sido creado y preservado por los enormes esfuerzos de años y las vidas de hombres y mujeres sacrificados en episodios gloriosos y no tan gloriosos de la historia dominicana.

Es demasiado lo que se ha sacrificado en esta nación para que el elector no se tome un poco de tiempo, deje de lado la trivialidad y el egoísmo, y analice qué se ofrece en ambos lados de la calle, el gobierno y la oposición, lo que determinará qué clase de nación y de herencia futura tendrán nuestros niños. Son 50 años de democracia y 34 elecciones consecutivas. Un récord envidiable. Y ésta no será la última consulta ni tampoco el fin del mundo.

Jamás debemos olvidar que en las campañashay personas a las que se les paga para manipular las emociones del electorado con propósitos políticos. Pero al final, sea quien sea que ponga los muertos, el precio real será pagado por millones de ciudadanos, incluidos aquellos que no han nacido.El 15 de mayo, un sufragio consciente es un voto por el futuro, por la libertad y por la justicia del país que todos queremos.